Por
Francisco Ortiz Pinchetti.
Los días de
asueto como los que recientemente disfrutamos tienen la ventaja de relajarnos y
convivir en familia, pero la desventaja de mantenernos ociosos durante gran
parte del día. Y en ese estado, el riesgo de meternos en problemas es grande.
Ocurre que a uno le da por escombrar la casa y deshacerse de cosas ya inútiles,
como frascos vacíos, requerimientos vencidos, facturas pagadas, revistas y
periódicos viejos, instructivos obsoletos, medicamentos inservibles…
Se me
ocurrió meterle mano a los fármacos que se habían acumulado a lo largo de
varios años en gavetas, cajones y repisas, lo que me metió en un berenjenal
inesperado. Una primera inspección me permitió comprobar que la mayoría de esos
medicamentos estaban ya caducados, conforme a la inscripción impresa en el
empaque, lo que los hacía inmediatamente desechables. Otro buen lote, menor, lo
integré con frascos y cajitas que aún tenían vigencia sanitaria pero que ya no
utilizábamos en casa.
Encontré
montones de cajas y frascos llenos o incompletos de Enalapril, Ácido acetil
salicílico, Bezafibrato, Ramitidina, Peptobismol, Clortalidona, Teofilina,
Metroprolol, Alka-Seltzer, Bicarbonato, Omeprazol, Coricidin, Bufferín,
Gilbenclamida y muchos más.
Hecha la
selección, coloqué los medicamentos vigentes pero innecesarios en una bolsa y
los caducados en otra. Entonces me pregunté qué hacer con unos y otros. El
destino del primer paquete fue fácil: el dispensario de la parroquia del
Espíritu Santo y Señor Mueve Corazones de la colonia Escandón, en la calle
Martí. El otro bulto se convirtió en un fardo que tuve que cargar por horas
mientras iba de Herodes a Pilatos, como dice el dicho, en busca de un
contenedor donde depositarlo.
Lo primero
que hice fue consultar la página de la Comisión Federal para la Protección
contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) en Internet. Ahí me enteré de que en el
portal del Sistema Nacional de Gestión de Residuos de Envases y Medicamentos
A.C (Singrem) puedes ubicar el contenedor más cercano a tu corazón en
farmacias, centros de autoservicio, hospitales y clínicas de tu localidad.
Singrem es una Asociación Civil creada por la industria farmacéutica y apoyada
por las autoridades de salud y medio ambiente para el manejo y disposición
final de los medicamentos caducos y sus sobrantes.
Efectivamente,
en el portal de esa asociación hay un dispositivo para ubicar con facilidad los
establecimientos en los que hay contenedores. En mi caso, consulté en la Ciudad
de México a la colonia Del Valle. Y me apareció una lista de lugares, sobre
todo farmacias, que podían ser destino para mi cargamento. Con él a cuestas, me
dirigí primero a la farmacia de Similares del eje vial de Félix Cuevas. Me
dijeron que no, que ellos no tienen contenedor para medicinas viejas. No me
apuré demasiado, la verdad. Caminé unos pasos y llegue muy orondo a la farmacia
de Walmart. Ahí me dijeron que no, que ya no tenían contenedor y que
desconocían las razones. Bueno, me dirigí entonces a la cercana Farmacia
Benavides, mientras mi bolsa parecía aumentar de peso a cada minuto. Me dijeron
que no, que el contenedor estaba lleno porque el recaudador no había venido a
retirar los medicamentos.
Entonces
empecé a preocuparme. Chequé en otras farmacias de Similares con igual suerte.
Fui a un par de tiendas Superama de la zona y me dijeron lo mismo que en
Walmart.
Tampoco
encontré depósito alguno en la San Borja de avenida San Antonio.
Irremediablemente me puse a elucubrar la forma de deshacerse de mi incómoda
carga, a esas alturas convertida en una pesada cruz. Podría abandonarla en el
resquicio de alguna puerta, en un basurero del parque San Lorenzo, entre los
autos estacionados en la calle de Adolfo Prieto. Mi convicción de que era
indebido ese recurso me hizo desistir de mis malos pensamientos e insistir en
la búsqueda de un contenedor.
Finalmente
lo encontré en una Farmacia del Ahorro ubicada cerca del Hospital “20 de
Noviembre” del ISSSTE. Mi cargamento de medicinas casi llena el cilindro de
plástico ante el asombro de una risueña dependienta. Mi Viacrucis me permitió
comprobar que el directorio de contenedores de la Singrem está cuando menos
desactualizado, si no es que caduco.
Me puse
luego a indagar sobre este tema para darle un contexto a mi relato. Encontré
que, cada año, 200 millones de fármacos caducos podrían estar comercializándose
en el mercado negro mexicano, lo cual significa un riesgo sanitario de alto
impacto… y un negocio supermillonario.
De acuerdo a
datos estadísticos de la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica, la falsificación
de fármacos y su comercio ilegal en lugares como tianguis y mercados sobre
ruedas en México, dejan al crimen organizado ganancias por más de 11 mil 500
millones de pesos anuales.
A su vez, la
Unión Nacional de Empresarios de Farmacias informó que entre enero y mayo de
2017 y los primeros meses de 2018, las ventas de fármacos apócrifos pasaron del
cuatro al nueve por ciento, representando este incremento un monto de 16 mil
650 millones de pesos, de los 185 mil millones en lo que está valuado el
mercado de fármacos en nuestro país.
Según la
Cofepris, más importante que esos datos es evitar que estos productos lleguen
al comercio ilegal poniendo en riesgo la salud de la población, “por lo que el
desecho y destrucción se debe realizar con sumo cuidado y por ningún motivo se
deben tirar en el drenaje o a la basura, ya que estarás contaminando el medio
ambiente”.
El problema
está contemplado por la legislación mexicana desde el 8 de octubre de 2003,
cuando se promulgó la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los
Residuos. Sin embargo, ni la Ley ni las buenas intenciones parecen suficientes
para que la autoridad sanitaria actúe.
Mi limitada
experiencia personal indica que lejos de avanzarse en esta materia se han
abandonado poco a poco los esfuerzos para detener este flagelo. Pese a las
estadísticas alarmantes que van en aumento y el inminente riesgo para la salud
de millones de personas en todo el país, nadie se preocupa.
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