Salvador
Camarena.
A la orilla
del río Lacantún, frente a la reserva natural de Montes Azules en Chiapas, está
un hotel. Se llama El Canto de la Selva y es un ejemplo de éxito de
conservación ambiental y de cambio de conciencia de los pobladores sobre cómo
sacar provecho de los recursos naturales sin condenar a estos a la extinción.
Ese proyecto
surgió hace una década. En el ejido Galacia, a cuatro horas por carretera desde
Comitán, más de 200 hectáreas de selva han sido preservadas gracias a El Canto
de la Selva.
Ahí, con la
ayuda de Julia Carabias y Javier de la Maza, ambientalistas donde los haya, los
pobladores compraron unas héctareas extra, que ya estaban deforestadas, para en
ellas construir un hotel que de manera cómoda permite no sólo vivir la
experiencia de la selva sino, sobre todo, atestiguar que una comunidad puede
desarrollar capacidades productivas alternativas al desmonte de los recursos
forestales.
Pero
quedarse un par de noches en El Canto de la Selva hará que cualquiera pase de
un estado de exaltación a la melancolía. Porque toda la emoción que genera el
estar inmerso en la grandiosidad de un entorno marcado por un río majestuoso,
por el escándalo de los monos saraguatos, bajo la sombra de centenarias ceibas
y el alboroto de tucanes, guacamayas y loros, se transmuta sin remedio en un
estado anímico sombrío, surgido al ver que apenas sale uno del perímetro del
hotel y su reserva de 200 hectáreas, sólo quedan por ahí una que otra ceiba que
los otros ejidatarios no se atrevieron a tumbar cuando deforestaron para
sembrar maíz, frijol o chile. Esos árboles son mudos testigos de que ahí
también hubo una selva con su fauna y flora irredentas, pero ya no hay más nada
que terreno para el ganado o la pizca.
Y más
sombrío se torna el ánimo al revisar lo expuesto por Julia Carabias y Enrique
Provencio en la revista Este País que circula en estos días. En un artículo
titulado 'El presupuesto federal de medio ambiente: un trato injustificado y
desproporcionado', los autores advierten que de 2015 a la fecha, el presupuesto
para medio ambiente se ha reducido en 61 por ciento para la Semarnat, en 60 por
ciento para la Conagua y en 70 por ciento para la Comisión Nacional Forestal.
Dicho de
otra manera, “como proporción del PIB, el presupuesto federal asignado a
Semarnat alcanzó un máximo de 0.38 por ciento en 2014, para 2016 había bajado a
0.28 por ciento y en 2019 quedaría en 0.12 por ciento”.
Los autores
advierten que con lo asignado por el nuevo gobierno para rubros de medio ambiente
y agua, se afectan las capacidades de inspección y vigilancia, de evaluación de
riesgos e impactos y de investigación aplicada, y que estas reducciones
ocurrieron a pesar de que en el PEF aprobado para 2019 se advertía que “Con
base en los compromisos presidenciales en materia de medio ambiente, no se
permitirá ningún proyecto económico, productivo, comercial o turístico que
afecte el medio ambiente”.
Y en
concreto, en el rubro de la conservación de las áreas naturales protegidas,
Carabias y Provencio lamentan que si en 2017 ese presupuesto ya se había
reducido 24 or ciento, ahora el recorte fue de casi 28 por ciento.
“Aumentar el
presupuesto destinado a las ANP, además de contribuir a la conservación de la
biodiversidad y su uso sustentable, impulsa el bienestar social local y
mantiene el conocimiento tradicional, ya que más del 80 por ciento de los
guardaparques son personas contratadas en las comunidades donde se ubican las
ANP y conocen su territorio”, explican los autores.
En El Canto
de la Selva, como en proyectos aledaños en los que Carabias y De la Maza
también han influido para que ejidatarios creen opciones productivas armónicas
con el medio ambiente (un mariposario llamada La Casa del Morpho, o el destino
ecoturístico Selvaje, con dos divertidas tirolesas instaladas en árboles donde
saltan monos araña), los pobladores subrayan que han logrado cambiar la mentalidad,
y sacar provecho a la selva sin matarla de paso.
Tres
pequeños ejemplos de que algo se puede hacer para preservar la riqueza de la
selva. Ejemplos que vale la pena visitar, conocer y disfrutar. Sobre todo
porque son esfuerzos heroicos de unos cuantos en medio de una insensibilidad,
de gobiernos y sociedad, que prefieren discutir de cervezas al tiempo antes que
protestar porque al medio ambiente lo vamos a enfriar en muy poco tiempo si los
recortes al presupuesto para los recursos naturales caen en más de cincuenta
por ciento y nadie lo lamenta.
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