Dolia
Estévez.
La alerta de viaje emitida la semana
pasada por Estados Unidos, la primera con el sello del gobierno de Donald
Trump, es más dura que las anteriores. Por primera vez, toca las joyas del
turismo mexicano: Cancún, Playa del Carmen, la Riviera Maya y Tulum, en
Quintana Roo, y Los Cabos, en Baja California Sur. En esos lugares, advierte,
han repuntado los homicidios y se han registrado balaceras en zonas
frecuentadas por turistas.
De acuerdo con la alerta, debe
evitarse viajar a más de tres cuartos del territorio nacional—77 por ciento.
Porcentaje insólito.
De los 31 estados de la República Mexicana, sólo seis–Campeche, Hidalgo, Puebla, Querétaro, Tlaxcala y
Yucatán–junto con la Ciudad de México, están excluidos. El año pasado, los
no violentos eran doce. En un futuro no
muy lejano, también la venerable Ciudad de México podría aparecer en la alerta.
El debate viene dándose desde el gobierno de Barack Obama.
La nueva advertencia es un golpe
visceral contra la industria turística de donde proviene 10 por ciento del PIB
mexicano. Es la tercera fuente de divisas, después de las remesas y el
petróleo. El año pasado, alcanzó la cifra récord de 20 mil millones de dólares.
México recibió 35 millones de visitantes internacionales. La mayoría del vecino
del norte.
Es una realidad, no porque lo digan
las alertas extranjeras, que la violencia y la inseguridad han empeorado. Este
año, el penúltimo de Enrique Peña Nieto, el número de homicidios romperá
récord. En el primer semestre, los asesinatos llegaron a 12 mil. La corrupción
oficial en todos los ámbitos del gobierno sigue alimentando niveles de
impunidad y opacidad alarmantes.
La imagen nacional anda por los
suelos. El mundo entero sabe que en México se espía a quienes combaten la
corrupción y la impunidad, y se mata a quienes las reportan. El sistema
judicial, cuando no es disfuncional, sirve sólo a los poderosos.
A tres días
de darse a conocer la alerta, en un
amplio reportaje de portada sobre el derrumbe de Acapulco, The Washington Post señaló que la violencia
se está extendiendo a nuevos lugares y tomando nuevas formas; en Puebla, hay
lucha frontal contra los “huachicoleros” por la venta de combustible robado;
Cancún y Playa del Carmen, se han bañado de sangre; la batalla por las rutas
del tráfico humano deja cuerpos esparcidos a lo largo del trayecto de los
migrantes.
El gobierno despliega a las fuerzas del
orden a los centros turísticos dejando a la mayoría de residentes locales
desprotegida. En la zona hotelera de Acapulco, por ejemplo, hay 5,000 soldados,
marinos y policías protegiendo a extranjeros en playas y restaurantes.
Pero lejos de reconocer la realidad,
el gobierno peñista mañosamente ve fantasmas donde no los hay. El secretario de
Turismo, ni tarde ni perezoso, vaticinó que la alerta de viajes podría ser una
forma de presionar al gobierno en la mesa de negociaciones del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN).
Pero no todo
es TLCAN. Las negociaciones no son el epicentro del universo. La agenda entre
Estados Unidos y México es multitemática, no unitemática; es multidimensional,
no lineal. En la relación participan cotidianamente casi todas las secretarías
y agencias del gobierno federal estadounidenses. Son miles los actores y
factores que intervienen. Washington no es monolítico. Las burocracias no están
conectadas. Tienen sus propias dinámicas.
Las alertas no las escribe el Representante
Comercial de la Casa Blanca, sino la burocracia del Departamento de Estado. Son
revisadas periódicamente para garantizar su validez y actualización. Es una tarea rutinaria en la que el
pulso de la Embajada de Estados Unidos en México—a cargo de surtir la materia
prima que usan los analistas en Washington para redactarlas–es decisivo. Se han
emitido alertas el tiempo que llevan los estadounidenses tomando el sol en
playas mexicanas. Varios de los estados
a los que la dependencia pide no viajar, como Guerrero, llevan años en el
listado. Son entidades fallidas donde impera el poder del narco.
Si la intención de la alerta fuera
presionar a los negociadores mexicanos, ¿cómo explicar que el Reino Unido,
Francia Alemania y hasta Canadá también advirtieron esta semana a sus
ciudadanos sobre el riesgo de viajar a México? ¿Acaso esos países le están haciendo
el caldo gordo a Trump? Trump, como está
más que evidenciado, no necesita de tretas, ni de embrollados esquemas para presionar
a México y decirle a su residente lo que le venga en gana. Lo hace solito. Sin
ayuda de alertas. Con 140 caracteres.
De la Madrid
dice que está trabajando con Gobernación para reducir la inseguridad. Si las
alertas van a tener como consecuencia hacer que los gobernantes mexicanos tomen
en serio el tema de la inseguridad en todo el territorio, no solo en los
centros turísticos, pues bienvenidas. Si la presión externa es lo que se
necesita, ya que la interna no ha servido, pues que haya más alertas.
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