Por Pablo
Gómez.
Algunos, los conservadores, no se han dado cuenta
de que la manera de hacer política está cambiando en aras de que cambie el
contenido de la misma, el fondo. No se trata de que ese cambio sea bueno nomás
por serlo, pero de que hay cambio, lo hay.
El presidente ha firmado un documento
insólito: un memorándum público dirigido a una secretaria y dos secretarios de
Estado, recordándoles la política administrativa que se habrá de aplicar en lo
referente a la educación básica. Como eso es desusado, luego se ha señalado
como “inconstitucional” por varios opositores y algunos críticos. Un exministro
de la Suprema Corte dijo que era recurrible: lo es todo acto conocido de la
autoridad.
Los presidentes mexicanos no tenían
costumbre de recordar a sus subordinados el contenido de la política de manera
pública más que cuando declaraban: “he dado instrucciones para…”, pero ¿sus
órdenes estaban por escrito?
El memorándum de AMLO está firmado y
es público porque es parte de una difícil negociación, en varias bandas, para
abrogar la reforma educativa de Peña Nieto, tal como lo dice el texto
presidencial. Ese es el fondo.
Las oposiciones tienen una iniciativa
conjunta. El SNTE, que no se movilizó contra aquella reforma, nunca ha estado
de acuerdo con la misma. Se encuentran de manera relevante los maestros (CNTE)
que lucharon arduamente contra ella y fueron víctimas de represalias
administrativas y penales. Finalmente, está el bloque parlamentario mayoritario
y el gobierno de López Obrador que buscan la manera de construir el acuerdo conveniente.
La iniciativa original enviada por el
Ejecutivo ha sido modificada en un proceso enredado, pero el dictamen aprobado
en comisiones de la Cámara de Diputados no es del todo el texto que se
requiere.
El memorándum expresa algunos
aspectos que no podrían ir tan claramente en un decreto de reforma
constitucional, tales como actos de política administrativa que son necesarios:
revocar ceses, tratar de cancelar procesos penales, dejar de pagar a los
“aviadores”, centralizar la nómina, contratar prioritariamente a los egresados
de las normales, entre otros aspectos.
El actual gobierno busca, como todo
mundo sabe, la abrogación de la reforma educativa. Mientras tanto, hay que
tomar algunas orientaciones, pero, sobre todo, advertir que, después de la aprobación
del nuevo texto constitucional, la cauda dañina de la reforma va a quedar
subsanada.
Políticos y juristas acartonados
parecen no entender el contexto político. No existe en el memorándum ningún
acto de gobierno contrario a la Carta Magna porque, para empezar, no se trata
de un decreto, sino de un recordatorio interno sobre la orientación política
del Ejecutivo en el tema.
Si esos “especialistas”
escandalizados quieren defender la reforma de Peña Nieto, tal como parece, que
lo digan y veremos cuál es el contenido del debate. Si defienden el método de
la política en lo oscurito, como era antes, que lo señalen también. Si lo que
molesta es que el Ejecutivo pueda dar a conocer públicamente orientaciones
internas dirigidas a su gabinete y no sólo actos concretos, pues están viviendo
en otra época.
Si en lugar de memorándum ese texto
hubiera sido el de un discurso, los objetores no habrían podido decir nada por
falta de firma, es decir, de formalidad. Pero entonces no tendría el alcance
que se le ha dado en el marco de las negociaciones entre bandos que no se
tienen confianza entre sí.
Ya no son tiempos de aquella
hipocresía bajo la cual las decisiones del presidente eran grises, de tal forma
que, si acaso generaban rechazo, la culpa era del secretario de Estado del
ramo. “Reservar
instancia”, se decía, cuando se ejecutaba algo que podría luego ser rectificado
por el superior, aunque éste lo hubiera decidido desde un principio. Pura
forma.
En cuanto a motivar y fundar los
textos oficiales, eso opera para las órdenes, decretos, resoluciones,
contestaciones y cosas por el estilo, con el propósito de hacer valer los
principios de legalidad y certeza. Pero no se puede estar hablando de la misma
manera para todo memorándum interno del gobierno. Cuando alguno de los
secretarios que recibieron el memorándum dicte alguna resolución, entonces de
seguro dirá bajo qué norma está actuando: así podrán los juristas acartonados
tomarse la molestia de ir con los jueces.
Otros han dicho que el memorándum no
tiene importancia ni trascendencia porque no es una figura jurídica. Entonces, ¿POR
QUÉ LO CUESTIONAN?
Gracias al ruido desatado sobre el
dichoso memorándum, éste ha tenido mayor resonancia. Como la discusión sobre su
legitimidad es algo que no puede conducir a ningún acuerdo, entonces se ha
convertido en un instrumento político de mayor alcance. La discusión es algo
que a México le había hecho falta durante décadas. Ahora se discute casi todo
lo formal, hasta el tiempo que duran las conferencias mañaneras del nuevo
presidente.
Sin embargo,
en política la forma no es fondo; sólo
el fondo lo es. Lo trascendente no es la forma de memorándum sino el contenido
del texto firmado y, especialmente, lo que se va a hacer.
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