Por Pablo
Gómez.
La política
panista de bloqueo a las iniciativas y conductas del actual gobierno no tiene
nada de peculiar. Acción Nacional es un
partido ubicado en la oposición, por lo cual es del todo normal que intente
impedir o entorpecer la acción gubernamental.
Lo que ameritaría un diagnóstico es
la crisis del PAN, pues, al oponerse, no exhibe sus propuestas alternativas.
Sería sencillo suponer que ese partido carece de planteamientos vigentes, pero
ese intento explicativo resultaría tan simple como inexacto.
Acción Nacional abrazó la política
neoliberal con mayor rapidez que el PRI porque siempre fue un partido crítico
del estatismo mexicano y del Estado social. El liberalismo católico en México
no fue en casi nada un socialcristianismo y ni siquiera una democracia
cristiana. La crítica panista a la falta de democracia se limitó al control del
gobierno sobre los procesos electorales y a los fraudes. El PAN no es un
partido democrático en la expresión clásica liberal, pero cuando se
consolidaron los neoliberales priistas en el poder, el PAN proclamó su
“victoria cultural”.
Sin embargo,
justo por lo anterior, se tendría que
esperar que Acción Nacional reivindicara abiertamente su tendencia neoliberal y
expusiera sus alternativas a las propuestas del nuevo gobierno. Pero no está
ocurriendo así.
En el último
trance legislativo, el PAN no quiso
buscar un acuerdo sobre la reforma constitucional en materia de educación
pública, pero, en lugar de señalar una orientación propia, se hundió en
contradicciones y necedades sin un sentido político claro: acusó al proyecto de
la mayoría de no contener absolutamente ningún cambio respecto del texto aún
vigente (reforma de Peña Nieto que fue votada también por el PAN) pero, al
mismo tiempo, repudió las derogaciones y las nuevas redacciones del texto
constitucional.
La mayor acusación de los panistas en
la Cámara de Diputados fue que Morena estaba engañando a los maestros y al
pueblo porque en realidad no buscaba abrogar la reforma de 2013 sino mantenerla
exactamente igual, como si ellos estuvieran repudiando lo que entonces
apoyaron. Pero no. En contradicción con sus acusaciones, el PAN estuvo
criticando que se suprimiera la evaluación de los maestros con fines de
determinar la permanencia de éstos en la docencia, es decir, la llamada
evaluación punitiva.
Así ha sido la conducta panista en
casi todos los lances legislativos y en sus baterías críticas, sin que la
dirección panista haga esfuerzo alguno para introducir concepciones
programáticas coherentes.
Las ideas políticas neoliberales
siguen siendo tan fuertes dentro de la sociedad como antes del triunfo de López
Obrador. No obstante, sus principales exponentes, fuera de las grandes
empresas, casi no se expresan con discursos consecuentes. El PAN es uno de esos
organismos agazapados.
En el curso de la lucha política, el
punto es si es posible actuar indefinidamente sin defender una plataforma
completa, congruente, clara, sincera. Mientras esa situación siga presente en
el PAN, este partido no podrá intentar salir de su crisis, debido a que se
trata de una crisis de dirección provocada principalmente por la falta de
definiciones programáticas. Es por ello que se hace imposible un diagnóstico
que lleve a encontrar la medicina necesaria para curar los males del Partido
Acción Nacional.
Este no es un problema en sí mismo,
pues se trata tan solo de un partido, sino que la ausencia de oposición –hay
que estar repitiéndolo—no puede más que generar un deterioro de las relaciones
políticas del país. La confrontación puede encontrar un cauce democrático
cuando es clara ante los ojos de la gente y los protagonistas son precisamente
actores políticos formales y no solamente poderes o partidos informales.
He aquí lo
complicado de la situación.
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