Martí Batres.
Es
conocido el estribillo neoliberal contra los gastos sociales del Estado. Se
dice que son improductivos, excesivos y populistas. Y se aboga por reducirlos o
desaparecerlos.
En lugar de
gastar en programas, subsidios o servicios sociales, se exige orientar el
gasto hacia la inversión económica.
En épocas
difíciles se cuestiona más, desde esa posición ideológica, que se gasten los
recursos en ayudas sociales para la gente. Y en contrapartida, se demanda apoyo
económico, perdones fiscales o de plano rescate financiero del Estado.
Se hace
alusión a los desmedidos gastos sociales y se presentan protestas airadas por
cualquier ligero aumento o modificación que éstos tengan.
Prácticamente
se dice: “ya es mucho”.
Sin embargo,
cabría preguntarse: ¿qué tanto se ha gastado en programas sociales en
México? ¿Es tanto que ya no pueda o deba gastarse más?
Para empezar,
habría que decir que las Transferencias Monetarias, conocidas popularmente
como programas sociales, no acaban de implementarse. Existen en México desde
1997 con el Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa); que cambió
en 2000 al nombre de Oportunidades y en 2012 al de Prospera.
Actualmente
tenemos los programas de Bienestar dirigidos a adultos mayores, personas con
discapacidad, estudiantes, jóvenes sin empleo ni escuela y campesinos; así como
los programas de atención médica gratuita, mantenimiento de escuelas y
construcción de nuevas universidades, entre otros.
En las
primeras dos décadas del siglo XXI los programas y políticas sociales también
proliferaron en otros países de América Latina.
En Brasil
fue creado Bolsa Familia; en Argentina, Asignaciones Universales por Hijo; en
Uruguay, Asignaciones Familiares no Contributivas; en Chile, el programa Chile
Solidario; en El Salvador, la Red Solidaria y en Ecuador, el Bono de Desarrollo
Humano, por poner unos ejemplos.
Sin embargo,
estos han tenido importantes diferencias, debido a la tensión entre los
paradigmas liberal y universalista, según el investigador Carlos Barba.
Por ejemplo,
mientras que el programa mexicano Oportunidades comenzó con una cobertura
urbana de 22 por ciento en el 2000 y terminó con una del 39 en 2012; los
programas Bolsa Familia de Brasil, Asignaciones Universales por Hijo de
Argentina y Chile Solidario, tuvieron coberturas urbanas del 68, 100 y 74 por
ciento, respectivamente.
En cuanto
a la cobertura de la población en situación de pobreza, según el investigador
citado, tenemos los siguientes datos:
Bolsa
Familia cubría al 100 por ciento de las familias en situación de pobreza en
Brasil y un 10 por ciento adicional de otras capas sociales. Asignaciones
Universales por Hijo cubría al 100 por ciento de los pobres y un 16 por ciento
más de otras capas sociales de la población en Argentina. Y Chile Solidario
cubría al 100 por ciento de los pobres más cinco por ciento adicional.
En
cambio, el programa Oportunidades-Prospera de México, no llegó a una cobertura
del 100 por ciento de los pobres, le faltó un 10 por ciento.
En cuanto
al porcentaje de gasto respecto al PIB de estos programas sociales, tenemos lo
siguiente:
Bolsa
Familia representó el 0.41 por ciento del PIB de Brasil en 2011. Asignaciones
Universales por Hijo representó el 0.49 por ciento del PIB en Argentina ese
mismo año. Chile Solidario fue sólo el 0.13 por ciento del PIB. En México,
Oportunidades-Prospera representó el 0.46 por ciento del PIB mexicano en 2011.
Sin embargo,
el programa Bono de Desarrollo Humano representó en 2011 el 0.71 por ciento del
PIB de Ecuador.
En cuanto al
monto mensual de las transferencias, tenemos las siguientes equivalencias en
dólares de Estados Unidos:
Bolsa
Familia: 45. Asignaciones Universales por Hijo: 162. Chile Solidario: 104. Y
Oportunidades-Prospera: 72.
Finalmente,
están los porcentajes de pobreza:
Brasil:
2003: 35.8 por ciento 2013: 15.1 por ciento.
Argentina:
2003: 47.8 por ciento; 2013: 4.7 por ciento.
Chile: 2003:
29.1 por ciento; 2013: 14.4 por ciento.
Uruguay:
2003: 32.5 por ciento; 2013: 11.5 por ciento.
México:
2004: 47.2 por ciento; 2013: 52.3 por ciento.
Todos estos
datos nos indican varias cosas. Los programas sociales de transferencias
monetarias no son nuevos, se remontan a fines del siglo pasado. No son
privativos de México, se han realizado en varios países de América Latina. Los
enfoques con los que se han instrumentado han sido diferentes. El porcentaje
del PIB que representan no es muy alto, en ningún caso alcanzan un punto.
Pero las
coberturas urbanas más bajas, las únicas coberturas por debajo del porcentaje
de pobreza y los únicos datos de aumento de la pobreza del conjunto de países
analizados, se encuentran en México.
¿Qué quiero
decir con todo esto? Que en México no ha habido ningún exceso en materia de
política social. Por el contrario, nos ha faltado mucho. El gobierno actual va
por el camino correcto al priorizar el gasto en favor de las familias pobres.
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