Jorge Zepeda
Patterson.
Si gana
Meade nos vamos a celebrar al Ángel, si gana Anaya a la Basílica de Guadalupe y
si gana López Obrador al aeropuerto, dicen que dicen entre broma y vera, las
élites del código postal 11000 (Las Lomas y Santa Fe, de la Ciudad de México).
Una frase más de las muchas que circulan con el ánimo de construir un escenario
catastrófico en caso de que el líder de oposición llegue a Los Pinos.
Otros
argumentos son más sofisticados: “no, no serán los ricos los que huyan del
país, sino algo más preocupante, los capitales. Yo votaría por un cambio, pero
temo a la desbandada de dinero al día siguiente de la elección y a la
inestabilidad económica que eso provocaría”, afirman algunos, palabras más
palabras menos. Puedo entender los temores,
pero el anterior es un argumento más emocional que lógico.
Primero, porque los grandes capitanes del dinero ya
tienen el grueso de sus inversiones líquidas en dólares; lo que mantienen en
México son sus negocios: fábricas, concesiones de operación y construcción,
desarrollos inmobiliarios y turísticos, servicios de tecnología, comunicación,
minería, comercio, salud, educación, etc. Es decir, la infraestructura que los ha hecho ricos y lo seguirá haciendo. Una
infraestructura que no pueden llevarse y no sólo porque es física y en buena
parte intransferible; también porque incluso si pudieran trasladarla a Estados
Unidos o a Canadá no tendrían los márgenes de ganancia ni el mercado cautivo y
distorsionado en el que están acostumbrados a operar.
Segundo, porque para los centros financieros
internacionales México es demasiado importante. Wall Street sería el menos
interesado en provocar una desestabilización de la economía número 15 del
mundo, la cuarta más importante de América. Pero más allá del peso que pueda
tener en la economía mundial (aporta casi el 2% del PIB del Planeta) la
vecindad con Estados Unidos y la interdependencia de ese tercer país que existe
en la frontera, hace de la estabilidad de México un asunto de seguridad
nacional para la metrópoli. Podemos estar seguros de que, al día siguiente de
un triunfo del líder de la izquierda, los circuitos financieros y políticos de
Washington y Nueva York estarán analizando formas de negociación y colaboración
para asegurar una transición lo más tersa posible.
Tercero, por más que se trate de pintar a López
Obrador como un luchador social iracundo, ingenuo e impredecible, como si fuese
una especie de Emiliano Zapata recién salido de un cañaveral, el líder de
Morena posee una larga trayectoria en la escena pública a la cual podemos atenernos.
Algo que sus críticos pretenden ignorar. Como presidente nacional del PRD y,
sobre todo, como Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, mostró su
disposición para negociar con el resto de los actores políticos y sociales,
incluyendo al gran capital. La remodelación del centro histórico y la
reactivación económica de Paseo de la Reforma no habría sido posible de otra
manera. La construcción del segundo piso del periférico, una obra que beneficia
a las clases medias y altas, revela que, CONTRA LO QUE SE DICE, LÓPEZ OBRADOR
ESTÁ DISPUESTO A GOBERNAR NO SOLO PARA LOS POBRES.
Tienen razón
los que afirman que frente a José Antonio Meade el de Morena deja mucho que
desear en su conocimiento de las ciencias arcanas que explican a la
macroeconomía o la ingeniería financiera que define el comportamiento de bonos
o el valor del dinero. ¿Y qué con eso?
Los últimos treinta años la secretaría de Hacienda ha sido ocupada por los
Aspe, Videgaray y Meade formados en el ITAM y con posgrados en Harvard, MIT,
Yale y equivalentes. Técnicos capaces de citar índices econométricos de nombres
impronunciables y hablar inglés sin acento. ¿Y de qué ha servido?
De acuerdo, un manejo de la inflación
y de la deuda pública razonable; aunque de muy poca utilidad para más de la
mitad de la población que sigue en la pobreza o la extrema pobreza. Ministros
que desde Hacienda prohijaron el endeudamiento obsceno de los gobiernos
estatales y la emergencia de gobernadores desmesuradamente corruptos.
Funcionarios que viven en la burbuja del México del 10% desde hace varias
generaciones, incapaces de entender la realidad del empleado de una gasolinera
que para llegar a la ciudad hace dos horas y cuatro traslados para descender
del lomerío sin agua y servicios en el que vive, ya no digamos de una mujer
indígena de la sierra de Puebla.
La carencia de López Obrador en
materia macroeconómica puede subsanarse con un titular en Hacienda responsable
y conocedor; mientras que la ignorancia de estos técnicos para entender la
realidad de la otra mitad de México es simple y sencillamente insalvable. LO
HEMOS VISTO UN SEXENIO TRAS OTRO.
Si gana López Obrador yo espero que
más de algún corrupto se vaya al aeropuerto. Muchos tendrán motivos para festejar; otros para
mirar con curiosidad, a medio camino entre el pesimismo y la esperanza, la
posibilidad de un cambio.
¿Tú, a dónde
irías si gana AMLO?
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