martes, 31 de julio de 2018

Nestora, calumniada.


Gabriel Sosa Plata.

Cientos de ocasiones vimos y escuchamos el spot del PRI y su candidato a la presidencia, en el que Nestora Salgado fue señalada como delincuente y secuestradora. Después de una exhaustiva investigación, la Sala Especializada del Tribunal Electoral, resolvió hace algunos días que la próxima senadora de Morena fue calumniada en esos mensajes, es decir, se le atribuyó un delito que no se ha demostrado que cometió.

La Sala multó al PRI con la cantidad de 120 mil 900 pesos. Le salió barato y mucho más al candidato José Antonio Meade, quien fue exonerado de incurrir en esa falta, no obstante que era el principal promotor de la calumnia.

La calumnia en la propaganda de los partidos políticos no está permitida. Es un límite a la libertad de expresión, con el fin de no influir en el voto de la ciudadanía con información falsa que tiene el objetivo de dañar a la candidata, candidato o partido político. Con su estrategia propagandística, basada en mentiras, el PRI buscaba no sólo perjudicar la candidatura de Nestora, sino también la de Andrés Manuel López Obrador. Fue contraproducente.

El PRI quiso dar lecciones de ética y señalar los supuestos delitos de otros. Ver para creer. Afortunadamente ahora contamos instituciones y un marco regulatorio que procura que las campañas políticas se lleven a cabo bajo un marco elemental de convivencia democrática y de respeto a los derechos humanos. No siempre se logra contener a tiempo, como en este caso, una campaña calumniosa, pero son experiencias que pueden derivar en correcciones al marco jurídico y en los procedimientos que se siguen cada que se presenta una queja con sustento.

Con base en la información proporcionada por juzgados y tribunales, la mayoría de las magistradas y magistrado de la Sala Especializada consideró que el PRI calumnió a Nestora “a sabiendas que era información falsa, porque las causas penales que la liberaron por falta de elementos para procesarla por el delito de secuestro, al ser públicas, su consulta (era) factible; es decir, el partido pudo verificar la información que quería transmitir y evitar así dar información que pudiera confundir a la ciudadanía”.

El partido actuó, pues, con dolo. Y esa supuesta “verdad” fue reproducida en innumerables medios de comunicación. Salvo excepciones, noticiarios de radio y televisión, periódicos, revistas y medios digitales dieron por “buena” la acusación a Nestora. En la mayoría de los casos, se extendía la crítica hacia López Obrador. Les parecía inconcebible que apoyara a una “delincuente” y que esto iba en línea con su propuesta de amnistía y de “perdonar” a secuestradores, narcotraficantes y demás. Era parte de la campaña de desprestigio, que tampoco funcionó.

En los monitoreos de noticiarios de radio y televisión de la UNAM para el INE el tema Nestora aparece con frecuencia. Es decepcionante el nivel de debate y análisis que se advierte en muchos de esos espacios; sobran los calificativos y faltan argumentos e investigación. En algunos casos podemos atribuirlo a cierta irresponsabilidad en el manejo de la información, pero en otras a una deliberada línea editorial para denostar una candidatura y apoyar a otra.

La Sala Especializada ha analizado también casos de particulares, de periodistas que habrían violado la legislación electoral. Hay ya sentencias significativas, por ejemplo, en violencia política por razón de género. En materia de calumnia, también se han analizado quejas, pero no he visto que alguna se relacione con Nestora Salgado. Si la hubiera, uno supondría que el sentido de la resolución sería distinto, ya que sería complejo demostrar que hubo “malicia” en el trabajo periodístico. Además, las y los periodistas tienen un margen mayor de libertad de expresión cuando se trata de funcionarios públicos y candidatos a cargos de elección popular.

CARICATURA Y AUTORREGULACIÓN.

