Gabriel Sosa
Plata.
Cientos de ocasiones vimos y
escuchamos el spot del PRI y su candidato a la presidencia, en el que Nestora
Salgado fue señalada como delincuente y secuestradora. Después de una
exhaustiva investigación, la Sala Especializada del Tribunal Electoral,
resolvió hace algunos días que la próxima senadora de Morena fue calumniada en
esos mensajes, es decir, se le atribuyó un delito que no se ha demostrado que
cometió.
La Sala multó al PRI con la cantidad
de 120 mil 900 pesos. Le salió barato y mucho más al candidato José Antonio
Meade, quien fue exonerado de incurrir en esa falta, no obstante que era el
principal promotor de la calumnia.
La calumnia en la propaganda de los
partidos políticos no está permitida. Es un límite a la libertad de expresión,
con el fin de no influir en el voto de la ciudadanía con información falsa que
tiene el objetivo de dañar a la candidata, candidato o partido político. Con su
estrategia propagandística, basada en mentiras, el PRI buscaba no sólo
perjudicar la candidatura de Nestora, sino también la de Andrés Manuel López
Obrador. Fue contraproducente.
El PRI quiso
dar lecciones de ética y señalar los supuestos delitos de otros. Ver para creer.
Afortunadamente ahora contamos instituciones y un marco regulatorio que procura
que las campañas políticas se lleven a cabo bajo un marco elemental de
convivencia democrática y de respeto a los derechos humanos. No siempre se
logra contener a tiempo, como en este caso, una campaña calumniosa, pero son
experiencias que pueden derivar en correcciones al marco jurídico y en los
procedimientos que se siguen cada que se presenta una queja con sustento.
Con base en la información
proporcionada por juzgados y tribunales, la mayoría de las magistradas y
magistrado de la Sala Especializada consideró que el PRI calumnió a Nestora “a
sabiendas que era información falsa, porque las causas penales que la liberaron
por falta de elementos para procesarla por el delito de secuestro, al ser
públicas, su consulta (era) factible; es decir, el partido pudo verificar la
información que quería transmitir y evitar así dar información que pudiera
confundir a la ciudadanía”.
El partido actuó, pues, con dolo. Y
esa supuesta “verdad” fue reproducida en innumerables medios de comunicación.
Salvo excepciones, noticiarios de radio y televisión, periódicos, revistas y
medios digitales dieron por “buena” la acusación a Nestora. En la mayoría de
los casos, se extendía la crítica hacia López Obrador. Les parecía inconcebible
que apoyara a una “delincuente” y que esto iba en línea con su propuesta de
amnistía y de “perdonar” a secuestradores, narcotraficantes y demás. Era parte
de la campaña de desprestigio, que tampoco funcionó.
En los monitoreos de noticiarios de
radio y televisión de la UNAM para el INE el tema Nestora aparece con
frecuencia. Es decepcionante el nivel de debate y análisis que se advierte en
muchos de esos espacios; sobran los calificativos y faltan argumentos e investigación.
En algunos casos podemos atribuirlo a cierta irresponsabilidad en el manejo de
la información, pero en otras a una deliberada línea editorial para denostar
una candidatura y apoyar a otra.
La Sala
Especializada ha analizado también casos de particulares, de periodistas que
habrían violado la legislación electoral. Hay ya sentencias significativas, por ejemplo, en violencia política por
razón de género. En materia de calumnia, también se han analizado quejas, pero
no he visto que alguna se relacione con Nestora Salgado. Si la hubiera, uno
supondría que el sentido de la resolución sería distinto, ya que sería complejo
demostrar que hubo “malicia” en el trabajo periodístico. Además, las y los periodistas
tienen un margen mayor de libertad de expresión cuando se trata de funcionarios
públicos y candidatos a cargos de elección popular.
CARICATURA Y
AUTORREGULACIÓN.
