El pasado viernes 25 de mayo, en una
pausa de su reunión con un grupo de mineros en la ciudad de Fresnillo,
Zacatecas, el candidato presidencial José Antonio Meade se sentó a un lado de
sus seguidores y ofreció, sin darse cuenta que un fotógrafo lo tenía en la
lente, una imagen inequívoca del estado de ánimo que prevalece en su campaña.
Mantiene la
mano derecha sobre su mentón, la cabeza en dirección al suelo, y su otra mano,
la izquierda, suelta entre las piernas, con su camisa blanca, los triangulitos
que identifican a la coalición que le apoya, su apellido Meade en letras
grandes, ausente la palabra PRI, el secretario de Estado durante los sexenios
de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, centró su discurso de ese día en el
reiterado cuestionamiento a López Obrador por apoyar como candidata al Senado a
la exdirigente de las autodefensa de Olinalá, Guerrero, también incorporó a su
arenga la crítica a la candidatura de Napoleón Gómez Urrutia.
Concluido el
acto, después de su encendido discurso, aparentemente abatido, se fue a sentar
a una silla, perdido entre los asistentes al acto de campaña. Y en ese momento,
el fotógrafo de proceso-foto, Leonardo Garza, hizo clic.
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