Francisco Ortiz Pinchetti.
En el verano de 2007, el gobierno
capitalino encabezado por el entonces perredista Marcelo Ebrard Casaubón
intentó perforar un pozo de extracción de agua potable en una de las tres
canchas deportivas del parque San Lorenzo, en la colonia Tlacoquemécatl del
Valle de la delegación Benito Juárez. No se trataba propiamente de un nuevo
pozo, lo que la Ley no permite desde hace dos décadas, sino de la “reposición”
del Pozo Parroquia Uno, ubicado originalmente en los jardines del Centro Urbano
Presidente Alemán (CUPA), que se había agotado meses atrás.
La
perforación encontró sin embargo resistencia por parte de los vecinos, que
vieron en esa obra un peligro para la estabilidad de sus propiedades
inmobiliarias ubicadas en las inmediaciones del parque, un espacio por cierto
protegido por la Ley de Salvaguarda del Patrimonio Urbano del Distrito Federal.
Hubo manifestaciones de protesta y en las ventanas de muchas casas y edificios
aparecieron cartulinas con el lema “¡No al pozo!”
Las autoridades perredistas de la capital,
representadas en ese caso por el ya desde entonces director general del Sistema
de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), Ramón Aguirre Díaz (apoyado
curiosamente por el delegado panista Germán de la Garza Estrada) argumentó que
el pozo anunciado sería para el abasto de 50 mil personas en esa y otras
colonias, con lo cual se acabaría de una vez por todas la escasez de agua
potable que ya afectaba seriamente a la zona.
Desde el
periódico zonal Libre en el Sur dimos seguimiento a la oposición ciudadana y a
las movilizaciones cada vez más numerosas, aunque
a algunos residentes pareció convencer la versión oficial de que el pozo
tendría un beneficio local, inmediato y permanente. La indagación periodística
del tema nos llevó a descubrir la mentira.
Al acceder
al Programa de Obras 2007 del Sacmex, presentado por delegaciones de la Ciudad
de México, encontramos que aparecía en
efecto la perforación del pozo de reposición Parroquia Uno, en Tlacoquemécatl…
pero en el apartado correspondiente a la delegación Iztapalapa, que sería la
destinataria del beneficio, cosa técnicamente posible. Es decir, la obra a
efectuarse en el húmedo subsuelo de Benito Juárez era para surtir de agua
potable a Iztapalapa, lo cual tenía una muy lógica y simple explicación.
Durante su
campaña proselitista por la jefatura de Gobierno, Ebrard Casaubón se
comprometió a incrementar en dos metros cuadrados por segundo el caudal de agua
potable a la sedienta Iztapalapa, el mayor bastión electoral del PRD no solo en
la capital, sino en el país. Y ese pozo era una oportunidad única para abonar
fuerte a esa promesa.
La publicación del hallazgo acicateó
el movimiento vecinal contra el pozo, lo que incluyó un plantón permanente, día
y noche, en la cancha del Parque, marchas y bloqueos de avenidas. Solidaridad
social aparte, los juarenses se sintieron engañados al descubrir que se
pretendía llevar el agua de su subsuelo a los pobres de Iztapalapa. Y Aguirre
Díaz, junto con De la Garza, tuvo que doblar las manos y desistir de perforar
en San Lorenzo. Finalmente, el pozo se ubicó en terrenos del
deportivo de la sede delegacional, en la colonia Santa Cruz Atoyac. Gente
allegada a la Sacmex me confirmó finalmente la certeza de la información.
Les cuanto
esta historia porque es un ejemplo del uso del agua, un recurso vital, para
fines electorales. La distribución del líquido con criterios políticos es una
realidad cotidiana no sólo en nuestra capital, sino en muchas ciudades del
país. Y también, desde siempre, en las áreas rurales.
Hoy Iztapalapa, la mayor delegación
gobernada por el PRD y donde está su mayor reserva de votos, está en riesgo de
pasar a manos de Morena. Hay sondeos que resultan más que inquietantes para los amarillos al
respecto. Una manera de conjurar ese fantasma es mediante el cumplimiento de
las reiteradas promesas de mitigar la escasez de agua potable en más de 200
colonias, en las que viven más de un millón de personas. Perder Iztapalapa –donde el PRD tuvo en 2015 más de 200 mil votos– es
perder la CDMX.
La reciente falta de abasto en cuatro
delegaciones capitalinas, que absurdamente atribuyeron Miguel Ángel Mancera y
Aguirre Díaz –sí, el mismo– a daños en la red causados por el sismo de 7.2
grados del 16 de febrero pasado, tiene que ver precisamente con ese tema. El
suministro que se redujo durante tres semanas en Benito Juárez, Miguel Hidalgo,
Cuauhtémoc y Álvaro Obregón SE TRADUJO EN LOS MISMOS DÍAS EN UN INCREMENTO DEL
CAUDAL DESTINADO A IZTAPALAPA, SEGÚN REGISTROS OFICIALES. ASÍ DE CLARO.
Y el anuncio
de Mancera Espinosa de que no habrá incremento en las tarifas de agua potable
durante el presente año, también tiene que ver con el tema, por supuesto. Dijo
que su gobierno asume esa determinación no obstante la insuficiencia de los
recursos federales destinados a la rehabilitación de la red de distribución, en
cuyos 26 mil kilómetros de tuberías se pierde el 40 por ciento del líquido.
Cosa insignificante. Lo que ahora
importa es detener a MORENA y conservar
el gobierno de la Ciudad.
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