lunes, 27 de abril de 2020

¿Es mucho lo que se les da a los pobres en México?


Martí Batres.

Es conocido el estribillo neoliberal contra los gastos sociales del Estado. Se dice que son improductivos, excesivos y populistas. Y se aboga por reducirlos o desaparecerlos.

En lugar de gastar en programas, subsidios o servicios sociales, se exige orientar el gasto hacia la inversión económica.

En épocas difíciles se cuestiona más, desde esa posición ideológica, que se gasten los recursos en ayudas sociales para la gente. Y en contrapartida, se demanda apoyo económico, perdones fiscales o de plano rescate financiero del Estado.

Se hace alusión a los desmedidos gastos sociales y se presentan protestas airadas por cualquier ligero aumento o modificación que éstos tengan.

Prácticamente se dice: “ya es mucho”.

Sin embargo, cabría preguntarse: ¿qué tanto se ha gastado en programas sociales en México? ¿Es tanto que ya no pueda o deba gastarse más?

Para empezar, habría que decir que las Transferencias Monetarias, conocidas popularmente como programas sociales, no acaban de implementarse. Existen en México desde 1997 con el Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa); que cambió en 2000 al nombre de Oportunidades y en 2012 al de Prospera.

Actualmente tenemos los programas de Bienestar dirigidos a adultos mayores, personas con discapacidad, estudiantes, jóvenes sin empleo ni escuela y campesinos; así como los programas de atención médica gratuita, mantenimiento de escuelas y construcción de nuevas universidades, entre otros.

En las primeras dos décadas del siglo XXI los programas y políticas sociales también proliferaron en otros países de América Latina.

En Brasil fue creado Bolsa Familia; en Argentina, Asignaciones Universales por Hijo; en Uruguay, Asignaciones Familiares no Contributivas; en Chile, el programa Chile Solidario; en El Salvador, la Red Solidaria y en Ecuador, el Bono de Desarrollo Humano, por poner unos ejemplos.

Sin embargo, estos han tenido importantes diferencias, debido a la tensión entre los paradigmas liberal y universalista, según el investigador Carlos Barba.

Por ejemplo, mientras que el programa mexicano Oportunidades comenzó con una cobertura urbana de 22 por ciento en el 2000 y terminó con una del 39 en 2012; los programas Bolsa Familia de Brasil, Asignaciones Universales por Hijo de Argentina y Chile Solidario, tuvieron coberturas urbanas del 68, 100 y 74 por ciento, respectivamente.

En cuanto a la cobertura de la población en situación de pobreza, según el investigador citado, tenemos los siguientes datos:

Bolsa Familia cubría al 100 por ciento de las familias en situación de pobreza en Brasil y un 10 por ciento adicional de otras capas sociales. Asignaciones Universales por Hijo cubría al 100 por ciento de los pobres y un 16 por ciento más de otras capas sociales de la población en Argentina. Y Chile Solidario cubría al 100 por ciento de los pobres más cinco por ciento adicional.

En cambio, el programa Oportunidades-Prospera de México, no llegó a una cobertura del 100 por ciento de los pobres, le faltó un 10 por ciento.

En cuanto al porcentaje de gasto respecto al PIB de estos programas sociales, tenemos lo siguiente:

Bolsa Familia representó el 0.41 por ciento del PIB de Brasil en 2011. Asignaciones Universales por Hijo representó el 0.49 por ciento del PIB en Argentina ese mismo año. Chile Solidario fue sólo el 0.13 por ciento del PIB. En México, Oportunidades-Prospera representó el 0.46 por ciento del PIB mexicano en 2011.

Sin embargo, el programa Bono de Desarrollo Humano representó en 2011 el 0.71 por ciento del PIB de Ecuador.

En cuanto al monto mensual de las transferencias, tenemos las siguientes equivalencias en dólares de Estados Unidos:

Bolsa Familia: 45. Asignaciones Universales por Hijo: 162. Chile Solidario: 104. Y Oportunidades-Prospera: 72.

Finalmente, están los porcentajes de pobreza:

Brasil: 2003: 35.8 por ciento 2013: 15.1 por ciento.

Argentina: 2003: 47.8 por ciento; 2013: 4.7 por ciento.

Chile: 2003: 29.1 por ciento; 2013: 14.4 por ciento.

Uruguay: 2003: 32.5 por ciento; 2013: 11.5 por ciento.

México: 2004: 47.2 por ciento; 2013: 52.3 por ciento.

Todos estos datos nos indican varias cosas. Los programas sociales de transferencias monetarias no son nuevos, se remontan a fines del siglo pasado. No son privativos de México, se han realizado en varios países de América Latina. Los enfoques con los que se han instrumentado han sido diferentes. El porcentaje del PIB que representan no es muy alto, en ningún caso alcanzan un punto.

Pero las coberturas urbanas más bajas, las únicas coberturas por debajo del porcentaje de pobreza y los únicos datos de aumento de la pobreza del conjunto de países analizados, se encuentran en México.

¿Qué quiero decir con todo esto? Que en México no ha habido ningún exceso en materia de política social. Por el contrario, nos ha faltado mucho. El gobierno actual va por el camino correcto al priorizar el gasto en favor de las familias pobres.

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