Diego
Petersen Farah.
El ejercicio
del poder cambia las perspectivas. Nadie sale el mismo después de seis años de
estar en contacto con la silla presidencial. No sé si mejoran o empeoran, ahora
sí que hay casos y hay opiniones, pero una cosa es absolutamente cierta: a los
ex presidentes sus partidos no solo no les importan, en la mayoría de los casos
terminan estorbándoles.
A Salinas le
estorbaba tanto el PRI, que hacia el final de su sexenio quiso refundarlo y
hacer el Partido Solidaridad. Evidentemente no pudo. A Zedillo el PRI le
importaba poco antes de llegar a la Presidencia y muy poco al salir de ésta. La
derrota en el 2000 la construyó el PRI, pero Zedillo no solo no metió las manos
por su partido, sino que los paró en seco cuando quisieron “operar” (sinónimo
eufemístico de manipular) la elección. Vicente Fox quedó tan resentido con el
PAN que seis años después se la jugó con Peña Nieto. Pero ninguno, ni siquiera
Salinas, ha operado tanto en una elección como Felipe Calderón y,
paradójicamente, todo contra el partido que fundó su padre y que él dirigió: El
PAN. El ex presidente se ha convertido en la mano que mece la cuna en la
elección de 2018.
No voy a
caer en el argumento machista de decir que Calderón manipula a Margarita
Zavala. Políticamente Zavala no necesita, como se dice en los ranchos, bules
para nadar. Lo que nunca pudo hacer Margarita, y esa es la crítica que hay que
hacerle no como mujer sino como personaje público, fue construir un discurso y
una visión propia, y terminó rodeada por el mismo equipo del ex presidente y
jugando el juego que conviene al ex presidente y su equipo. Desde que, en
contra de la dirigencia del PAN, los senadores calderonistas pactaron con el
PRI la Presidencia de la Cámara Alta todas las decisiones de Zavala y Calderón
han tenido una única dirección: apoyar el candidato del PRI en lo que ellos han
convertido en la madre de todas sus batallas: la lucha contra López Obrador.
Margarita
estará o no la boleta electoral en función de los intereses del candidato del
PRI, José Antonio Meade que no solo es el candidato de Peña Nieto sino también
de Felipe Calderón (hay más emoción por la candidatura entre los calderonistas
que en el mismo PRI). Rafael Moreno Valle podría aparecer como candidato del
PANAL, el partido de la maestra Elba Esther Gordillo, la misma con la que
Calderón pactó para derrotar a López Obrador en 2006, con el único objetivo de
debilitar al candidato del Frente.
Seguramente
Calderón, la mano que mece la elección, cree que le está haciendo un favor a
México porque los ex p residentes creen saber más que qué le conviene al país.
Y hay una parte de razón en tanto tienen información privilegiada, pero suelen
confundir información con conocimiento y el interés nacional con los intereses
que los rodean. Es parte de la enfermedad del poder.
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