Darío Ramírez.
24 segundos le tomó al precandidato
del PRI, José Antonio Meade, presentar su iniciativa anticorrupción. No se ría,
es en serio.
Al parecer nos tendremos que
acostumbrar rápidamente al alud de mentiras y verdades a medias que padeceremos
por parte de los candidatos durante el proceso electoral.
La mentira parece que será –otra vez-
la moneda de cambio.
El candidato priista tiene un serio
problema: ser el candidato del PRI. El candidato priista tiene otro serio
problema: La corrupción generalizada del PRI.
El primer
problema no tiene solución. El segundo tampoco, si somos honestos. Sin embargo,
a pesar de ser un mal candidato Meade,
la espada de Damocles que cuelga sobre su cabeza es la corrupción del sexenio
de Peña Nieto del cual él ha sido una pieza fundamental. Tanto que terminó de
candidato de la continuidad.
La presentación de la iniciativa es
el segundo intento de Meade por aparentar (ojo con el verbo) tener la voluntad
de luchar contra la corrupción y así descargar un poco el lastre que trae su
partido. Ganar la narrativa y presentarse como un candidato que será diferente
se antoja prácticamente imposible. Ejemplos sobran sobre el verdadero “compromiso” del Partido
para castigar la corrupción.
Los 24
segundos bastaron para que el candidato dijera: “Mi iniciativa tiene tres
elementos centrales: recuperar el dinero, las propiedades y todos los bienes de
los corruptos para canalizarlos a un fondo nacional de becas para niños y
mujeres; aumentar las penas a los funcionarios públicos deshonestos; y volver
obligatoria la certificación patrimonial para los altos funcionarios y
legisladores”.
El inocuo discurso anticorrupción de
Meade apelaba más a la foto que al contenido. Es decir, en sus 24 segundos
quiso convenientemente olvidar que no necesitamos una nueva iniciativa
anticorrupción cuando hace menos de un año (19 de julio de 2017) se instaló
–después de años de trabajo y negociación- el Sistema Nacional Anticorrupción
(SNA).
Entonces el candidato habla y habla
de combatir la corrupción: que les va a quitar el dinero a los criminales
-hecho que no hizo en su paso por Hacienda-, convenientemente olvidando que ya
existen leyes en materia de extinción de dominio para estos casos – también
ignoradas en su paso por Hacienda-.
Lo que
nosotros no debemos de olvidar es que las palabras no cambian la realidad.
Es claro que las omisiones y los
olvidos de Meade son por conveniencia y tienen que ver con la realidad,
elemento que continuamente se les escapa a los candidatos. Y los hechos son
claros: el PRI ha obstaculizado desde hace muchos meses los nombramientos del
SNA (fiscal anticorrupción y magistrados especializados) y, sobre todo, la
reforma al artículo 102 de la Constitución para llevar a cabo una reforma
profunda y real de la Procuraduría General de la República que le dé autonomía
de gestión y transforme la procuración de justicia.
¿Por qué obstaculizar estos procesos
y nombramientos? Los nombramientos pues es claro, su intención es poner
personas cercanas a sus intereses. De lo contrario se estarían jugando su
impunidad el próximo sexenio si llegase a no ganar el tibio candidato Meade.
La transformación de la PGR a una
Fiscalía General de la República va por el mismo camino, no querer perder el
control de la procuración de justicia como un brazo de la voluntad política.
Las palabras
de Meade parecen hacer eco ante una realidad repleta de ejemplos que
contradicen su discurso electoral.
Venderse como el “candidato diferente” solo será posible si la amnesia
ciudadana toma relieve y la sociedad sufraga sin tomar en cuenta lo que ha
pasado los últimos años.
Si me
sentaran frente al candidato Meade –suponiendo que sea real su deseo de
combatir la corrupción- le sugeriría
revisar la corrupción del PRI en el caso Oderbrecht (México y Venezuela son los
únicos países de Latinoamérica en los que no hay nadie en la cárcel). Pero si
hace eso, entonces Meade tendría que pedirle resultados al presidente, lo que
significaría que varios priistas connotados tendrían que ser descansados en la
cárcel. Pero, seamos sinceros, la inoperancia de la PGR no es por falta de
habilidades o capacidad técnica, es por la falta de voluntad política y el
perpetuo deseo de Los Pinos de aceitar la impunidad que les conviene.
O bien, le contaría la historia de cómo su
coordinador en el Senado, Emilio Gamboa, ha obstaculizado que el SNA nazca
fuerte y efectivo como lo necesita el país. Pero ahí tendría que enemistarse
con los caciques priistas y verdes de ambas cámaras. Y tal vez, Meade llegue a
considerar que no es para tanto. Total, se puede presentar una nueva iniciativa
de ley para combatir la corrupción, y –esta vez sí- impulsarla y hacerla
funcionar.
No dejaría de sugerirle que el
gobierno federal deje de ignorar el mayor fraude del cual se tiene registro en
el presente sexenio: La Estafa Maestra. Me imagino que ese tema le dolería
porque su paso por la Secretaría de Desarrollo Social tiene puntos de contacto
con la Estafa. Pero la sugerencia sería que se investigue y castigue seriamente
a los implicados en el escándalo de corrupción. Sé que se removería en su
asiento, pero ignorar, omitir y “olvidar convenientemente” los hechos solo
refuerza la idea de que la corrupción y la impunidad es parte de la política
del PRI.
Seguramente terminaría nuestro acercamiento diciéndole
que es una vergüenza que César Duarte se pasee cómodamente por Estados Unidos
por el pasaporte de impunidad que el gobierno federal le ha otorgado.
No necesitamos más leyes o
reglamentos para verdaderamente perseguir la corrupción. Eso es una falacia, porque,
además, ya existen.
Nuestro gran error es pensar que las
leyes en sí –siendo un país que no respeta la ley porque no hay consecuencias
al violarla- resolverán nuestra realidad. Por ello, el 80% de los triunfos que
México presume ante organismos como la ONU son de carácter legislativo.
Seguir
legislando para que parezca que se está en una lucha perpetua contra la
corrupción no nos va a llevar a ningún lado. ¿Y si ahora dejamos de simular por
24 segundos? Para ver qué pasa.
Aún no sabemos qué tan efectivo es el
SNA. Ha nacido, por culpa de los partidos, incluido el del señor Meade,
agonizando. Se ve difícil que recobre fuerza y sea un sistema que logre
erradicar la corrupción. Tal vez nos hemos equivocado en su diseño. Pero
imposible saberlo cuando lo han intentado asfixiar antes de que camine. Y parte
de la asfixia sucede cuando los candidatos hablan de luchar contra la
corrupción mientras observan cómo agoniza el SNA.
Entonces,
tal vez antes de proponer nuevas legislaciones, lo que se debería de hacer es
dar pasos firmes para que nazca y trabaje efectivamente el SNA. Pero “la foto
es la foto” en el contexto político, y solo tomó 24 segundos de Meade para
darle otro golpe al SNA y reafirmar que la mentira es la moneda con la que se
trafica en nuestra política.
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