En ese
ámbito adquieren un papel relevante la autorregulación, los códigos de ética y
las defensorías de las audiencias. Su función también es importante durante las
contiendas electorales para señalar los desequilibrios, las inconsistencias
informativas y dar cauce a las quejas de los lectores o las audiencias que
consideran que fue vulnerado su derecho a la información. Es la opción
autorregulatoria para evitar la judicialización de los casos. Paralelamente,
algo que vimos en estas elecciones, fue la participación de la ciudadanía a
través de las redes sociodigitales para señalar la ausencia de ética
periodística o el profesionalismo en alguna cobertura periodística.
Por ejemplo,
como defensor de las audiencias de Canal
44 y Radio UdeG, de la Universidad de Guadalajara, llegó a mis manos la queja
por una caricatura que Manuel Falcón hizo de Nestora Salgado. En el cartón no
se le calumnió, sino que se le ridiculizó. A quien me escribió le pareció que
había violencia política por razón de género, que se había extendido a la radio
universitaria.
Al analizar el caso, pude constatar
que el nombre y la caricatura de Nestora no fueron mencionadas en ninguna de
las emisiones del programa “El Acordeón” (que conduce Falcón), lo que me
hubiese llevado a dar por terminada la gestión de la queja. Aun así, me di a la
tarea de analizar qué habría sucedido si el cartón se hubiese mencionado al
aire, sin incluir otros datos o juicios de valor.
Mi conclusión fue que no se habría
vulnerado un derecho de la audiencia (por ejemplo, no transmitir contenidos
sexistas, de violencia política por razón de género o discriminatorios) porque
la crítica o incluso la ridiculización se hizo bajo la condición de candidata a
un cargo público y su papel, en años anteriores, como comandanta de la policía
comunitaria de Olinalá. Y no por ser mujer porque la caricatura no alude a
estereotipos de género discriminatorios, aunque sí tiene la intención política
de poner en entredicho la legitimidad de una candidatura.
A la
radioescucha le recordé las palabras de Javier Darío Restrepo sobre la
caricatura:
“La desfiguración circunstancial que
se hace en busca de lo grotesco o lo ridículo tiene que estar circunscrita
dentro de ciertos parámetros para que no se devuelva, como un bumerang, contra
el propio caricaturista. El alejamiento de la verdad que va envuelto en toda
caricatura es el elemento más peligroso de cuantos hay que manejar en este arte
tan sutil. La desfiguración que hace el caricaturista envuelve casi siempre,
una acusación. Se le atribuye a una persona un dicho, un hecho, una intención o
una simple deformación física que van en detrimento del prestigio de la
víctima. De ahí que al caricaturista se le considere como un agresor. Esto hace
que, en el periodismo de nuestro tiempo, tan timorato, tan distinto del oficio
panfletario de principios de siglo, la agresividad inusitada del caricaturista
termina marcando ante el público, la propia actitud del órgano en que sus
dibujos se divulgan” (Revista Mediaciones CIESPAL, citado por Paulina
Mogrovejo, 2013).
Lo anterior ocurrió con Manuel
Falcón; su caricatura fue de mal gusto, buscó desprestigiar a la candidata de
manera ofensiva y por eso generó rechazo, sobre todo en Twitter. En respuesta, retiró el cartón, aceptó que tuvo un error y ofreció disculpas. Fue una
decisión personal, que se activó ante la respuesta de los usuarios de las redes
sociales y no, afortunadamente, a partir de una sentencia de la autoridad. Por
eso es útil la autorregulación, al igual que la actuación de las defensorías de
las audiencias, durante las campañas políticas, ya que hay hechos en los que
las autoridades electorales no toman cartas (ni deberían tomarlas) para no caer
en las tentaciones de la censura.
En la construcción de una
comunicación política ética, responsable y profesional son esenciales las
autoridades y los mecanismos de autorregulación en aras de preservar la
limpieza en los procesos electorales y la cultura política democrática. Aun
así, increíblemente hay partidos y medios que combaten los derechos de las
audiencias (veracidad de la información, que se diferencia la opinión de la información,
la prohibición de transmitir propaganda o publicidad como información
periodística, etc.). Esta es de las razones por las que ambos actores también
han perdido credibilidad.
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