José Antonio
Meade Kuribreña tiene 20 años de trayectoria en la administración pública
federal y nunca ha contendido por un cargo público. Ni siquiera milita en un
partido, pero ha trabajado con administraciones panistas y priistas por igual.
En la actualidad, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) lo abandera en
la carrera por la silla presidencial. Es
el primer candidato sin militancia política al que el tricolor apoya. Un hecho
sin precedentes que refleja el desgaste del partido, y que, por otro lado,
genera conflictos al interior de la estructura priista, señalan analistas
consultados por SinEmbargo. No obstante, hasta ahora, carece de señalamientos
directos por corrupción… pero es acusado de solaparla.
Historiadores
como Lorenzo Meyer Cossío, del Colegio de México (Colmex) y Luis Alberto de la
Garza Becerra, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como
los politólogos Enrique Toussaint, de la Universidad de Guadalajara (UdeG);
Gibrán Ramírez Reyes, de la UNAM; Gustavo López Montiel, del Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM); José Fernández
Santillán, también del ITESM, y Víctor Manuel Reynoso Angulo, de la Universidad
de las Américas Puebla (UDLAP), además de los directores de las casas
encuestadoras Demotecnia y Parametría, dieron su opinión sobre los factores
positivos y negativos que podrían impulsar o hundir al “Ciudadano Meade”.
José Antonio
es un tecnócrata que tiene la ventaja de “poder comunicar la imagen de un buen
funcionario, de una buena persona”, explicó a SinEmbargo Víctor Manuel Reynoso
Angulo.
“Pero una candidatura requiere de
algo más: ‘pasión política’, algo que movilice las emociones de los votantes a
su favor. Y Meade tiene dificultades para generar esta movilización”, añadió.
Al igual que Reynoso, el resto de los
analistas coincide en que el abanderado del PRI es el hombre más gris de esta
elección. Inclusive
señalan que por eso no levanta en las encuestas, mismas en las que, hasta
ahora, empata con el panista Ricardo Anaya Cortés, aunque a diferencia de
aquél, no ha dado señas de mejora en las preferencias electorales.
De acuerdo
con el profesor emérito del Colmex, Lorenzo Meyer Cossío, hay dos elementos que
de entrada frenan la candidatura de Meade.
“Uno es la estructura priista y sus
escándalos. Y el otro es la falta de carisma de Meade. Esa capacidad que tiene
alguien de que otros le crean y le obedezcan en función de sí mismo”, explicó.
Por otro
lado, comenta Meyer, tiene el beneficio de venir de una importante familia de
San Luis Potosí, lo que le da ventaja por la posibilidad de haber generado
estrechos lazos afectivos con integrantes de la élite política del país, como
cuando por allá de 1987, en su etapa de estudiante en el ITAM, se hizo íntimo
del priista Luis Videgaray Caso y del panista Ernesto Cordero.
Gracias a su
trayectoria, “la clase media y media alta del país lo observan como un
funcionario que puede dar resultados como si fuera el guardián de la
estabilidad económica”, refieren los politólogos Enrique Toussaint y José
Fernández Santillán. Si a ello sumamos que gran parte de la ciudadanía lo
observa como un funcionario honesto, comentan, tenemos un candidato que “no
tiene más detractores que aquellos con quienes se asoció [el PRI]”, destacó el
profesor de carrera de la UNAM, Luis Alberto de la Garza Becerra.
LA MALDICIÓN
DEL CIUDADANO MEADE.
José Antonio Meade Kuribreña sufre de
la maldición de Sansón. Es un hombre “bendecido” con la fuerza del priismo, por
un lado. Y por el otro, maldito por esa misma fuerza entre los filisteos -todos
quienes se oponen al PRI-. Sólo esperemos que no le saquen los ojos.
Apoyado por el partido en el poder,
tiene el impulso de todo su aparato político.
“Las elecciones de 2017 del Estado de
México son una radiografía perfecta. Puede uno poner allí a una persona sin
personalidad y ganar porque se tiene el aparato. El aparato es el que moviliza
por manzanas, el que detecta dónde están los barrios o las zonas pobres, a las
que se les puede comprar o inducir el voto. Y se tiene el dinero para hacerlo.
Ese es el aparato que tiene Meade”, dijo a SinEmbargo Lorenzo Meyer.
Empero, no deja de ser el
precandidato que carga con los estigmas del partido que representa, es decir el
PRI, relatan los analistas consultados. Y “los escándalos de la elección en el
Estado de México, a pesar de su triunfo, muestran a un partido agresivo y
dispuesto a todo para mantenerse en el poder, lo cual lo hace muy impopular en
ciertos sectores”,
ahondó de la Garza.
Dada su relación con el
Revolucionario Institucional y los escándalos de corrupción que acompañan al
partido, la debilidad de este Sansón será precisamente la lucha anticorrupción, además que los analistas como
Toussaint lo consideran “un candidato
muy débil en materia de combate a la violencia”.
Inclusive su imagen podría verse
golpeada durante los debates y despliegue de campañas negras debido a su
estrecha relación con la administración del presidente Enrique Peña Nieto, ya
que como dice Meyer, ha sido “colaborador eficiente y consciente de los gobiernos
anteriores”.
Y en muchos
casos de corrupción –como el desfalco de Juntos Podemos, y la estafa maestra de
Hacienda y del priista César Duarte Jáquez-, “aunque él puede decir que es muy puro, muy casto, que nunca ha
cometido un acto de corrupción, hay muchos casos de corrupción que inician en
la Secretaría de Hacienda y parece que él cerró los ojos frente a esas posibles
desviaciones”, concordaron de la Garza, Toussaint y Santillán.
EL CANDIDATO
MÁS GRIS.
José Antonio
Meade es conocido en el mundo de la política, entre otras cosas, por ser un
administrador eficiente. Pero para los nueve especialistas consultados por
SinEmbargo, Meade es el que tiene más “peros”.
Su perfil es
bueno porque influye de igual manera entre gobernadores y legisladores;
empresarios y banqueros; militares, líderes de organizaciones civiles, entre
otros. Aunque precisamente las circunstancias que lo rodean no son las ideales
para impulsarlo.
Dentro del
PRI, mencionan, existen muchos sectores que no se identifican con él porque el
partido funciona como un “ejército” en el que hay que hacer méritos para
ganarse el respeto a su interior. Y como explica Lorenzo Meyer Cossío, “Meade no llegó allí porque haya hecho un
esfuerzo. Llega ahí porque lo designa Peña Nieto, porque a su vez está
influenciado por Videgaray y Meade es amigo de Videgaray. Entonces llegó por
suerte, porque si no hay nuevo PRI entonces hay que buscar priistas que sean
nuevos. Y Meade es ese caso”.
En suma,
José Antonio Meade Kuribreña tiene el beneficio de ser percibido como una buena
persona y como un eficiente funcionario. Pero
su colaboración en los sexenios de Calderón y Peña, como su candidatura
priista, podrían aguarle la fiesta, según los analistas consultados por
SinEmbargo. Quizá, señalaron algunos politólogos, a Meade le hubiera ido mejor
por la vía del PAN… aunque el hubiera no existe.
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