Salvador
Camarena.
En las
alturas del empresariado, léase Consejo Coordinador Empresarial, están
descorazonados. No caben de la frustración. Se dicen engañados. Qué no darían por dar marcha atrás en el reloj, qué
poco estratégicos fueron. Cómo demonios fue que se les ocurrió, cavilan ahora, que era buena idea hablar de
corrupción en el sexenio de la corrupción. ¡Ah, si el tiempo pudiera
volver!
Tal es su desesperación, que les urge
entender cómo fue que esta desgracia les ha caído encima. Por eso los
empresarios han encargado una pesquisa para determinar si sus palabras fueron
manipuladas, y por quién: aviesos intereses habrían tomado sus pronunciamientos
anticorrupción, esos que ellos hicieron tan de buena fe, para convertirlos en
tormentas mediáticas que han puesto la elección, paradójicamente, en manos de
quien abominan.
Bajo esa perspectiva, para los
empresarios el problema de este sexenio no es el socavón que mató a dos
personas, ni los millones desviados por las universidades en esquemas tipo
'Estafa Maestra', ni el expolio en Quintana Roo, ni las empresas fantasma en
Veracruz, ni el gobernador César Duarte metiendo dinero del gobierno de
Chihuahua a un banco de su propiedad, ni el PRI desviando a las campañas o
recibiendo financiamiento ilegal, ni los cientos de miles de Eva Cadena, ni la
presa del gobernador (es un decir) Guillermo Padrés, ni los millones sin rastro
en Nuevo León, ni dos gobernadores de Tamaulipas perseguidos en el extranjero,
ni la 'casa blanca', ni la de Malinalco, ni el tren fallido, ni las
irregularidades en el nuevo aeropuerto, ni que seamos el único país
medianamente democrático tocado por el escándalo de Odebrecht donde no hay
consignados, ni las inverosímiles e impunes compras de chatarra en Pemex, ni lo
expuesto en los audios no investigados de OHL, ni un orondo Humberto Moreira a
pesar de los papeles falsos con los que se tramitó millonaria deuda estatal, ni
hospitales que son cascarones, ni los estudiantes que reciben tabletas
inútiles, ni el despilfarro en la entrega de televisores, ni los concursos de
medidores de luz entre empresas 'competidoras' que comparten domicilios y
funcionarios, ni los moches de los panistas en San Lázaro, ni el manoseo
electoral de fondos que deberían ser para la reconstrucción.
Nada. Para
los empresarios el problema del sexenio no es lo que vimos y lo que vemos en el
Congreso, en el Ejecutivo y también en el Judicial.
El problema fue que en vez de
quedarnos callados, ellos y nosotros, caímos en la moda de hablar de la
corrupción, le hicimos el caldo gordo a la prensa argüendera que divulga
documentos, audios, videos, de sólidos indicios de ilegalidades por doquier.
Qué sintomático:
¿Creerán que a la vuelta del PRI a Los
Pinos en 2012, lo que debieron hacer fue ponerle ON al modo de 'regresar el
calendario 30 años' y revivir el tiempo del sí señor presidente? ¿Reeditar la
bonita era en que los escándalos se sabían, pero rara vez se publicaban en los
medios de mayor audiencia?
Ay, los
empresarios. Ni que les hubiera ido tan
mal. Para ser México un país de tan mala fama en corrupción carecemos de un top
ten de importantes empresarios enfrentando juicios por prácticas indebidas. Qué
digo top ten, no llegamos ni a un top three de la corrupción empresarial.
O será que el arrepentimiento es, hoy
caen en cuenta, que con sus quejas sobre la corrupción ayudaron a echar por
tierra las posibilidades de que el PRI repita en la presidencia, cuando
precisamente con ese partido a ellos no les fue nada mal.
Conste que
Peña Nieto no se cansó de advertirlo. Incluso ayer les reiteró: “nos autoflagelamos, decimos que estamos
mal y en un escenario crítico”. Pero no le hicieron caso. Se creyeron muy
modernos y pensaron que la corrupción era un flagelo y no un muy mexicano
asunto cultural. Tss, tss, tss. Ah, qué los empresarios que no le hicieron caso
a su presidente.
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