martes, 29 de mayo de 2018

La casa de Andrés Manuel.


Javier Risco.

El fin de semana se televisó el primero de los programas del periodista Javier Alatorre entrevistando a los presidenciables. Empezó con Andrés Manuel López Obrador, candidato de Morena, en su casa al sur de la Ciudad de México, en la delegación Tlalpan. Aunque la entrevista no devela alguna declaración sorprendente o que aporte algo nuevo a la conversación de las campañas, si nos muestra un aspecto desconocido del candidato: la cercanía de la vida diaria y la casa que comparte con su esposa Beatriz y su hijo Jesús, de once años.

Andrés Manuel vive en un condominio horizontal, en una casa promedio de clase media alta, de una extensión de 59 metros cuadrados, pero de poco más de 180 m2 de construcción –a declaración del propio Andrés Manuel–, la familia López Gutiérrez vive con dos recámaras, dos estudios, un pequeño jardín y una apretada sala, cocina y comedor, viven de manera cómoda, sin ser ostentosos. Es mucho más normal de lo que cualquiera esperaría de un político mexicano, la referencia obligada, sin duda, la casa de aquella portada de la revista Hola tan presumida por la primera dama, Angélica Rivera, y que los llevaría al inicio de la debacle de su sexenio con el reportaje titulado 'La casa blanca de Enrique Peña Nieto'. En fin, la casa de Andrés Manuel no tiene ningún parecido con aquel 'exquisito' y a la vez impagable 'buen gusto' de uno de los mejores arquitectos del mundo al servicio del presidente, en Las Lomas, de más de 80 millones de pesos; la de él, según una búsqueda rápida en distintas páginas de venta de inmuebles y con información de fuentes cercanas al candidato, debe costar entre cuatro y seis millones.

En el recorrido por la casa me quedo con dos momentos: el cuarto del candidato, mismo que sorprende al periodista, “creía que iba a ser una habitación mucho más grande” señala, acompañado de un vestidor austero, por lo menos en la ropa de López Obrador. Alatorre contabiliza sólo ocho trajes que en palabras del candidato: “los tengo desde que era jefe de Gobierno”. Otro momento interesante es el cuarto de Jesús, su hijo, donde está Angélica, una trabajadora doméstica que ayuda en la casa del candidato, quien a pregunta expresa del periodista (¿qué tal el patrón?) lo califica de “muy agradable persona”. Qué más iba a decir con 'el patrón' ahí.

En medio de un café preparado por Alatorre, de cuadros de pintores tabasqueños, una matrushka de Andrés Manuelovich y varios documentos históricos de Madero, Juárez y Zapata, los temas son variados. Habla de la educación “democrática” que recibe su hijo en el colegio; se detiene en su religión: “soy cristiano, Juárez era anticlerical pero no antirreligioso”; también analiza la frase de Carlos Hank González de “un político pobre, es un pobre político” y la pone como la antítesis de su pensamiento como servidor público; habla de la generosidad de la gente de la Ciudad de México; y del día que enamoró a su esposa.

El ejercicio periodístico es interesante porque por fin se rompe la burbuja del mitin y del foro de radio y televisión, es distinto ver a un candidato en su terreno más íntimo, particularmente a López Obrador, el cual se siente cómodo todo el tiempo ante la presencia de Alatorre. “¿A quién hemos dicho que estimamos mucho?”, le pregunta Andrés a Beatriz mientras abraza al periodista de Tv Azteca. La comodidad también muestra una cara desconocida, una cara que poco había mostrado en 12 años de campaña.

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