Enrique
Quintana.
Ni cambio de
la política económica ni tampoco modificaciones en su gabinete.
Quienes
esperaban que el día de ayer el presidente López Obrador diera un golpe de
timón… es que no han aprendido.
En el
discurso que ayer pronunció, ante un patio central de Palacio Nacional
completamente vacío, el presidente reiteró su estrategia. No habrá cambios. Su
convicción es que lo que ha hecho está correcto, y por lo mismo perseverará en
esa estrategia.
Esto
significa que, a diferencia de lo que están haciendo la mayoría de los
gobiernos, el de México no establecerá ningún esquema de impulso fiscal, ni a
través de la reducción de la carga impositiva para las personas o para las
empresas, ni tampoco a partir del crecimiento significativo del gasto público.
Su visión es
que lo único que se necesita es apoyar a los que menos tienen. Y para eso,
basta con seguir con los programas y hacer algunas reasignaciones de recursos
además de usar el fondeo de los fideicomisos sin estructura, como se resolvió
la semana pasada.
Raquel
Buenrostro, la jefa del SAT, le ha convencido de que, pese a la crisis, la
recaudación no se va a caer y por lo tanto no es necesario incurrir en mayor deuda.
El
presidente piensa que en el pasado, las estrategias llamadas ‘contracíclicas’
han generado que el costo de la crisis se descargue en las grandes mayorías
mientras que las grandes empresas reciben rescates.
No está
equivocado del todo. Hemos tenido en México experiencias en las cuales se han
socializado los costos y privatizado los beneficios.
El problema
hoy es que nos enfrentamos a una situación completamente inédita y de una
dimensión que no calibra el presidente.
Por lo
mismo, en este momento, López Obrador está escuchando a quienes le ofrecen
estrategias y datos que refuercen su visión.
Y está
dejando al margen a quienes puedan cuestionarlo o puedan plantearle opciones
diferentes.
En los
últimos días ha corrido el rumor de que el presidente no le aceptó la renuncia
al secretario de Hacienda, Arturo Herrera.
No sé si
Herrera la presentó, pero lo dudo.
Lo que sí es
visible es que una visión racional en materia económica como la que tiene el
secretario de Hacienda, empieza a hacer cada vez más cortocircuito con la
perspectiva de una economía imaginaria que tiene el presidente.
No sé cuánto
tiempo siga Herrera en el equipo, pero ya hubo un signo de que se le margina al
no estar presente en el diálogo que el presidente de la República tuvo con el
CEO de BlackRock, Larry Fink. En el pasado, hubiera sido inimaginable la
ausencia de Herrera.
López
Obrador, sin embargo, no ha cerrado las puertas y estableció que en un plazo de
nueve días volverá a reunirse con el sector privado, para valorar si la
estrategia económica que se ha puesto en práctica es la correcta o si necesita
ajustes.
No sé si esa
reunión vaya a tener lugar ni tampoco cuál vaya hacer el resultado, pero lo que
sí le puedo anticipar es que al paso de los días y de las semanas habrá
crecientes evidencias de que la estrategia imaginada por López Obrador va a
hundir cada vez más a la economía mexicana y por lo mismo va a generar costos
crecientes entre todos, incluyendo los de menores ingresos, que él piensa
apoyar.
En este
contexto, como pasó en el caso de la pandemia, puede ser que AMLO rectifique y
adopte una actitud razonable, así sea por pura conveniencia política.
Pero también
es probable que le gane la ideología e insista en decisiones que nos van a
llevar al precipicio.
Y quizás a
él también.
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