Por
Alejandro Páez Varela.
Iban rumbo a
un pueblo y en el camino les dio mucha hambre. Andrés Manuel López Obrador,
sentado en el lugar del copiloto, le dijo al chofer por dónde darle.
Llegaron a
una fonda, en plena carretera, y allí se detuvieron.
–¡Licenciado,
qué gusto verlo! –le dijo la cocinera. Y les sirvió de lo que había. AMLO
conocía bien el menú.
En otra
ocasión se dirigían por terracería a un mitin y alguien avisó que en un pueblo,
a mitad de camino, los estaban esperando.
–Díganles
que no puedo detenerme –dijo el candidato.
Le pidió a
los que le manejan logística que se adelantaran y avisaran que sólo saludaría.
Iba cansado y, además, kilómetros arriba, había un mitin al que asistían de
pueblos cercanos. Les dijo que los invitaran a esa concentración mayor.
Pero
llegaron a la pequeña comunidad y la gente lo detuvo.
–No me hagan
esto –reclamó después Andrés Manuel al líder de la comunidad–. Me hacen quedar
mal con la gente.
[Alguien que
iba con él me lo contó y quizás no usó exactamente esas palabras. Pero muy
parecidas. Me las citaron de memoria].
–Óigame –le
reviró el líder de la comunidad–, es que la gente quiere verlo. Es la cuarta
vez que pasa por el pueblo y no quieren que se vaya sin saludarlo. Quieren que
les confirme los compromisos que ha hecho.
Era la
cuarta vez que pasaba por el pueblo. Imagínense.
Ahora
imagínense también cómo andará de cansado.
López Obrador es tan obsesivo como
obstinado. Lo saben todos en su entorno y es uno de los rasgos más públicos de
su personalidad. Duerme poco, se despierta muy temprano y trabaja de domingo a
domingo. Lo ha hecho así durante años.
–Cuando descansa se va al béisbol –me
dijo uno de sus colaboradores, uno que lo acompaña en la camioneta, en las
giras, de vez en cuando.
Y es de vez en cuando, porque pocos
resisten el paso de López Obrador. Dos días después de que me reuní con mi
fuente, estuve con un amigo periodista, un corresponsal extranjero que ha
recorrido el mundo escribiendo para los diarios y las revistas más influyentes
de Estados Unidos. Le comenté lo que se dice de la salud de Andrés Manuel. Él
ha estado estos días con el candidato de Morena de arriba para abajo. Me vio de
reojo, cansado. Movió la mano como cuando dices: “Tonterías”, pero lo que dijo
fue, simplemente, “pff, mentiras”.
Tómelo con
reservas, pero lo que se ha difundido es
que López Obrador está muy enfermo. Lo que me dicen los colaboradores, los que
han estado con AMLO en estos días, es que a ese viejo enfermo –como dicen– es
casi imposible seguir. Se turnan para darle batería.
–No sólo es el agotamiento físico: es
la tensión de estar con un individuo así –me dijo mi fuente, uno de los hombres
del candidato. Me contó que, además, hay que ir cachándole ideas al aire.
Me imaginé
al anciano –como dicen– con un bate y un balde de pelotas, mandando roletazos
al shortstop, cañonazos al jardín central o toques sobre la almohadilla de
home. Y hay que cacharlas todas.
Sólo hay un
hombre, me dijo mi fuente, que le aguanta al cañonero nueve entradas en el diamante:
César Yáñez Centeno. Yáñez, el que ha visto a ese hombre caer dos veces y que
ahora, si la pantalla no miente, si el cañonazo sigue la ruta por encima de la
cerca, lo verá pasear por las cuatro esquinas con casa llena.
Porque sí, porque hay casa llena y
sin out. Dice la mayoría de las encuestas que AMLO se llevará Congreso y muchas
gubernaturas.
La empresa Massive Caller, ligada a
Ricardo Anaya y al Partido Acción Nacional (PAN), difundió una encuesta –la
última dada a conocer hasta ayer– del 22 de mayo. Elecciones para Gobernador.
Según su ejercicio, que hay que tomarse con reservas, Morena ganará
abrumadoramente Chiapas, Ciudad de México, Morelos y Tabasco. Está empatado en
Veracruz y Puebla. Y perdería Guanajuato, Jalisco y Yucatán. Insisto, es Massive
Caller, vinculada al PAN.
El viernes
me filtraron la Décima Primera Encuesta que atribuyen al Cisen y que
Presidencia niega que sea del Cisen, pero que ha caminado a la par de los
ponderados de encuestas, como el de Bloomberg o el de Oráculus. Tómelo con
reservas. Plantea esto en tres datos: 1) AMLO ha subido desde diciembre de 2017
y en los últimos dos meses de dos puntos cada vez. 2) Anaya, el segundo lugar,
viene creciendo desde marzo, pero muy a cuentagotas. En el mes de mayo fue un
punto, por ejemplo. Antes, en abril, 0.68. 3) Las cifras: AMLO 38.43, Anaya
26.14 y Meade 17.35 por ciento.
