Alejandro
Páez Varela.
Pocas veces
una buena idea es tan fructífera que pasa de las redes sociales a la calle. Un
espectacular en Chiapas decía, el jueves pasado: “Los rusos de Tuxtla Chico con
AndresManuelovich / ¡Morena va!”. La gente de ese pueblo seguramente no tiene
cuenta de Twitter. La ocurrencia de
Javier Lozano funcionó con creces, aunque exactamente al revés.
Cuando López
Obrador lanzó el video aquél en el que se ríe de las acusaciones de que tiene
apoyo ruso (el video del “submarino con oro”), Lozano dijo en redes algo como:
“Picó el anzuelo”. Y estoy de acuerdo. Pero el pez, en este caso, mordió
deliberadamente el anzuelo y arrastró al pescador a sus aguas: la agenda pública, desde hace meses, la ha
marcado el precandidato de Morena. No José Antonio Meade, tampoco Ricardo
Anaya.
Nadie que yo conozca habría pensado
que Lozano podría aportar inteligencia a la campaña del PRI. Creo que Meade y
su coordinador Aurelio Nuño se compraron algo más que problemas.
He visto a Lozano lanzar vómito sobre
gente respetable; lo he visto ganarse enemigos por simple incontinencia verbal.
Periodistas, activistas, políticos: muchos, muchos creen que el
priista-panista-priista es básicamente un bully sin sentido. Un Gobernador panista me dijo, la
semana pasada: “Era muy incómodo tener a
Lozano en el PAN. Ahora ya nos hicieron el favor de llevárselo, con todos sus
enemigos”.
Sí, porque, literalmente, esos
enemigos de Lozano ahora son enemigos de Meade.
Lozano, sin
embargo, no es el motivo de mi reflexión. Es, en realidad, Aurelio Nuño. Porque
es Nuño el que lleva la campaña. Y por las encuestas y lo que recojo por aquí y
por allá, no veo algo que me sorprenda; como digo, la agenda no la traen ellos y cuando intentan inyectar algo, como lo
de los rusos, se les revierte. Está ayuna de imaginación y quizás eso no es
lo más grave, porque para eso hay despachos que cobran bien las ideas: está
falta de propuestas creíbles. La
percepción que yo al menos tengo es que Meade es otro personaje fraudulento
metido con calzador. Otro César Duarte, otro Javier Duarte, otro Roberto Borge,
otro Javier Lozano, otro arrimado al poder para disponer de él en su beneficio
personal. Esa es la imagen que yo tengo. Es alguien que está allí sólo para
garantizar que el PRI siga robando, impunemente.
Ahora toca a Nuño convencerme de lo
contrario; deje usted convencerme a mí: convencer a millones de que Meade es
otra cosa. ¿Qué puede decir de Meade? ¿Qué representa
para el electorado? ¿Estabilidad económica? ¿Combate a la corrupción? ¿Combate
a la violencia? Tache, tache, tache. No lo hizo Meade en las cinco
secretarías que ocupó y, para acabar pronto: no lo hizo su presidente en cinco
años. Peña y Meade se han ganado a pulso
la percepción de que son un estorbo para la transparencia, aliados de los
peores corruptos de México quizás en su historia.
¿Qué propone
el coordinador de la campaña, Aurelio Nuño, para vender a un candidato
socavado? Lo único que ha aportado hasta
hoy, es un Javier Lozano. Entonces la campaña se basará en vomitar sobre los
contrincantes. Y no sé, honestamente, si con eso les alcance para algo.
En la
histeria que conduce la campaña del PRI, mientras la idea de “los rusos” se
convertía en otro misil (soviético) fallido, Meade salió con una segunda idea: “Estamos hartos de la confrontación”.
Estamos hartos, dijo, de las campañas sucias.
Me pareció verlo dar otro resbalón,
porque es precisamente el vómito de Lozano, uno de los suyos, el que ensucia el
suelo sobre el que él camina.
En casi
cualquier encuesta que los mide –casi todas–, los negativos del PRI superan con
mucho los de cualquier otro partido. El promedio anda más o menos así, en
números brutos: los que NUNCA votarían
por el PRI y aliados rondan el 40 por ciento. PAN y Morena promedian más o
menos 20 por ciento cada uno. La mitad.
La pregunta que me hacían esta misma
semana es si ensuciar a López Obrador y a Ricardo Anaya podrá superar el encono
que se tiene por el PRI. En palabras distintas: si la campaña de odio y desprestigio que desató
Meade (y Lozano, Ochoa Reza, etc.) podrá
contrarrestar el menosprecio que se tiene por el PRI. Yo creo que no podrá.
Creo que no les alcanza. Creo que la campaña de Meade no podrá generar una
campaña tan negra (y sobre todo creíble) como para compensar lo que se
desprecia al PRI.
Entonces sobra Javier Lozano. Pero él
no es motivo de mi análisis: entonces sobra, más bien, Aurelio Nuño, que es el
coordinador de esta campaña.
La regla no
escrita es que, a menos de que seas una bomba electoral, una campaña se gana
con gente que sabe del negocio. Vicente Fox era un fenómeno en 2000: él era la
campaña. Pero Felipe Calderón no tenía arrastre y su equipo era la campaña: por
eso no dudó en cambiarlo cuando las cosas no despegaban. Peña era una bomba,
por las razones que quieran; y además tenía un equipo de caras duras en el
equipo: garantizaron la tormenta perfecta. (El problema es que la tormenta
perfecta siguió todo el sexenio).
Si revisamos
a todos los presidentes de los años 1960 a la fecha, la mayoría nunca fue
candidato de algo antes de aspirar por la máxima magistratura. Igual que Meade.
Pero tenían
coordinadores de campaña que sí estaban al tanto de qué es una campaña
electoral.
Yo creo que el único que creyó que
Aurelio Nuño era bueno para dirigir una campaña, fue Peña Nieto. No fue un
favor para Meade. ¿Cuáles elecciones ha ganado Nuño? ¿Cuáles son sus
experiencias en la materia? ¿Un Lozano es lo mejor que puede dar?
Aunque el rumor es permanente, yo no
creo que cambiarán de candidato. El dato es si cambiarán a Aurelio Nuño. Creo
que sólo sucederá si Meade lo pide. Pero no lo hará.
La campaña del PRI es una extensión
de la Presidencia, y entonces no moverán a nadie, como ha sucedido una y otra
vez en el Gobierno federal. Meade lo sabe.
Y como las
campañas negras no sirven, y como la campaña no parece tener sin pies ni
cabeza, el presidente Peña se queja de “señalamientos duros e irritantes” en
las redes sociales y su candidato, Meade, dice que ya “estamos cansados” del
tono de las campañas.
Pero, a la vez, sueltan a los perros
para que se vomiten en la alfombra delante de todos (Lozano, o el mismo
presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza).
Es evidente
que la campaña del PRI está en un hoyo negro y que Meade tiene qué pagar su cuota
de ingreso tomándose fotos con todos los indeseables. El último: Manlio Fabio
Beltrones. Tampoco vi a Meade tan incómodo con él, por ciento: lo colmó de
abrazos y cariñitos verbales.
Pues lo que
sucederá, a este ritmo, es que el desencanto por Meade empujará el “voto útil”
de centro-derecha hacia Ricardo Anaya.
Y entonces
la presidencia se definirá entre dos, si es que Anaya sube y se vuelve
competencia de AMLO.
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