viernes, 26 de abril de 2019

El canto (y el lamento) de la selva.


Salvador Camarena.

A la orilla del río Lacantún, frente a la reserva natural de Montes Azules en Chiapas, está un hotel. Se llama El Canto de la Selva y es un ejemplo de éxito de conservación ambiental y de cambio de conciencia de los pobladores sobre cómo sacar provecho de los recursos naturales sin condenar a estos a la extinción.

Ese proyecto surgió hace una década. En el ejido Galacia, a cuatro horas por carretera desde Comitán, más de 200 hectáreas de selva han sido preservadas gracias a El Canto de la Selva.

Ahí, con la ayuda de Julia Carabias y Javier de la Maza, ambientalistas donde los haya, los pobladores compraron unas héctareas extra, que ya estaban deforestadas, para en ellas construir un hotel que de manera cómoda permite no sólo vivir la experiencia de la selva sino, sobre todo, atestiguar que una comunidad puede desarrollar capacidades productivas alternativas al desmonte de los recursos forestales.

Pero quedarse un par de noches en El Canto de la Selva hará que cualquiera pase de un estado de exaltación a la melancolía. Porque toda la emoción que genera el estar inmerso en la grandiosidad de un entorno marcado por un río majestuoso, por el escándalo de los monos saraguatos, bajo la sombra de centenarias ceibas y el alboroto de tucanes, guacamayas y loros, se transmuta sin remedio en un estado anímico sombrío, surgido al ver que apenas sale uno del perímetro del hotel y su reserva de 200 hectáreas, sólo quedan por ahí una que otra ceiba que los otros ejidatarios no se atrevieron a tumbar cuando deforestaron para sembrar maíz, frijol o chile. Esos árboles son mudos testigos de que ahí también hubo una selva con su fauna y flora irredentas, pero ya no hay más nada que terreno para el ganado o la pizca.

Y más sombrío se torna el ánimo al revisar lo expuesto por Julia Carabias y Enrique Provencio en la revista Este País que circula en estos días. En un artículo titulado 'El presupuesto federal de medio ambiente: un trato injustificado y desproporcionado', los autores advierten que de 2015 a la fecha, el presupuesto para medio ambiente se ha reducido en 61 por ciento para la Semarnat, en 60 por ciento para la Conagua y en 70 por ciento para la Comisión Nacional Forestal.

Dicho de otra manera, “como proporción del PIB, el presupuesto federal asignado a Semarnat alcanzó un máximo de 0.38 por ciento en 2014, para 2016 había bajado a 0.28 por ciento y en 2019 quedaría en 0.12 por ciento”.

Los autores advierten que con lo asignado por el nuevo gobierno para rubros de medio ambiente y agua, se afectan las capacidades de inspección y vigilancia, de evaluación de riesgos e impactos y de investigación aplicada, y que estas reducciones ocurrieron a pesar de que en el PEF aprobado para 2019 se advertía que “Con base en los compromisos presidenciales en materia de medio ambiente, no se permitirá ningún proyecto económico, productivo, comercial o turístico que afecte el medio ambiente”.

Y en concreto, en el rubro de la conservación de las áreas naturales protegidas, Carabias y Provencio lamentan que si en 2017 ese presupuesto ya se había reducido 24 or ciento, ahora el recorte fue de casi 28 por ciento.

“Aumentar el presupuesto destinado a las ANP, además de contribuir a la conservación de la biodiversidad y su uso sustentable, impulsa el bienestar social local y mantiene el conocimiento tradicional, ya que más del 80 por ciento de los guardaparques son personas contratadas en las comunidades donde se ubican las ANP y conocen su territorio”, explican los autores.

En El Canto de la Selva, como en proyectos aledaños en los que Carabias y De la Maza también han influido para que ejidatarios creen opciones productivas armónicas con el medio ambiente (un mariposario llamada La Casa del Morpho, o el destino ecoturístico Selvaje, con dos divertidas tirolesas instaladas en árboles donde saltan monos araña), los pobladores subrayan que han logrado cambiar la mentalidad, y sacar provecho a la selva sin matarla de paso.

Tres pequeños ejemplos de que algo se puede hacer para preservar la riqueza de la selva. Ejemplos que vale la pena visitar, conocer y disfrutar. Sobre todo porque son esfuerzos heroicos de unos cuantos en medio de una insensibilidad, de gobiernos y sociedad, que prefieren discutir de cervezas al tiempo antes que protestar porque al medio ambiente lo vamos a enfriar en muy poco tiempo si los recortes al presupuesto para los recursos naturales caen en más de cincuenta por ciento y nadie lo lamenta.

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