En ese ámbito adquieren un papel relevante la autorregulación, los códigos de ética y las defensorías de las audiencias. Su función también es importante durante las contiendas electorales para señalar los desequilibrios, las inconsistencias informativas y dar cauce a las quejas de los lectores o las audiencias que consideran que fue vulnerado su derecho a la información. Es la opción autorregulatoria para evitar la judicialización de los casos. Paralelamente, algo que vimos en estas elecciones, fue la participación de la ciudadanía a través de las redes sociodigitales para señalar la ausencia de ética periodística o el profesionalismo en alguna cobertura periodística.

Por ejemplo, como defensor de las audiencias de Canal 44 y Radio UdeG, de la Universidad de Guadalajara, llegó a mis manos la queja por una caricatura que Manuel Falcón hizo de Nestora Salgado. En el cartón no se le calumnió, sino que se le ridiculizó. A quien me escribió le pareció que había violencia política por razón de género, que se había extendido a la radio universitaria.

Al analizar el caso, pude constatar que el nombre y la caricatura de Nestora no fueron mencionadas en ninguna de las emisiones del programa “El Acordeón” (que conduce Falcón), lo que me hubiese llevado a dar por terminada la gestión de la queja. Aun así, me di a la tarea de analizar qué habría sucedido si el cartón se hubiese mencionado al aire, sin incluir otros datos o juicios de valor.

Mi conclusión fue que no se habría vulnerado un derecho de la audiencia (por ejemplo, no transmitir contenidos sexistas, de violencia política por razón de género o discriminatorios) porque la crítica o incluso la ridiculización se hizo bajo la condición de candidata a un cargo público y su papel, en años anteriores, como comandanta de la policía comunitaria de Olinalá. Y no por ser mujer porque la caricatura no alude a estereotipos de género discriminatorios, aunque sí tiene la intención política de poner en entredicho la legitimidad de una candidatura.

A la radioescucha le recordé las palabras de Javier Darío Restrepo sobre la caricatura:

“La desfiguración circunstancial que se hace en busca de lo grotesco o lo ridículo tiene que estar circunscrita dentro de ciertos parámetros para que no se devuelva, como un bumerang, contra el propio caricaturista. El alejamiento de la verdad que va envuelto en toda caricatura es el elemento más peligroso de cuantos hay que manejar en este arte tan sutil. La desfiguración que hace el caricaturista envuelve casi siempre, una acusación. Se le atribuye a una persona un dicho, un hecho, una intención o una simple deformación física que van en detrimento del prestigio de la víctima. De ahí que al caricaturista se le considere como un agresor. Esto hace que, en el periodismo de nuestro tiempo, tan timorato, tan distinto del oficio panfletario de principios de siglo, la agresividad inusitada del caricaturista termina marcando ante el público, la propia actitud del órgano en que sus dibujos se divulgan” (Revista Mediaciones CIESPAL, citado por Paulina Mogrovejo, 2013).

Lo anterior ocurrió con Manuel Falcón; su caricatura fue de mal gusto, buscó desprestigiar a la candidata de manera ofensiva y por eso generó rechazo, sobre todo en Twitter. En respuesta, retiró el cartón, aceptó que tuvo un error y ofreció disculpas. Fue una decisión personal, que se activó ante la respuesta de los usuarios de las redes sociales y no, afortunadamente, a partir de una sentencia de la autoridad. Por eso es útil la autorregulación, al igual que la actuación de las defensorías de las audiencias, durante las campañas políticas, ya que hay hechos en los que las autoridades electorales no toman cartas (ni deberían tomarlas) para no caer en las tentaciones de la censura.

En la construcción de una comunicación política ética, responsable y profesional son esenciales las autoridades y los mecanismos de autorregulación en aras de preservar la limpieza en los procesos electorales y la cultura política democrática. Aun así, increíblemente hay partidos y medios que combaten los derechos de las audiencias (veracidad de la información, que se diferencia la opinión de la información, la prohibición de transmitir propaganda o publicidad como información periodística, etc.). Esta es de las razones por las que ambos actores también han perdido credibilidad.

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