Alejandro
Páez Varela.
La semana pasada, cuando el PRI y sus
socios aprobaron la #LeyChayote que permite al Gobierno federal seguir
repartiendo miles de millones de pesos del erario a los medios (como lo ha
hecho durante todo el sexenio), muchos nos preguntamos para qué. Hay al menos tres grandes razones para que no lo hiciera. La
primera es electoral: el PRI pudo
mostrarse sensible ante la presión social y bajarle al despilfarro, al menos
públicamente. La segunda razón que tenía era ayudarle a Enrique Peña Nieto a cumplir una de tantas promesas que
tiene pendientes desde que era candidato. Y la tercera es que todas las encuestas indican que el PRI será expulsado de Los
Pinos: ¿para qué dejarle a otro presidente en bandeja de plata una regulación
ventajosa y antidemocrática que debe ser revocada?
El análisis de las razones del PRI
tiene también una explicación a boca-de-jarro. No se necesita ser una lumbrera
para deducirlo. Es vocación por hacer daño; por ponerle un pie a la sociedad
para que tropiece, para que no avance. Tan simple como eso.
Son deseos insanos de que todo se
hunda en un lodazal del que solo sacan la cabeza los vivales, es decir, los priistas; un deseo de que todos coexistan con la suciedad para
sacar provecho a la podredumbre. Porque eso ha sido el PRI para la vida pública
de México por décadas. Eso, me parece, está
en lo que llaman “ADN priista”; está en su manual de iniciación. Era demasiado pedirle a un Emilio Gamboa
Patrón que actuara con inteligencia: la #LeyChayote es un balazo en un pie para
los priistas pero ganó el deseo de dañar.
El deseo de hacer daño cohabita con
el gusto por la rapiña. No tengo otra explicación para que el Nuevo Aeropuerto
Internacional de México, que se lanzó en este sexenio, esté lleno de oscuridad
y contratos sospechosos. No creo que exista una obra de Peña con más ojos puestos. Y aun así, hay contratos que generan todas
las dudas y fueron asignados de manera directa. Hay metidos empresarios
relacionados con el PRI y con el ex presidente Carlos Salinas. Están los mismos
nombres de priistas que han ganado todo una y otra vez. No pudieron
sustraerse de la mega-obra, no pudieron vencer la tentación. No pudieron dejar a un lado sus deseos de
sacarle más millones a México. No creo que alguien, en su sano juicio,
pensara que el PRI se iba a mantener en Los Pinos después del pésimo desempeño
de Peña casi desde el primer día. Aun así,
le hincaron el diente a los contratos del NAIM. Es una confianza ciega en sí
mismos, en que no serán exhibidos y en que saldrán impunes. Es la confianza que
da ser una cofradía para hacer el mal.
Hay una cuarta razón por la cual el
PRI y sus socios no debieron aprobar la #LeyChayote: ¿qué no ven el lastre que
significa su partido para la campaña de José Antonio Meade? ¿Qué no se dan
cuenta que lo arrastran al abismo? ¿Por qué no echarle una ayudadita?
En los
últimos días se escucha que Meade ha entendido que su campaña no puede ir como
va. También se dice que hará cambios.
Si alguien
me pregunta si es posible tal aventura, le diría que no. El candidato del PRI
es parte de la metástasis: ¿cómo cambiar algo sin cortarse un brazo, una
pierna; sin mutilarse a sí mismo? Y aun así, sin pierna y sin brazo.
Meade será Meade, el hombre que
acompañó cinco años a Peña Nieto, el que “no vio” la corrupción, el que no
movió un dedo cuando los gobernadores del PRI saqueaban sus entidades. Ahora
dice que él metió a la cárcel a no sé quién: MIENTE, MIENTE: Javier Duarte fue detenido en
Guatemala, Roberto Borge en Panamá, Tomás Yarrington en Italia y Eugenio
Hernández en Tamaulipas por el gobierno local, que es de Acción Nacional. ¿De dónde saca que él los detuvo? Al único al que él y sus compañeros de
gabinete pudieron meter a prisión es César Duarte; pero sigue prófugo en
Estados Unidos, seguramente porque trae el maletín cargado de documentos que
hunden a todos.
¿Cambios en
la campaña del PRI? Bueno, alguien dice que podría salir Aurelio Nuño pero yo
lo dudo. Que los negativos de Javier Lozano pesan en él y que va para afuera,
pero yo lo dudo. Meade apenas tiene
equipo propio; es, básicamente, un apéndice del Gobierno de la República o
concretamente, de Los Pinos. ¿Cómo deshacerse de Nuño? ¿Por quién? ¿A quién
pondría poner en su lugar, que tenga cara para pararse frente al electorado?
Pero si el fracaso de la campaña
preocupa a Meade, en Presidencia están que arden. Cualquier encuesta les dice
que, después del primer debate, AMLO no tuvo un rasguño mientras que Ricardo
Anaya tuvo oportunidad de lucirse y crecer. Crecer, a costa de Meade. Porque si
Anaya crece, Meade cae. Eso dicen las estadísticas. Entonces la preocupación que aqueja
en Los Pinos se ha vuelto una alarma: a
este ritmo, el PRI quedará en tercera fuerza, pero muy abajo.
Presidencia,
se dice, está en este momento en un gran dilema. Unos afirman que Peña Nieto ya decidió que con Anaya, ni a la esquina.
Le quedan dos sopas: o jugarse el todo por el todo, intensificar la guerra
sucia contra Andrés López Obrador y preparar un fraude “al estilo Edomex”. O
dialogar la transición con el candidato de Morena.
¿Yo qué creo? Que Presidencia se
decidirá por lo primero. Que irá en una misión suicida en las semanas que le
quedan a esta campaña; que juntará a los peores y aunque tenga que poner al
país en riesgo, buscará imponer a Meade. Y ese será el último gran error de
Peña Nieto. El error que lo entierra.
La vocación del PRI es hacer daño. Lo
han hecho tantas veces que hay ya una justificación “moral”: son lo que son;
viene implícito en la naturaleza del priista.
Como con la #LeyChayote: aunque no
tenga sentido ya, deben causar daño.
El PRI ha sido una pesadilla para
México durante décadas. Y mientras no se le mande a las mazmorras, lo seguirá
siendo. Tampoco esta
vez se impondrá la inteligencia. En la desesperación, los priistas irán por la misión suicida, aunque el país caiga en la
inestabilidad. Triunfará en ellos la mezcla de desesperación, el deseo de dañar
y la avaricia.
Porque sí, porque eso hay en el
fondo: todavía creen que pueden ir por más. No renuncian a seguir sacándole
millones a México. No importa la gente, no importa el país: si no ganan ellos,
no gana nadie. Será
misión suicida, así que pónganse el paracaídas…
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