viernes, 26 de enero de 2018

'Lo que mis ojos ven y mi corazón siente'

Javier Risco.

Semanas previas a la elección de 2012, el equipo de campaña del aquel entonces candidato Enrique Peña Nieto tuvo una idea para saltarse el formalismo de los spots y las conferencias de prensa: querían que el candidato se viera ‘cercano a la gente’, querían derrumbar la imagen acartonada del político. Se les ocurrió hacer un diario de campaña que grabaría y comentaría su esposa, la actriz Angélica Rivera, para contenido exclusivo en redes sociales: Facebook, Twitter y YouTube.

Se trataba de videos editados de no más de cuatro minutos, donde Rivera hacía una bitácora de los eventos y donde el candidato platicaba sus promesas de campaña, hobbies, comida favorita, La estrategia digital se llamó 'Lo que mis ojos ven y mi corazón siente', un título meloso pero efectivo a un público distinto a los mítines. La relación de Enrique Peña Nieto con las redes sociales era miel sobre hojuelas, se paraba frente a las cámaras, respondía preguntas e invitaba al voto. ¡Qué tiempos!

Ayer, cinco años y medio después, el presidente ha llegado a su límite, por lo menos con las redes sociales. En un evento en sus terrenos, en Acambay, Estado de México, señaló: “Y lo que permitirá realmente que México siga creciendo, siga siendo atractivo a la inversión, como lo dicen hoy los distintos analistas externos al país, que se olvidan de lo que se dice o de los señalamientos o de lo que se dice a veces en las redes sociales, que a veces son muy irritantes y a veces les gusta hacer señalamientos muy duros y muy lapidarios, y que poco recogen de los logros y de los avances que hemos tenido como nación”.

Enrique Peña Nieto llega molesto a sus últimos meses de gobierno y sí, tal vez sea por esas noches que dedica a revisar su Twitter o Facebook.

Hace justo una semana tuve la oportunidad de entrevistar a la nueva responsable de la estrategia digital del gobierno federal, Yolanda Martínez. A pregunta expresa de si era un equipo de personas quienes llevaban las redes del presidente, su respuesta fue la siguiente: “El presidente maneja sus redes, él maneja sus redes, la coordinación puede asistir si él lo requiere”. Así que la esperanza de que el presidente tenga en primera persona el pulso de las redes crece; al menos ahí no hay una valla del Estado Mayor Presidencial o un evento con acarreados.

Pero detengámonos un poco en sus palabras, en los adjetivos utilizados para describir el ánimo de la conversación en internet: señalamientos “duros” y “lapidarios” en redes sociales causan “irritación”. No necesito enlistar los pendientes de su administración. Mientras lee esta columna, usted puede recordar a bote pronto la situación de inseguridad, los escándalos de corrupción y su lucha simulada, y una gasolina por las nubes. Tristemente, señor presidente, las redes sociales se convierten, la mayoría de las veces, en un catalizador de inconformidades. Nadie tuitea que su calle está bien pavimentada, tuitea el bache que le ha volado la llanta; pocos hacen una crónica en Facebook de un viaje común y corriente en el Metro, utilizan la red para quejarse de un Metro inundado o con un pésimo servicio. Son una herramienta de denuncia, no de aplausos, aunque habría que decir que cuando algo destaca dentro de la mínima exigencia social, sí se reconoce, ahí el ejemplo de la Marina en las labores de rescate después de los sismos de septiembre pasado.

Esas redes sociales, que desde su campaña no lo han dejado, aquellos videos virales de su error en la FIL de Guadalajara, cuando no supo qué libro había leído, o las cuentas de Twitter a través de las cuales creció la iniciativa #YoSoy132.

Sin embargo, esas mismas redes se convirtieron también en su plataforma favorita de anuncios para el país, como cuando supimos de la recaptura de El Chapo en menos de 140 caracteres.


En fin, con una aprobación de 26 por ciento, según la más reciente encuesta de Mitofsky, habría que decirle al Ejecutivo que no sólo se trata del pulso de las redes sociales lo que podría causarle irritación. Así que, cada comentario en Facebook, cada tuit lapidario y cada duro señalamiento no es más que 'lo que mis ojos ven y mi corazón siente'.

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