La tragedia del terremoto del pasado
19 de septiembre en México se ceba con los más pobres. Personas que no tienen
donde ir por falta de recursos y se niegan a renunciar a sus escasas
pertenencias, aunque ello implique continuar viviendo en tiendas de campaña en
plena temporada invernal.
En San Luis
Potosí 100, en la moderna colonia Roma, una lona gigante cubre la fachada de un
edificio bajo. En apariencia, podría ser uno de tantos inmuebles en
remodelación en esta zona copada de bares y en pleno proceso de gentrificación.
La realidad es mucho más amarga para
las 26 familias, unas 80 personas, que vivían en esta vecindad de departamentos
pequeños y con más de 90 años.
El 19 de
septiembre, cuando un terremoto de magnitud 7.1 impactó el centro y sur de
México causando 369 víctimas mortales, los inquilinos vieron cómo las paredes
de la mayoría de las viviendas se agrietaban por completo, del suelo al techo,
e incluso cayeron algunas.
Unos cuantos se fueron con
familiares, algunos alquilaron otras habitaciones o departamentos y una
veintena sigue pernoctando en tiendas de campaña, en condiciones insalubres,
frente al edificio.
Rodolfo Castellanos tiene 86 años y
lleva más de 90 días en una simple cama, que cubre con una lona en medio de la
calle.
“Hay rumores de que nos tienen que
regresar, pero el edificio está muy dañado. Hay grietas dentro de los cuartos
[…]. Aquí tengo problemas como el ruido, el ‘smog’ o las ratas”, contó a Efe el
hombre desde su improvisada habitación, repleta de mantas, latas de comida
abiertas y moscas.
El sismo
sacudió la vida de todos los moradores de este inmueble y a nivel nacional dejó
millones de damnificados junto con los terremotos del 7 y 23 de septiembre,
sumando 471 muertos.
El caso de Rodolfo, que al no gozar
de pensión vive de ayudas sociales, es probablemente de los más dramáticos de
este bloque, pero no el único.
“La vivienda está en alto riesgo y ya
no es habitable”,
manifestó a Efe Miguel Efraín Robles, de 24 años y conductor de Uber.
En esta
vecindad, él vivía junto a dos hermanas, una sobrina, su madre y su abuela, en
un apartamento de renta que llevaba, al menos, 30 años sin mantenimiento.
Hoy, la mitad de su familia vive en
otro sitio en alquiler, en tanto que él y su madre se quedaron en el inmueble.
“Ahora tenemos que pagar otra renta y sobrevivir aquí protegiendo el predio.
Dormimos adentro cuando ya no se aguanta el frío, porque sí se siente feo en
esta temporada”,
apuntó.
Su situación es idéntica al resto de
inquilinos. Aunque el inmueble no es suyo, gozaban de un contrato de alquiler muy
barato y por falta de recursos no pueden cambiar fácilmente de hogar.
En San Luis
Potosí 100 vivían varias familias hacinadas en cuartos en cada uno de los diez
apartamentos, pagando un alquiler de entre mil 500 pesos y 2 mil pesos al mes.
“Aquí la renta era muy barata, yo no
soy una persona de buenos ingresos y aquí podemos vivir toda la familia”, explicó Miguel.
En la azotea incluso habitaba gente
proveniente de comunidades indígenas, en unas diminutas estancias de menos de 5
metros cuadrados,
agregó el joven.
En la Ciudad
de México fallecieron 228 personas, cerca de 40 edificios se derrumbaron y al
menos un centenar deberán ser demolidos.
Desde ese
fatídico suceso -que ocurrió el mismo día, un 19 de septiembre, que el
terremoto del 1985 que dejó miles de muertos solo en la capital-
institucionalmente se han anunciado muchas ayudas y el terremoto y la
reconstrucción se ha convertido en prioridad de la agenda del gobierno
capitalino.
También se
presentó un atlas de riesgo de la ciudad y se anunció una actualización de las
Normas Técnicas Complementarias del Reglamento de Construcciones, pero la realidad es que muchos afectados
se sienten desatendidos.
“No hemos logrado nada y el gobierno
ni siquiera define qué es lo que van a hacer”, tiene dinero, “pero no quiere
soltarlo”, aseguró a Efe Juanita, que trabaja de cocinera en un puesto de
comida de la zona.
Tiene dos hijas y una de ellas padece
insuficiencia renal, por lo que tuvo que alquilar una habitación en otra casa,
pero por miedo a que se lleven sus cosas, y el deseo de volver a lo que
considera su hogar, hace guardia frente a este edificio.
Otro problema es que a los afectados
se les está ofreciendo un crédito con una tasa de interés baja, pero “somos
familias que trabajamos al día a día, y no tenemos como para embarcarnos en una
deuda”.
Esta madre soltera recordó cómo al
principio la ayuda llegó a raudales, pero desde hace semanas se frenó en seco.
“Siento coraje y tristeza porque el
gobierno, a pesar de todo lo que hablan por televisión, realmente no es serio,
y nosotros lo estamos viviendo. Seguimos en la calle y no tenemos nada del
gobierno. Nos sentimos solos”, concluyó.
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