Adela
Navarro Bello.
Mientras el
18 de marzo de 2020 el Presidente Andrés Manuel López Obrador celebraba la
expropiación petrolera de 1938, dando cátedra como siempre en la conferencia
que ofrece por las mañanas, en Europa, el Presidente de Francia anunciaba las
medidas que su Gobierno tomaría para mitigar el impacto económico por la
pandemia del coronavirus COVID-19. Entre otras acciones de Gobierno, Macron
anunció una inversión de 300 millones de euros.
Efectivamente,
Emmanuel Macron dijo que el Estado francés asumiría el pago de los créditos
contratados con los bancos. Además, que se suspendían los pagos de impuestos,
también canceló el pago de cotizaciones por seguridad social y quedaban
detenidos todos los pagos por servicios públicos a los ciudadanos de aquel
país, gas, agua, energía eléctrica.
Un día
después, el 19 de marzo, y mientras el Presidente de México continuaba
ofreciendo su conferencia matutina, en la cual recomendaba que los ciudadanos
adoptaran medidas de higiene, actuaran con responsabilidad y atendieran y
difundieran la información oficial que sobre la crisis de salud proveía su
Gobierno, el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunciaba que
junto con la Cámara de Representantes de aquella nación habían acordado un plan
de un billón de dólares para estabilizar la economía de los individuos y del
comercio.
Días
después, mientras el Presidente mexicano recomendaba continuar saliendo a comer
a fondas, a pesar de que sus representantes del sector salud arrancaban la
campaña de “Su sana distancia” al tiempo que empezaban a socializar la idea de
quedarse en casa como una forma de contener los contagios del COVID-19, Donald
Trump anunció la inversión de 100 mil millones de dólares para garantizar el
pago para millones de empleados. El plan del Gobierno norteamericano, informó
también, 500 mil millones de dólares para entregar en cheques a los ciudadanos
de aquel país, 250 millones el 6 de abril, y otro tanto a mediados de mayo.
Además 50 mil millones para la estabilización de las aerolíneas, 150 mil
millones de dólares para garantizar préstamos a otros sectores, 300 mil
millones para pequeños negocios. El 24 de marzo anunció la inversión de mil 200
millones de dólares para dar dinero a la mayoría de los adultos de su país y
ayudar a pequeñas empresas a pagar sueldos. Y el 27 de marzo el Congreso de
Estados Unidos y el Presidente Trump finalmente firmaron un histórico paquete
de estímulos superior a los 3 trillones de dólares.
Gobiernos de
otros países como Alemania levantaron la prohibición a contraer deuda, para
endeudarse, en este caso por 156 millones de euros para apoyo al sistema de
salud, de pequeñas empresas, además de postergar el pago del impuesto sobre la
renta a las micro, pequeñas y medianas empresas. En Brasil acordaron la
reducción de los impuestos y la entrega de créditos para pequeños negocios. En
Guatemala se analiza la exoneración de impuestos, la condonación de intereses,
mientras otros países como El Salvador y Costa Rica han suspendido durante tres
meses el pago de impuestos y los pagos por los servicios básicos a la
población.
Todas estas
medidas, han resaltado los mandatarios de los países, son inéditas. Angela
Merkel en Alemania ha dicho que no se actuaba de esta forma desde la Segunda
Guerra Mundial, mientras el Presidente frances ha declarado haber realizado
estrategias extremas porque “estamos en guerra”, ciertamente la guerra es
contra un virus, y la prioridad en las naciones es mitigar el impacto económico
para las empresas al tiempo de apoyar con dinero o exenciones y postergación de
pagos a las ciudades y a los pequeños negocios.
Pero en
México eso no sucede. El Presidente de la República no ha dado un mensaje a la
nación para informar de las medidas y estrategias en materia económica y
financiera para, en esta época insólita de crisis sanitaria, mitigar el impacto
a empresas y la mayoría de los ciudadanos. Nada de eso ha sucedido, lo que sí
es que de manera reiterada el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho
que no, que no se disminuirán o postergarán los pagos de impuestos.
A la fecha
el plan económico que ha presentado el Presidente de México ha sido el adelanto
de dos pagos a los adultos mayores y la entrega de un millón de microcréditos a
pequeños negocios y aquellos en la informalidad. Nada de inversión para
garantizar el pago de sueldos a las micros, pequeñas y medianas empresas, cero
exenciones de impuestos, tampoco la postergación de los pagos por servicios
públicos como agua o energía eléctrica, ni hablar de la telefonía, el internet,
la luz, el agua o el gas.
Suponemos
que a México llegó tarde el contagio de COVID-19, aunque no hay que perder de
vista que el primer fallecido por este virus fue un hombre sin antecedente de
viaje al extranjero que murió en el INER el 19 de marzo. Pero aún considerando
que el Gobierno morenista tuvo más tiempo que otros países para planear las
estrategias y acciones a seguir, parece que no lo hizo. Todavía en la penúltima
semana de marzo el Presidente López Obrador instaba a la sociedad a continuar
con abrazos y salidas, aunque unos días después, y al mes de haberse registrado
el primer caso de contagio en el país, el encargado de facto de la información
de salud, el doctor Hugo López-Gatell Ramírez, ya anunciaba el quédate en casa.
Al 31 de
marzo, con una ambigua declaratoria de emergencia sanitaria, que no es una
declaración de contingencia sanitaria como se describe en la Ley para tomar
medidas especiales en relación a la Ley Federal del Trabajo, el Presidente
Andrés Manuel López Obrador sigue sin dirigirse a la nación de manera
específica, urgente y determinante para anunciar el plan económico para mitigar
el impacto en los sectores productivos de México, tal como ha sucedido en la
inmensa mayoría de los países que registran un contagio masivo de COVID-19.
Contrario al
actuar de otros mandatarios, durante la mayor parte del tiempo desde el primer
contagio en México, el Presidente ha desestimado el tema, se empeció en
continuar con sus giras por los estados del país y en reunirse todas las
mañanas para una conferencia de prensa. El tema, es evidente, lo minimiza a
diferencia de sus colabores del sector salud, que están en estado de alerta,
haciendo un llamado a tomar medidas extremas como el aislamiento, el cese de
labores no esenciales, o gobiernos de los estados que incluso han cerrado áreas
de acceso común como parques, jardines, playas, o el llamado al sector
restaurantero a cerrar y concretarse a pedidos para llevar, o disminuir los
trabajos de la burocracia para mantener la sana distancia.
A México se
le está haciendo tarde. Las contradicciones entre el sector salud y los
mensajes de la Presidencia de la República confunden y no ayudan a mitigar los
contagios ni el impacto económico a las empresas y las economías familiares.
Urge que el
Jefe del Estado, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, actúe como tal, y
al igual que sus pares en el mundo, presente un plan de inversión para ayudar a
todos los mexicanos y a las micros, pequeñas y medianas empresas, no nada más a
un sector por edad, o por informalidad que, además, según reporta el Inegi,
este último grupo representa el 56.3 por ciento de la población económicamente
activa de México. Dudoso, entonces, que cumpla lo que les promete, mientras
que, a la par, excluye al resto de los mexicanos y los deja a su suerte.
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