Adela
Navarro Bello.
Un informe
del Centro de Investigación del Congreso de los Estados Unidos publicado en
diciembre de 2019, y titulado “México, crimen organizado y organizaciones de
tráfico de drogas”, analiza así la posición del Gobierno Federal:
“Al final de
su primer año en el cargo, el Presidente López Obrador ha seguido siendo
popular, aunque niegue que los niveles de homicidio hayan seguido aumentando y
su crítica a la prensa por no proporcionar una cobertura más positiva, ha
generado preocupaciones. Algunos analistas cuestionan su compromiso para
combatir la corrupción y reenfocar los esfuerzos para frenar la violencia
relacionada con el crimen en México.
“Durante su
campaña presidencial, López Obrador dijo que consideraría enfoques no
convencionales, tales como legalización de algunas drogas. Sin embargo, una
importante política de seguridad para combatir a las organizaciones de tráfico
de drogas, más allá de adoptar un enfoque para disuadir a los jóvenes
vulnerables del crimen y un compromiso para detener la lucha contra la
violencia de las organizaciones con violencia (o fuego con fuego) aún no se han
articulado”.
Ciertamente
de la política para combatir de manera directa al narcotráfico y el crimen
organizado en México poco se sabe. La Guardia Nacional en el fuero del Gobierno
dela República y a la cual se integró la Policía Federal, está dedicada a
acciones de proximidad con la sociedad, no desarrolla –al menos así lo han
declarado sus titulares en las distintas regiones del país- trabajos de
inteligencia para no solo desmantelar las redes criminales, sino combatirlas y
atacarlas (sin balazos, con inteligencia).
Mientras en
la Fiscalía General de la República aún están procesando la autonomía recién
adquirida y poco se conoce del plan de combate al crimen organizado y el
narcotráfico, tanto así que en todo el brete de la captura y liberación del
hijo de El Chapo, Ovidio Guzmán López, no fueron los integrantes de la SEIDO
(Subprocuraduría Especializada de Investigación en Delincuencia Organizada)
quienes encabezaron el fallido operativo, sino las Fuerzas Armadas que dependen
del Presidente de la República, así como la Policía Federal.
En ese
contexto es congruente el informe que resalta que las políticas federales para
combatir a las organizaciones de tráfico de drogas, aún no están articuladas.
En estos
momentos el Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, parece estar más
preocupado por el juicio que en los Estados Unidos emprende el Departamento de
Justicia contra Genaro García Luna, que en combatir a la criminalidad
organizada y acabar con la impunidad que mantiene prófugos a muchos
narcotraficantes en el primer año de su gestión en México.
Hace unos
días presumió Durazo a propósito del juicio a García Luna:
“En este
equipo no habrá ni saldrá ningún García Luna. Esto implica no solo el fin de la
complicidad con la delincuencia organizada, sino romper con la ideología de
guerra del “se matan entre ellos”. Para nosotros preservar la vida humana es
prioridad por encima de todo”.
Y desde la
salida de García Luna hasta el primer año de Durazo en la Secretaría de
Seguridad, existen narcotraficantes que en México, continúan impunes, y es
sabido y probado que solo pueden lograr tal situación de evasión de la
justicia, cuando corrompen a quienes los deben perseguir, precisamente para que
los protejan.
El mismo
informe del Congreso norteamericano refiere que los cárteles de la droga en
México, son los de “la más grande influencia en el tráfico de drogas”, además
de estar inmersos en una extensa red de “lavado de dinero, sobornos, tráfico de
armas y corrupción, y son los causantes de las alzas en el número de
homicidios”.
Ciertamente
el narcotráfico, los capos, no pueden subsistir sin la ayuda del Estado. Las
Policías corruptas les proveen protección para realizar sus ilícitos (ahí está
el caso de García Luna), los gobiernos les proporcionan los servicios para
mantener la infraestructura física criminal, apertura de negocios para el
lavado de dinero, identificaciones con nombres apócrifos, permisos para
construcción, entre otros, mientras en el Ministerio Público, la omisión por
incapacidad o por complicidad corrupta mantiene a muchos narcotraficantes sin
una orden de aprehensión.
Pero vaya,
las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional, la Fiscalía General de la República,
no los están persiguiendo, y si lo están haciendo, lo están haciendo mal, pues
en el primer año de gobierno de la Cuarta Transformación nada relevante ha
sucedido en el combate al crimen organizado (lo más notorio han sido la captura
y liberación de Ovidio, y el congelamiento de cuentas por parte de la Unidad de
Inteligencia Financiera).
En un año
del Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, los cuatro
narcotraficantes que gozan de mayor impunidad, ya sin García Luna y con una
nueva corporación, siguen disfrutando de la misma.
En un año
Alfonso Durazo no ha logrado aprehender a quienes son el origen del trasiego de
la droga, del secuestro, de la extorsión y de los miles de asesinatos que en
2019 alcanzarán, de acuerdo a las proyecciones, los 30 mil casos. Se trata de
Ismael Zambada Garcia, líder criminal del Cártel de Sinaloa, quien tiene 72
años y por lo menos 50 viviendo en la impunidad, incluido el primer año de
gobierno de López Obrador. De Nemesio Oceguera Cervantes, un hombre de 54 años,
que a fuerza de corromper autoridades se ha mantenido impune al frente del
cártel Jalisco Nueva Generación; también de Fausto Isidro Meza Flores, El Chapo
Isidro, de 37 años y cabeza criminal del cártel de los Beltrán Leyva con su
célula Los Mazatlecos. Y el notorio Rafael Caro Quintero, quien a sus 68 años
de edad permanece prófugo de la justicia y de acuerdo a fuentes de inteligencia
(extranjeras), continúa en la actividad criminal, protegido por los capos que
le arroparon al salir de prisión donde permaneció durante 28 años.
Por supuesto
que hay más capos del narcotráfico encabezando el resto de los nueve grandes
cárteles mexicanos, o cualquiera de las cientos de células criminales que
conforman la base de los mismos, pero de pocos se conocen sus nombres
precisamente por la impunidad con la que se manejan.
Podrá decir
Durazo que no hay Garcías Luna en su Secretaría o en las Fuerzas Armadas o en
las corporaciones policíacas, pero de que hay elementos corruptos los hay, y la
prueba es la impunidad que le proveen a los narcotraficantes, ello sumado por
supuesto a que no exista una política pública definida para el combate y la
aprehensión de los mismos.
Así que está
bien, preocúpense por García Luna y lo que pueda declarar o negociar en la
Corte de los Estados Unidos, pero más preocupados deberían estar por aprehender
a los narcotraficantes por los cuales tanto la Unión Americana como México,
ofrecen una recompensa millonaria, Zambada (30 millones de pesos), Oceguera 10
millones de dólares/30 millones de pesos), Caro (20 millones de dólares), Meza
(5 millones de dólares).
Mientras
estos –y muchos más- sigan libres, trasegando droga, asesinando u ordenando
matar, lavando dinero, extorsionando, secuestrando, no se puede decir o declarar
que en México se terminó la impunidad y se combatió la corrupción. Por lo
pronto, los narcotraficantes ya acumularon un año más de impunidad.
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