Alejandro Páez Varela.
Las historias del tsunami son muchas. La última que me
contaron se refiere a una candidata que ese primero de julio se fue a dormir
temprano y allá como a las 10 de la noche la fueron a despertar. Había ganado
la elección para Diputada. Se vistió, tan amodorrada como incrédula, y fue a la
junta local acompañada de otros entusiastas. Dio un brinco para atrás frente a
las actas, se tragó de golpe las aguas de su propia versión de tsunami: sí,
había ganado. Evidentemente no se lo esperaba.
Algo así le pasó a Luis Guillermo Benítez, “El Químico”. Era
el candidato de Morena para la Alcaldía de Mazatlán, Sinaloa. Hasta sus amigos
le decían que “no llenaba ni un vocho”. Calcularon que no ganaría en una
entidad en donde PAN y PRI se han turnado el poder desde hace muchos años. Y
calcularon mal. “El Químico” ganó después de décadas de trabajar (y perder,
siempre perder) para la izquierda. Es fundador de Morena en esa entidad. Fue de
aquel PRD que, en el norte, no le alcanzaba ni para cubrir con representantes
las casillas. Pues esta vez lo alcanzó el tsunami o, para ser más precisos, fue
parte del tsunami.
Quince años cerca de Andrés Manuel López Obrador. Quince años
resistiendo todo, hasta las burlas. Quince años haciendo de todo; hasta de
chofer.
El periodista Ariel Noriega, del periódico Noroeste de
Mazatlán, contó el día en que López Obrador le marcó a Benítez a su celular
para pedirle un favor. Fue el 19 de junio pasado. Queda para las historias del
tsunami.
–“Químico”, necesito que me lleves a Tepic. Si no te animas a
manejar, manejo yo –le dijo.
“Yo me puse muy tenso porque cuando me llamaron por teléfono
no entraba la llamada; venían todavía en vuelo de avioneta. La llamada se
cortaba y se cortaba”, contó Benítez. “Iba volando [AMLO] de Los Cabos a Tepic
cuando les avisan que los iban a desviar a Mazatlán por el mal tiempo, y me
pedían que le diera un raite”.
Un raite que se prolongará al menos tres años más. En un
mismo carro irán “El Químico” Benítez como Alcalde de Mazatlán, y López Obrador
como Presidente de la República.
Muchos que han luchado con AMLO todos estos años estarán que
no caben del gusto: un sueño vuelto tsunami; una esperanza casi perdida,
transformada en una realidad.
Pero es justo allí, por
esas historias, que me pregunto qué carajos tiene que ver Manuel Bartlett Díaz.
Qué hace Manuel Bartlett Díaz. Qué carajos tiene él que ver con la promesa de
la “regeneración nacional”.
El historiador John Womack le dijo a la periodista Dolia Estévez que, sobre una izquierda
histórica en México, con AMLO se ha colado la “izquierda que viene del PRI”.
Womack se ha quedado corto con Bartlett. Al primer gobierno de izquierda, creo,
se le ha colado lo peor del jurásico.
No repetiré todo lo que
se ha dicho del nombramiento de Bartlett en la CFE. Diré que prefiero a esa
señora inexperta que se hizo Diputada sin calcularlo demasiado. O a esos
cientos, quizás miles, que salieron electos en las criticadas tómbolas: gente
que ni en su vida se imaginaba ganar alguna elección.
O, ya puestos a
escoger, prefiero a ese hombre, “El Químico” Benítez, que ha tocado puertas
años y años; que marchó en 2005 contra el desafuero y que luego, en 2006, se
puso de pie contra el fraude. El que no se desanimó con tantas elecciones
perdidas. El que volvió a anotarse para repartir volantes y que acompañó a
López Obrador a mítines a los que no asistían ni cinco personas.
Lo prefiero a él, o a
la señora, o a la cantidad de inexpertos que ganaron tómbolas, que a Manuel
Bartlett Díaz, célula del cáncer que ha retrasado la democracia mexicana por
décadas: que el fraude electoral, que el presunto asesinato de un periodista
(Manuel Buendía), que el uso de servicios de inteligencia para aplastar a
opositores, que la corrupción política.
¿Qué carajos hace
Manuel Bartlett Díaz en el primer gobierno de izquierda en México? Díganme, por
favor, ¿qué carajos tiene que ver él, justo él, con la “regeneración nacional”?
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