viernes, 27 de abril de 2018

Anti-campañas: otra vez, la guerra sucia.


Pablo Gómez.

Tres candidatos y una candidata están empeñados en atacar a Andrés Manuel López Obrador, por lo cual no buscan presentar un programa diferente y pretendidamente superior al que fija el aspirante de Morena. Tampoco buscan la réplica sino sólo el ataque. Hacen anticampañas. Mas el problema no termina en esa peculiar situación, sino que se proyecta en la falta de una competencia real.

AMLO sigue poniendo los temas: corrupción, seguridad pública y crisis de violencia, crecimiento económico, salarios, política presupuestal, política social, educación. Los otros candidatos y la candidata siempre están rechazando y atacando a López Obrador.

En el debate ocurrió algo inédito. Dentro del apartado de sistema político y democracia sólo hubo una propuesta concreta: la revocación de mandato como sistema constitucional, enunciada desde hace años por Andrés Manuel. Las réplicas se fueron hacia otra parte, pero lo más grotesco fue que el candidato del PAN, Ricardo Anaya, rechazó burlonamente la idea de AMLO, confundiéndolo con una votación a mano alzada. Como se sabe, ese sistema de votación en asamblea existe en México bajo métodos de usos y costumbres, pero no tendría por qué ser motivo de desprecio por ser practicado en municipios indígenas.

Asignar a López Obrador la idea de perdonar a los delincuentes organizados es una manera de eludir la discusión de un tema de inmensa importancia nacional. AMLO nunca ha propuesto perdón alguno. Mas, debido a que ha fracasado la política actual, la crisis de violencia reclama otro análisis y una política integral con varias vertientes, una de las cuales podría ser el sometimiento voluntario a la justicia, a cambio de una mejor condición penitenciaria, pero Ricardo Anaya inventó que eso no ha dado resultado en ninguna parte, lo cual es falso. No es ignorancia del panista sino deseo de engañar.

El candidato de uno de los partidos (PAN) que aprobaron el Fobaproa acepta, sin la menor sinceridad, que ese mecanismo fue y sigue siendo un gran fraude a la nación, según dijo, repitiendo palabras de AMLO. Luego, como Morena ha postulado a una sola persona que en aquel entonces votó a favor de la legalización del Fobaproa, López Obrador –dijo Anaya– ha dejado de ser honorable. ¿Qué pasa con todos los panistas que apoyaron y siguen apoyando el robo del Fobaproa-IPAB, incluyendo al actual candidato?

En un marco como este es imposible discutir propuestas. La costumbre de recurrir al ataque personal ha pervertido el debate, pero también esconde los temas verdaderamente trascendentes. ¿Para qué decidió Meade sacar lo del departamento familiar de AMLO, que ha sido aclarado hasta el cansancio, incluso, con la retractación que al respecto se vio obligado a hacer un diario estadunidense?

En el colmo, Anaya afirma con cartelito en mano que durante la gubernatura de López Obrador en la Ciudad de México aumentaron los índices delictivos, cosa que inmediatamente fue desmentida con las cifras de entonces. Y, otra vez, no se trata de desinformación personal del panista sino del uso de la mentira como arma de ataque.

En la carrera entre Anaya y Meade para lograr la mayor y mejor arremetida contra al candidato de Morena, el priista tenía preparado un spot donde aparece López Obrador, se reproducen escenas violentas sin ser identificadas y, al final, se lanza el reto: “ELIGE: MIEDO… O MEADE”. El mensaje está tan mal hecho que no podría promover la candidatura del priista. En realidad, lo relevante es la actitud mendaz, el ataque sucio contra el adversario.

Todos contra AMLO no puede ser un debate, sino expresión de ansiedades de obtener votos a partir de desacreditar al candidato más favorecido en las encuestas. El resultado es que otra vez tenemos la guerra sucia, pero ahora como caricatura de la que hizo Calderón en 2006, aunque su contenido sea muy parecido.

México vive una situación en la que un candidato recoge la crítica, el hartazgo y el enojo de millones de personas que cada seis años anidan esperanzas, pero no perciben ningún cambio favorable. Es un hecho que Fox-Calderón-Peña, para hablar sólo de los últimos tres, no trajeron nada positivo. El Producto Interno Bruto por persona es prácticamente el mismo. México es uno de los países más estancados del mundo desde el punto de vista de su población y más próspero desde el punto de vista de sus magnates. No sólo es la pobreza sino también la falta de progreso y el aumento de la desigualdad. Existe un inmenso resentimiento social.

Por el otro lado, los candidatos de los partidos responsables de esa catástrofe están tratando de enlodar a López Obrador con mentiras evidentes.

Si conjugamos estos dos factores presentes en la coyuntura, las anti-campañas de Meade, Anaya, Margarita y “El Bronco” confirman la crítica al actual régimen político y, por tanto, van a favorecer el cambio que ofrece Andrés Manuel. Pero, por lo pronto, llenan espacios de suciedad.

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