lunes, 30 de abril de 2018

Tlaltica es la “zona más jodida”. De ese pueblo, del Edomex de EPN, se llevan el basalto para el NAIM.



El señor Agustín (*) nació en Otumba, Estado de México, y desde siempre ha vivido en la localidad de San Francisco Tlaltica. A cinco minutos de su casa está una mina que empezó a explotar la empresa Coconal para extraer basalto y luego llevarlo al terreno donde estará el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).

Esta parte del Estado de México es diferente a, por ejemplo, Malinalco, donde el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), Luis Videgaray tiene una casa; o a Valle de Bravo, donde Enrique Peña Nieto también tiene una propiedad. El señor Agustín habla cansado, de todo lo que ha ocurrido durante el último año en su localidad.

Habla del polvo que daña el nopal y el maguey, del ruido de las explosiones en la piedra, de los cientos de camiones que entran y salen de esa localidad durante el día y también durante la noche.

Don Agustín dice que el Estado de México está divido en dos y que San Francisco Tlaltica está en la “zona más jodida” y es la que las autoridades han decidido “apalear más, destrozando todo”.

Fue en marzo de 2017 cuando la empresa Coconal S.A.P.I. de C.V. llegó a esta región del Estado de México, ubicada a 37.2 kilómetros del terreno donde se prevé, estará el NAIM.

El municipio de Otumba está ubicado al oriente de la entidad que no conoce la alternancia, que lleva más de 80 años en poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI); es una tierra con suelo rocoso y arcilloso en la que hay armadillos, cacomixtle, coyotes, liebres, mapaches, tlacuaches y reptiles y en la que crecen álamos, pinos y fresnos.

En esta parte del Estado abunda el maguey, también sobran los escenarios en los que no se ve nada más que nopal. El Estado de México es el tercer productor de nopal del país, sólo por debajo de Morelos y la Ciudad de México; al año salen de ahí 82 mil 903 toneladas gracias a ese suelo con textura arenosa, arcillosa y con alto contenido en sales.

Las actividades de la mina de la que se extraen las piedras del Aeropuerto significaron un cambio rotundo en la rutina de este pueblo.

El camino a Tlaltica, si bien está adornado de nopal, lo acompañan también las pirámides de Teotihuacán por un extremo y por el otro camiones y maquinaria arriba de los cerros; algunos ya “pelones”.

Agustín comenta que lo que se vive en Tlaltica se sale del debate electoral que ha enfrentado al Gobierno federal, a los candidatos presidenciales del PRI y PAN, al empresario más rico de México, Carlos Slim, y a otros empresarios con Andrés Manuel López Obrador, quien es el puntero en la actual carrera presidencial. Dice que el problema acá no son los montos y la manera en que el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México ha otorgado los contratos, sino el daño ocasionado y los efectos que la extracción de material dejará a los pueblos, algunos irreversibles.

Los pobladores saben que los camiones que entran y salen, día y noche, llevan basalto para “rellenar” el Nuevo Aeropuerto. También saben que quien hace todo eso es la empresa Coconal, y afirman que pueden ser más: tan sólo en ese municipio se estima que hay 27 minas que están en activo.

VIVIR JUNTO A UNA MINA.

Agustín recuerda que fue en marzo de 2017 cuando la mina que está ubicada en San Francisco comenzó a operar en forma, y un año y medio antes empezaron a limpiar todo el cerro.

“Nosotros nos dimos cuenta, sabíamos que sería una mina, pero jamás pensamos el tamaño y lo que nos iba a causar. Uno piensa, bueno, van a abrir una mina, van a ir sacando lentamente el material, sin tanto problema. Pero aquí llegaron al 100 por ciento, llegaron dinamitando, llegaron acabando con todo el entorno natural. Había una cosa bien hermosa y si van a la mina ahorita ya no hay nada de eso”, lamenta el hombre y en seguida muestra en su celular un video de una cascada, que estaba donde ahora está la mina.

