Aunque todavía es precampaña y faltan
cinco meses para la votación, en los que todo puede cambiar, las adhesiones sin
cortapisas de personajes variopintos a la campaña presidencial de Andrés Manuel
López Obrador tienen algunas semejanzas con el efecto que hubo en el año 2000
con Vicente Fox, quien recibió el apoyo de mucha gente de todos los perfiles
políticos para vencer al PRI por primera vez en la historia política del país.
Hoy, como
hace 18 años, una bola de nieve parece
crecer de manera inevitable arrasando con todo a su paso y, como entonces, el
desprestigio del PRI y el hartazgo social contra el gobierno de ese partido
está generando el efecto político que se conoce como el voto del cambio.
Ahora parece que es López Obrador el
beneficiario de este fenómeno y todas las críticas a sus alianzas pragmáticas,
propuestas, declaraciones y hasta las acusaciones –provenientes sobre todo del
PRI– de que tiene apoyo de Venezuela y Rusia, se le resbalan o tienen un efecto
búmerang que no lo afectan sino le favorecen.
Pero no estaría mal que López Obrador
refrescara en su memoria sus errores pasados: el exceso de confianza, las
declaraciones impetuosas e irracionales que cayeron mal en el ánimo social, la
necedad de concentrar todas las decisiones, menospreciar a sus adversarios y
quizá dos aspectos fundamentales que afectaron de manera decisiva sus dos
campañas anteriores: la falta de una estructura electoral en todo el país y la
falta de recursos para mantenerla.
Cinco meses
faltan para la elección. El 11 de febrero termina la precampaña y entramos a
una fase de intercampaña que dura un mes, en la cual los candidatos no pueden
pedir el voto y los partidos podrán lanzar la carretada de promocionales en los
medios.
En este
largo tiempo los candidatos y sus partidos harán los ajustes necesarios en sus
equipos, en sus estrategias y, sobre todo, para aceitar la maquinaria electoral
que soporta la estructura del partido a nivel nacional. En este lapso todo
puede pasar y en las dos elecciones pasadas López Obrador careció precisamente
de esta estructura y de una estrategia parta mantener el paso que lo llevaba
adelante de los otros candidatos.
No hay
seguridad de que el líder de Morena seguirá creciendo en el ánimo del
electorado y tampoco se sabe cuánto tiempo habrán de durar este fenómeno de
crecimiento de popularidad y la suma de personajes políticos con historias
cuestionables.
De la cima
Andrés Manuel López Obrador podría pasar a la sima en el momento más decisivo,
es decir, a la hora de la votación. La bola de nieve seguiría rodando, pero en
sentido contrario, y lo que durante medio año fue a su favor ahora estaría en
su contra, destruyendo su plan político y de gobierno.
Por cierto… Otro personaje al que no estaría mal
refrescarle la memoria es a Diego Fernández de Cevallos, que en la entrevista
con Proceso se la pasó justificándose. De su pasado político manchado de
corrupción dijo que eran mentiras, del tráfico de influencias para hacerse
millonario aseguró que nada tiene que ver su paso por la política, de su
inmensa riqueza se ufanó diciendo que no necesitaba declararla porque la
ostentaba y de su amistad con Salinas hizo una virtud de fidelidad. Para él
nada ha cambiado y sus vicios privados son una virtud pública.
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