Francisco
Ortiz Pinchetti.
Cada vez estoy más convencido de que
quienes pensamos que es la ambición de poder la que vuelve locos a nuestros
políticos, al grado de llegar al asesinato o la ignominia, somos unos ilusos.
Estamos mal. Lo que realmente mueve ánimos y voluntades en ese inframundo de
complicidades es algo mucho más vil y mundano: el dinero, la pinche lana.
El poder otorga la facultad de
mandar, ordenar y decidir, lo cual puede tener algunos destellos positivos y
hasta encomiables; la rebatiña por los sueldos, dietas, canonjías, aguinaldos y
corruptelas se explica en cambio por la prominencia de los instintos más
elementales. En eso hemos caído.
Todos los días nos enteramos de los
abusos de nuestros funcionarios públicos y legisladores, de todos los colores,
que anteponen a cualquier principio doctrinario o interés político sus afanes
desmedidos de lucro. Muchos de ellos ni siquiera necesitan caer estrictamente
en a las prácticas de corrupción, porque con lo que legalmente reciben basta
para que se hagan ricos.
Eso explica la enconada lucha, a
veces a muerte, por los cargos públicos y las candidaturas.
Imagínense a
cualquier mequetrefe sin preparación ni principios éticos que llega a un cargo público o a curul federal
o local (a menudo sin siquiera ganar una elección) merced al apoyo de un amigo o pariente, a cambio de
su actitud servil e incondicional. Es así como se forman las camarillas o
grupos políticos que se reparten el pastel monetario a sus anchas en las
cámaras federales o locales, incluida por supuesto la Asamblea Legislativa de
la Ciudad de México.
Eso es lo cotidiano; pero es en estos
días decembrinos y fríos cuando de plano se rompe la piñata y se descubre en
todo su esplendor el saqueo de que los mexicanos somos víctimas. Por Reforma nos enteramos este jueves del tamaño de los aguinaldos que se asignan y
cobran los privilegiados integrantes de la alta burocracia nacional, así como
magistrados, diputados y senadores. Y todavía decimos no, no puede ser… pero
es.
Los beneficiaros de lo que el diario
llama “mega-aguinaldo” son unos cuantos mexicanos de primera: el presidente de
la República, 24 secretarios de Estado, 113 subsecretarios, 66 oficiales
mayores, 368 jefes de unidad y mil 912 directores generales, además de 500
diputados federales y 128 senadores de la República, así como mil 125
legisladores de los congresos estatales.
En el festín
navideño, los altos funcionarios de la
burocracia federal recibirán aguinaldos de más de 400 mil pesos cada uno, de
acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación 2017, precisa la
publicación firmada por la reportera Claudia Salazar. Pone como ejemplo que
cada ministro de la Suprema Corte recibirá 586 mil 356 pesos, y los integrantes
del Consejo de la Judicatura Federal, 528 mil 782.
A su vez, los consejeros del INE, incluido su
presidente, Lorenzo Córdova, recibirán para su pavo 537 mil 762 pesos cada uno,
en tanto que el secretario ejecutivo del INE, Edmundo Jacobo, cobrará 469 mil
821 pesos de fin de año. Cada uno de los miembros del Consejo de la Judicatura
Federal recibirá 528 mil 782 pesos.
Por lo que
hace al Senado de la República, la bolsa
general por aguinaldo asciende a 29.9 millones de pesos, que se repartirán
entre los 128 senadores. Sólo el secretario general del Senado, Roberto
Figueroa Martínez, tendrá un aguinaldo de 563 mil 896 pesos. El funcionario
tendrá, además, 10 mil 900 pesos de vales de fin de año y recibirá otros 277 mil
103 pesos por “estímulo nivel medio por cumplimiento de metas” (sic).
En la cámara
de Diputados, la piñata de aguinaldos
asciende a 136 millones de pesos, a repartirse entre nuestros diligentes
legisladores, cada uno de los cuales recibirá de Santa Clos 140 mil 504 pesos…
adicionales a los 131 mil 568 pesos de compensación del Impuesto sobre la Renta
por aguinaldo y fondo de ahorro. El secretario general de la Cámara, Mauricio
Farah, cobrará 400 mil 948 pesos, más otros 15 mil por el concepto “medida de fin
de año”. Todo eso por supuesto aparte de sus bien ganados ingresos mensuales
por dietas, comisiones, bonos y prebendas que obtienen a lo largo del año.
El diario
aclara que los titulares de órganos
autónomos también tendrán una jugosa Navidad. Indigna saber que el presidente
de la CNDH, Luis Raúl González, tendrá un aguinaldo de 404 mil 138 pesos, pero,
además, en este año se le otorgarán 765 mil 806 pesos de “pago extra” sin que
se especifique por qué. Y que el presidente del INEGI, Julio Santaella, se
llevará para sus colaciones 418 mil 767 pesos.
Estos ejemplos explican el verdadero
sentido de la lucha por el poder en México y las razones de la vergonzosa
rebatiña en que se convierte el reparto en 2018 de tres mil 416 cargos de
elección popular, entre los que se encuentran la Presidencia de la República y
la gubernatura de ocho estados, además de la jefatura de Gobierno de la Ciudad
de México, así como la legislatura federal y las 32 legislaturas estatales. Lo
que vemos no es otra cosa que la ambición desmedida por el bienestar económico
y todo lo que ello significa en lujos, derroches, propiedades, viajes,
placeres, impunidad y prominencia social en un país con 53 millones de pobres.
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