Adrián López
Ortiz.
“No me van a doblegar. Voy a mantenerme
en MORENA y voy a luchar porque haya democracia interna”. Con esa frase,
Ricardo Monreal activa la implosión en MORENA.
Monreal no
es ingenuo, sabe que exige lo imposible. Está consciente que pronuncia una
contradicción: MORENA y democracia interna.
Ignoro de qué tamaño será la grieta
interna que el ambicioso Ricardo provoque, pero es un hecho que, si continúa en
su brega, hará daño al proyecto presidencial de Andrés Manuel López Obrador.
Es más, ya
lo está haciendo: al exigir la reposición del método de elección por la
candidatura para la Jefatura de la Ciudad de México, pone contra la pared al líder natural que elogia y aplaude con cierto
sarcasmo. Lo reconoce “honesto a carta cabal” pero sutilmente lo acusa de
reproducir los vicios de la partidocracia.
El político
inconforme tiene razón cuando afirma que un liderazgo fuerte puede ser
compatible con la democracia interna en un partido político. Pero MORENA no es
un partido político común. Está hecho a imagen y semejanza de su creador. Esa
es su gran virtud y el motor de su crecimiento. Pero es también su principal
defecto.
Por eso,
cuando Monreal aventura sus dos propuestas imposibles para reponer el proceso
de elección, sabe que la respuesta es una exhibición anticipada: si Andrés Manuel acepta, mostraría
debilidad y generaría inconformidades con Sheinbaum y el resto de los
contendientes; si las rechaza, confirmará lo que todos (excepto sus fans) hemos
criticado una y otra vez: su tozudez y autoritarismo.
No es una ruptura menor. Primero por
el método: Monreal con una sagacidad política impecable rompe, pero no se va,
mantiene las bases y eleva la presión de la caldera. Al tiempo que amenaza con
haber recibido propuestas de otros partidos.
Y segundo,
por lo que el mismo Monreal representa y que bien señaló la Dra. Amparo Casar
en su columna de esta semana: la
Delegación que comanda tiene 481,939 electores y ha creado una importante red
clientelar gracias a un presupuesto enorme de más de 3 mil millones de pesos.
Es decir, si Monreal acepta alguna de las propuestas alternativas, el hoyo
electoral haría un daño profundo a las aspiraciones de López Obrador en 2018.
Ahora, ¿y si Monreal blofea? Si (como
me dijo alguien entendido en las grillas de la izquierda), lo que quiere es
ganar poder para volverse contrapeso al interior de MORENA.
Me cuesta
trabajo comprarme esa tesis. Creo que la ambición de Monreal es más grande que
su generosidad política. Pero no sería una mala noticia que el partido que más
ha crecido en los últimos años gracias al carisma y la eterna campaña de su
fundador encuentre ciertos equilibrios internos. Me parece positivo para la
democracia mexicana.
Habría que ver entonces hasta donde
estirará Ricardo Monreal la cuerda. El Peje llamó ya a la cordura; Claudia
Sheinbaum lo dijo sin barniz: hay que aceptar las derrotas sin chantajes. Pero
esto es política práctica, el chantaje viene incluido.
Veremos
pronto si el enojado se disciplina o extrema hasta la ruptura.
Veremos si
López Obrador ha aprendido de sus errores y puede procesar con madurez y
habilidad este diferendo. Si es capaz de contener la implosión.
Otra vez
está muy cerca, pero todavía no gana. Necesita a MORENA unida para hacerlo.
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