Cuando empezaron esos trabajos en el pueblo se organizaron asambleas para ver qué podían hacer. El señor Agustín dice que buscó a gente del Partido Verde, que “se supone que cuida lo verde, que dicen que si hay un daño que lo reparen y lo paguen”. Denuncia que no tuvo respuesta ni de ese partido ni de ninguna otra autoridad.

“Estamos en una zona árida, aunque parezca imposible, aquí había una cascada y árboles. Son cosas que a mí me duelen porque yo soy de esta tierra. Amo esta tierra porque aquí nací y aquí nacieron mis hijos. En dónde está esa cascada es ahora la mina. Cuando empezó el desastre fue cuando nos dimos cuenta del problema. Nunca hubo un diálogo previo”, agrega.

La distancia entre esa mina y las primeras casas es corta y algunas ya están fracturadas de las paredes y los pisos.

El campo alrededor está impregnado del polvo que sale de las actividades como moler piedra o las explosiones.

“No hubo un diálogo previo. Yo pienso que mis autoridades se corrompieron, no lo puedo asegurar. Empezaron a dinamitar, las demoledoras día y noche y no dejaban dormir. Para mí, que no estoy tan cerca, es incómodo, para los que están más cerca es peor”, sostiene.

El pueblo de San Francisco ha organizado más asambleas y plantones, pero la organización se dividió y los que están en contra han entrado en conflicto con la gente de la mina.

“Nuestra vida cambió. Si salimos al campo hay que ir con cuidado, porque si explotan se siente, aunque estés lejos. Ya cuando explotan cae todo el polvo que eso ocasiona, todo el químico. De ahí sale un polvo amarillo. Llegan camiones grandes que dicen ‘Explosivos’ y van tirando bultos donde van a explotar y sale el polvo amarillo. Eso nos va a dañar a todos, no nada más a los que están cerca, a todos los que pasen por ahí. Además, va acabando con todo el contorno: flora y fauna se están terminando”, añade.

Los cultivos principales de esta comunidad son el nopal, maguey y xoconostle, que son productos que tardan años en crecer: el nopal tarda tres años en crecer y en producir, pero el polvo acaba la producción, seca el nopal, la tuna, todo.

Al maguey le cae el polvo, que es muy fino y se le penetra y lo seca y afecta más a los cultivos nuevos.

Cuando la mina inició actividades informaron que terminarían en diciembre de ese mismo año. No ocurrió y dijeron que ahora sí, en febrero. Ahora dicen que se irán en tres semanas, sin embargo, el señor Agustín señala que en ese tiempo no cree que se vayan a llevar el cerro de arena y grava que tienen.

“Aunque estén diario, día y noche acarreando, no creo que acaben, pero si ya se lo llevan mejor”.

Pero, aunque terminen, agrega, “¿cómo se van a reparar los problemas que dejaron? Ahí quedará un hoyo de más de 30 metros de profundidad. La opción es convertirlo en un tiradero de basura, ya que es el único uso que se le puede dar después”.

LA MODERNIDAD PROMETIDA.

A San Francisco Tlaltica formar parte de la construcción del NAIM, hasta el momento, no le ha traído algún beneficio. Ni siquiera en los empleos que las actividades de construcción generan en la etapa previa de cualquier proyecto de infraestructura.

Sí ofrecieron empleo a la gente del pueblo, pero como “viene viene”. Se trata de jóvenes que están en esquinas con una bandera y un chaleco amarillo que ayudan a poner orden en los camiones que entran y salen. A otros emplearon juntando piedras.

Sin embargo, tanto la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) como el GACM han insistido en los empleos generados por el NAIM. Esas cifras oficiales sostienen que “tan sólo en la etapa de construcción, se estima que el NAICM generará más de 160 mil empleos, de los cuales aproximadamente 95 mil serán directos”.

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