El
consolidado de Bloomberg da estos números: AMLO 46.1, Anaya 27.7 y Meade 19.2
por ciento. Oráculus: AMLO 44 por ciento en un spread de 41.5 y 46.7; Anaya 29.1
con intervalo de 26.7 y 31.4. Y Meade ajusta 20.2, entre 18.4 y 22.
Tómelo con reservas, porque las
encuestas suelen castigar a López Obrador, como ya vimos en 2006 y 2012.
López
Obrador lleva consigo un catálogo de
obras inconclusas, regadas por todo el país. Lo sé porque lo ha expresado –no
leo mentes, por supuesto– y así me lo compartieron. Son “obras de relumbrón”
que sirvieron para que alguna constructora y los funcionarios a cargo se
llevaran dinero, o de ésas que son ocurrencias preelectorales. El candidato de
izquierda planea, me dicen, retomar lo que fue abandonado (puentes, carreteras,
hospitales, escuelas, auditorios) para darle viabilidad, aprovechar la
infraestructura y el recurso tirados a la basura y echar a andar pueblos. Se
trata de obras que los gobiernos hacen y olvidan porque están ubicadas, por lo
regular, donde hay pocos votos y nadie fiscaliza. Tómelo con reserva, pero si
gana, las hará funcionar con programas que involucran a las comunidades.
También, me dicen, tiene la idea de involucrar a las
empresas regionales en grandes obras. “En los pueblos y ciudades pequeñas”, me
explican, “la gente, las ferreterías, las constructoras más pequeñas ven pasar
la maquinaria de OHL, ICA o Higa por la carretera. Nunca son invitados. Sólo despiertan
una mañana y tienen que pagar cuota por una vía. Ni empleo les deja. Ni gasto
público. Nada: carreteras lejanas en todos los sentidos. Todo se entrega a las
grandes constructoras favoritas”.
Y claro, eso tiene efectos concretos:
el consumo en esas comunidades es bajo y así sigue; la economía se sostiene con
salarios y empleos mal pagados.
Tómelo con reserva, pero el plan es
hacer exactamente lo contrario de lo que hicieron Vicente Fox, Felipe Calderón
y Enrique Peña: es generar empleo y bañar con recursos a las empresas locales y
comunidades; a las tiendas de abarrotes y a las ferreterías. NO A LAS GIGANTES DE
SIEMPRE.
He
preguntado por aquí y por allá, con particular interés, sobre diciembre 2018 y
el primer cuatrimestre 2019; cómo serán si gana AMLO. Porque sabemos que le
pasa a casi todos los gobiernos que mientras se acomodan y sueltan el gasto;
mientras presentan planes y asignan recursos, la economía se detiene. Le pasó a
Peña, particularmente.
–Andrés
Manuel tiene claro ese periodo. Por eso plantea a todo su equipo la urgencia de
empezar el 2 de julio a trabajar –me dijo una fuente. Lo mismo me contó Claudia
Sheinbaum hace unas semanas. Ella me dijo que 12 meses después de asumir el
cargo (primero debe ganar), el primer gobierno de izquierda buscará que el país
esté en marcha, con los grandes proyectos echados a andar para concluirlos bien
en seis años.
Vamos a ver. Serán seis años intensos
y no creo que AMLO vaya a caerse doblado, como dicen, de “lo enfermo que está”.
Todo bien, hasta aquí. Pero hay cosas
muy puntuales que me preocupan de un gobierno de López Obrador. Y quizás mi
preocupación está alimentada por la falta de claridad en el mensaje. Me
preocupa que el Fiscal General sea realmente independiente; que la Auditoría
Superior de la Federación sea independiente; que exista una Fiscalía
Anticorrupción poderosa e independiente, y que la Secretaría de la Función
Pública sea independiente.
Esas cuatro entidades NO deben
responder directamente al presidente –por más bien intencionado que sea– o a un
grupo político.
Se los digo de una vez: si AMLO gana
y su gobierno no nace con esas cuatro entidades independientes, será una
primera gran decepción y debe ser una primera gran batalla que debemos dar los
ciudadanos.
También me preocupa que no exista
claridad en el qué hará con publicidad oficial. En el colmo del valemadrismo,
Peña Nieto repartirá 60 mil millones de pesos en seis años para apenas un
puñado de medios. Pero no he escuchado que López Obrador sea claro en eso. Debe
existir un compromiso inmediato: austeridad y equilibrio en el reparto de
recursos para la prensa. Me deja un amargo sabor de boca que los senadores de
Morena votaran a favor de una #LeyChayote. ¿Qué les pasó? ¿Qué mensaje quieren
mandar?
Insisto: Fiscal General, Auditoría Superior de la
Federación, Fiscalía Anticorrupción y Secretaría de la Función Pública deben
ser independientes; incluso, con voluntad política, se podría dejar en manos de
una entidad independiente, como sucede en muchos países, la asignación de
publicidad oficial.
Si no es
así, debemos tomarnos el nuevo gobierno con reservas. Así como muchos dudamos
que esté enfermo, también debemos dudar que López Obrador, por su propia fuerza
personal, pueda asegurar la transparencia y la justicia con entidades que sean
manejadas por otros políticos, sean o no de la mafia del poder.
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