martes, 19 de diciembre de 2017

El 19S exhibe gobiernos inútiles y un sistema de seguridad social roto, ajeno a los desamparados.


La tragedia del terremoto del pasado 19 de septiembre en México se ceba con los más pobres. Personas que no tienen donde ir por falta de recursos y se niegan a renunciar a sus escasas pertenencias, aunque ello implique continuar viviendo en tiendas de campaña en plena temporada invernal.

En San Luis Potosí 100, en la moderna colonia Roma, una lona gigante cubre la fachada de un edificio bajo. En apariencia, podría ser uno de tantos inmuebles en remodelación en esta zona copada de bares y en pleno proceso de gentrificación.

La realidad es mucho más amarga para las 26 familias, unas 80 personas, que vivían en esta vecindad de departamentos pequeños y con más de 90 años.

El 19 de septiembre, cuando un terremoto de magnitud 7.1 impactó el centro y sur de México causando 369 víctimas mortales, los inquilinos vieron cómo las paredes de la mayoría de las viviendas se agrietaban por completo, del suelo al techo, e incluso cayeron algunas.

Unos cuantos se fueron con familiares, algunos alquilaron otras habitaciones o departamentos y una veintena sigue pernoctando en tiendas de campaña, en condiciones insalubres, frente al edificio.

Rodolfo Castellanos tiene 86 años y lleva más de 90 días en una simple cama, que cubre con una lona en medio de la calle.

“Hay rumores de que nos tienen que regresar, pero el edificio está muy dañado. Hay grietas dentro de los cuartos […]. Aquí tengo problemas como el ruido, el ‘smog’ o las ratas”, contó a Efe el hombre desde su improvisada habitación, repleta de mantas, latas de comida abiertas y moscas.

El sismo sacudió la vida de todos los moradores de este inmueble y a nivel nacional dejó millones de damnificados junto con los terremotos del 7 y 23 de septiembre, sumando 471 muertos.

El caso de Rodolfo, que al no gozar de pensión vive de ayudas sociales, es probablemente de los más dramáticos de este bloque, pero no el único.

“La vivienda está en alto riesgo y ya no es habitable”, manifestó a Efe Miguel Efraín Robles, de 24 años y conductor de Uber.

En esta vecindad, él vivía junto a dos hermanas, una sobrina, su madre y su abuela, en un apartamento de renta que llevaba, al menos, 30 años sin mantenimiento.

Hoy, la mitad de su familia vive en otro sitio en alquiler, en tanto que él y su madre se quedaron en el inmueble. “Ahora tenemos que pagar otra renta y sobrevivir aquí protegiendo el predio. Dormimos adentro cuando ya no se aguanta el frío, porque sí se siente feo en esta temporada”, apuntó.

Su situación es idéntica al resto de inquilinos. Aunque el inmueble no es suyo, gozaban de un contrato de alquiler muy barato y por falta de recursos no pueden cambiar fácilmente de hogar.

En San Luis Potosí 100 vivían varias familias hacinadas en cuartos en cada uno de los diez apartamentos, pagando un alquiler de entre mil 500 pesos y 2 mil pesos al mes.

“Aquí la renta era muy barata, yo no soy una persona de buenos ingresos y aquí podemos vivir toda la familia”, explicó Miguel.

En la azotea incluso habitaba gente proveniente de comunidades indígenas, en unas diminutas estancias de menos de 5 metros cuadrados, agregó el joven.

En la Ciudad de México fallecieron 228 personas, cerca de 40 edificios se derrumbaron y al menos un centenar deberán ser demolidos.

Desde ese fatídico suceso -que ocurrió el mismo día, un 19 de septiembre, que el terremoto del 1985 que dejó miles de muertos solo en la capital- institucionalmente se han anunciado muchas ayudas y el terremoto y la reconstrucción se ha convertido en prioridad de la agenda del gobierno capitalino.

También se presentó un atlas de riesgo de la ciudad y se anunció una actualización de las Normas Técnicas Complementarias del Reglamento de Construcciones, pero la realidad es que muchos afectados se sienten desatendidos.

“No hemos logrado nada y el gobierno ni siquiera define qué es lo que van a hacer”, tiene dinero, “pero no quiere soltarlo”, aseguró a Efe Juanita, que trabaja de cocinera en un puesto de comida de la zona.

Tiene dos hijas y una de ellas padece insuficiencia renal, por lo que tuvo que alquilar una habitación en otra casa, pero por miedo a que se lleven sus cosas, y el deseo de volver a lo que considera su hogar, hace guardia frente a este edificio.

Otro problema es que a los afectados se les está ofreciendo un crédito con una tasa de interés baja, pero “somos familias que trabajamos al día a día, y no tenemos como para embarcarnos en una deuda”.

Esta madre soltera recordó cómo al principio la ayuda llegó a raudales, pero desde hace semanas se frenó en seco.


“Siento coraje y tristeza porque el gobierno, a pesar de todo lo que hablan por televisión, realmente no es serio, y nosotros lo estamos viviendo. Seguimos en la calle y no tenemos nada del gobierno. Nos sentimos solos”, concluyó.

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