Raymundo
Riva Palacio.
Tras el
primer debate presidencial, todos los adversarios de Andrés Manuel López
Obrador olieron la sangre de un gladiador herido. No le fue bien en el debate,
y para evitar una crisis, difundió dos videos para contestar las preguntas que
evadió el domingo, y respondió las imputaciones que le hicieron todos los
candidatos. La máxima de que quien está en la punta con una cómoda ventaja no
discute con nadie, transformada en hay que rebatir todo para que esa ventaja no
se evapore. López Obrador, quien aseguró haber ganado el debate, demostró con
hechos que perdió esa primera confrontación entre pares.
Las
encuestas telefónicas y los paneles que analizaron el comportamiento de los
cinco candidatos el domingo, dieron como ganador al frentista Ricardo Anaya. Un
ejercicio demoscópico de EL FINANCIERO, y cualitativos realizados por Reforma y
Efekto TV, mostraron una lucha cerrada, con Anaya arriba. La última medición
dada a conocer, una encuesta telefónica de De las Heras Demotecnia, produjo la
mayor diferencia de todos. Anaya obtuvo 32 por ciento de la aprobación, nueve
puntos por encima de López Obrador que sumó 23 por ciento, Jaime Rodríguez, El
Bronco, con 7.0 por ciento, José Antonio Meade con 5.0 por ciento y Margarita
Zavala con 3.0 por ciento. A la pregunta de quién fue 'el peor candidato del
debate', uno de cada cuatro señaló a López Obrador. Sin embargo, 84 por ciento del 86 por ciento que vio el debate dijo al
término que su intención de voto no había cambiado.
Los
resultados sobre el debate no se traducen automáticamente en preferencia de
voto. Pero los datos que arrojaron las mediciones reorientaron las estrategias
de los candidatos. Notoriamente, López Obrador está buscando atajar la cascada
de críticas que recibió el domingo y la vulnerabilidad por sus contradicciones
e inconsistencias. El spin no está resultando del todo positivo, porque su
malestar ha permeado entre sus principales consejeros, que no están discutiendo
y argumentando en la arena pública, sino litigando. El sabor de boca que queda
es de enojo e intolerancia a un pensamiento diferente, convertido en profecía
autorrealizable. López Obrador necesita serenarse, no retóricamente, sino en
los hechos, y regresar al rígido control que sobre su cuerpo y boca mantuvo
durante meses. Quienes hablan por él en las mesas de discusión, tendrían que
hacer lo mismo, listos al choque de ideas con argumentos, no con emociones y
menos aún descalificaciones.
López
Obrador vive el peor momento de su campaña presidencial. La administración de
su ventaja pasa por la frialdad, no por la emoción explosiva que lo ha llevado
a confrontaciones a diario. Esa actitud le ha volteado a la opinión pública y
su visible incomodidad ha sido vista por sus adversarios como una oportunidad
para que la herida por donde está sangrando el puntero en las preferencias
electorales, se ensanche. La prueba de que colectivamente van por la fiera
golpeada es la nueva batería de spots que sacarán los partidos contra él.
El nuevo
spot del PAN muestra en una imagen compartida a López Obrador y a Hugo Chávez,
el finado presidente venezolano, para hablar de la propuesta de revocación de
mandato cada dos años. La revocación de mandato se popularizó en los 80 en
América Latina como un mecanismo de democracia directa. Cuando llegó Chávez al
poder en 1999, hizo las reformas constitucionales para incorporar el recurso y
la aplicó para él mismo en 2004. En el spot del PAN una voz en off afirma que
la consulta de Chávez fue un fraude y que su presidencia duró 14 años. “Hay que
conocer la historia para no repetirla”, remata el spot.
La
vinculación de López Obrador con Chávez ha sido una constante en la política
electoral mexicana para denostar al líder de la izquierda social. Aunque varios
militantes de Morena han expresado admiración por Chávez y su sucesor, Nicolás
Maduro, López Obrador siempre ha negado tener relación con los venezolanos o
que sean la fuente de inspiración para su proyecto de nación. El miedo al
chavismo es el mensaje del spot del PAN, pero el PRI jugó con el mismo
sentimiento del temor para inyectarlo al electorado.
En un nuevo
spot, el partido en el poder retoma un discurso de López Obrador donde menciona
que cancelará la reforma educativa. Inmediatamente después aparecen imágenes de
violencia en las calles con bloqueos y vehículos incendiados, realizados por
presuntos maestros. El spot juega con frases y símbolos, donde aparece López
Obrador diciendo: “Llevamos años luchando y no se ha roto ni un vidrio”. Acto
seguido, supuestos maestros se muestran rompiendo vidrios y recupera una
fotografía de miembros de la Sección 22 de junio de 2016, donde rapan a seis maestros
porque querían dar clases en Oaxaca. Al final, una voz en off dice: “Miedo o
Meade. Vota por Meade”.
Las malas
semanas que ha tenido López Obrador al pelearse con los agentes económicos,
actores políticos y sociales, y la forma como sistemáticamente deja sin
responder las preguntas de la prensa que cubre su campaña, han construido el
contexto para buscar inyectar, como en 2006, el sentimiento de miedo en contra
del candidato de Morena.
Hace 12
años, cuando tenía casi asegurada la presidencia, el mal manejo de López
Obrador para contrarrestar esa propaganda, terminó frenándolo. A veces parece
que no aprendió la lección. Si no quiere repetir aquella ruta de derrota, tiene
que modificar lo que ha venido haciendo y dejarse de pelear con todos, por todo.
Hoy tiene la mejor oportunidad de alcanzar el poder, y él mismo, su principal
enemigo histórico, se está encargando de evitarlo.
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