Javier Risco.
Parecería
que la salida de Enrique Ochoa fue la gota que derramó el vaso. El candidato
ciudadano, moderado, de voz apagada, incómodo con los mítines y con el
enfrentamiento ha dicho basta y ahora ha tratado de renovar su imagen subiendo
la voz. Vale la pena revisar su actitud en entrevistas hasta hace un par de
semanas, incluso en el primer debate: era un ausente, con propuestas vagas, sin
modulaciones, naufragando.
Hoy se nota más despierto, respondiendo
preguntas que lo ponen contra la pared y encarando con un “pérame”. Aclaro, esto no significa que sus propuestas hayan cambiado o que haya dejado
de naufragar. Tampoco que ese ‘despertar’ signifique algo ‘bueno’ para su
decreciente campaña. Es la observación de un exfuncionario que inició en
precampaña diciendo que se concentraría en propuestas y en una reconciliación,
y que hoy sólo habla de ese opositor que, como su antítesis, está más bien
calmado (quizá demasiado confiado).
¿Qué lo
despertó? ¿Habrá sido el tuit del exsecretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio Chong, cuando llegó uno de sus cercanos a la campaña –el exgobernador
René Juárez Cisneros? “Mucho éxito a mi amigo @JuarezCisneros, quien hoy asume
la dirigencia del @PRI_Nacional. Soy testigo de su capacidad política y
sensibilidad social. René viene de la base y conoce a nuestro Partido. Estoy
seguro de que hará un gran trabajo al frente de millones de priistas”. Menos de
280 caracteres que pudieron haberse resumido en un “se los dije”; o habrá sido
el desplome en las encuestas; o el abandono de su propio partido, habrá que
preguntárselo pronto.
Sin embargo,
no niega este nuevo rumbo en su campaña. A pregunta expresa en el programa
Tercer Grado sobre este cambio de actitud dice que, aunque parece tarde, y vaya
perdiendo al final del primer tiempo, aún puede remontar. ¿Qué más va a decir? El único tiro que le queda es apostar por
la ingenuidad de aquellos despistados tricolores que aún tienen la esperanza de
remontar en dos meses lo que no consiguieron en los cinco anteriores. Sí, Meade
es otro, pero su partido es el mismo.
Enfundado en esa chamarra roja, hoy
es más priista que nunca, lo han hecho suyo porque ha quedado claro que un
ciudadano no le pide a Antorcha Campesina frenar a López Obrador, ni se abraza
con Romero Deschamps, ni evade cuando se le pregunta de la Estafa Maestra.
Se le nota harto de las mismas
preguntas sobre corrupción, sobre su diferencia con el fallido gobierno del
presidente Peña Nieto, sobre su relación con exgobernadores perseguidos por la
justicia, sobre ser priista… punto. Y esto le molesta, seguro antes le
molestaba de la misma forma, sin embargo, hoy lo
hace evidente. No carga sólo con ser ese externo que logró tanto mimetizarse
con el PRI, que es la marca que lo lleva en un tercer lugar, sino que carga con
tener que justificar que, pese a sus compañeros de campaña, ‘es él y su
intachable honor quienes competirán en la boleta’.
No sé si Meade es intelectualmente
formidable, pero no creo que sea tonto. Por supuesto que sabía que se iba a
enfrentar con gritos de víctimas que se han sentido olvidadas por el gobierno
de Peña Nieto; por supuesto que sabía que los priistas estarían molestos por el
nombramiento de un ciudadano que durante cinco meses se cansó de deslindarse de
ellos; por supuesto que sabía que ocho de cada 10 mexicanos quieren al PRI
fuera de Los Pinos.
Así que no
es Meade. El candidato podría llevarnos al quinto partido del mundial y
seguiría siendo del PRI; su ascenso responderá a algunas bases priistas
alineadas para alcanzar algunos puestos en el Senado o en Diputados, pero no
más allá.
En cada uno de sus espacios trata de
evidenciar a un López Obrador que está 25 puntos arriba de él… estos argumentos
le ayudan más a Anaya (quizá sea esa la estrategia).
Ese Meade
conciliador del primer día de precampaña ya quedó en el armario, debajo del
saco de su credibilidad y junto a esa camisa que lo vestía de una renovación
para un PRI en bancarrota.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.