Javier Risco.
Hace un mes,
en una de las ya famosas conferencias mañaneras del presidente Andrés Manuel
López Obrador, el director del Infonavit, Carlos Martínez Velázquez, anunció la
reestructura de deuda de 160 mil trabajadores a los que su crédito se había
convertido en una impagable cuenta que, aunque abonaran, sólo crecía.
En ese
momento parecía un ejercicio de esa famosa cuarta transformación que estaba
intentando mejorar la vida de los que todos los días trabajan un poco para pagar
un techo que tardan de 20 a 30 años en llamar “suyo”.
“El director
del Infonavit explicó que desde 2015 no se otorgan financiamientos bajo el
esquema propuesto, pese a que todos los créditos emitidos con antelación fueron
contratados en ese rubro, por lo que en 2017 el incremento de los mismos se
realizaba con referencia a la Unidad de Medida y Actualización (UMA), a fin de
colocar el aumento entre el valor del salario mínimo y del UMA.
“Derivado de
esto, señaló que los trabajadores concentrados en el esquema en VSM presentan
dificultades para terminar de pagar sus créditos bajo el modelo implementado en
2017, ya que destinan menos a su capital y su deuda incrementa conforme al
UMA”, señalaba la prensa que cubrió la mañanera. El mensaje estaba ahí: el Infonavit
cumplía con el pueblo bueno que confió en que bastaba la buena voluntad de un
político idealista y su determinación para terminar con la corrupción, para que
México fuera otro.
Ayer, una
investigación periodística, esa que va más allá del discurso que todos los días
posiciona al Ejecutivo como trending topic, de ese que México necesita para ver
el panorama completo de lo que nos está pasando, nos abrió los ojos sobre algo
más que pasa en el Infonavit, además de la reestructuración de deudas.
Raúl Olmos y Mexicanos Contra la
Corrupción y la Impunidad nos contaron sobre dos funcionarios que hoy siguen
teniendo un nivel directivo en el Infonavit y que aprovechando sus cargos
abusaron de su autoridad para beneficiarse de su puesto: el director empresarial
del Infonavit, Sebastián Bernabé Fernández Cortina, y el director general de
Riesgos, José Manuel Pelayo Cárdenas.
Lo que Olmos encontró debería prender
todos los focos rojos de la 4T. ¡Avísenle a Andrés Manuel! No, Presidente, la
corrupción no se va a terminar nomás porque usted lo dice o con la confianza de
que “no somos malos por naturaleza”.
“El actual
director empresarial del Infonavit, Sebastián
Bernabé Fernández Cortina, traspasó una deuda personal de 5.2 millones de pesos
al propio instituto a una tasa de 4% anual y 0% en intereses moratorios.
“El traspaso de su deuda se efectuó
en diciembre de 2015, cuando la tasa promedio que cobraba el Infonavit a los
trabajadores por un crédito hipotecario era de 12%, según consta en documentos
obtenidos por Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).
“Aquel año,
el Infonavit otorgó 690 mil créditos a igual número de trabajadores, quienes
tuvieron que pagar una tasa 3 veces superior de la que gozó el propio directivo
del instituto”. Así abre la investigación de MCCI que para efectos de fact
checking tiene a disposición de todos (empezando por las cabezas de la
Secretaría de la Función Pública: cof, cof, Irma Eréndira Sandoval) para
corroborar hechos.
Una de las cabezas del instituto que
da vivienda a los trabajadores se aprovechó de su cargo para abusar y
beneficiarse en lo personal. Spoiler alert, Andrés: sí, eso también es
corrupción.
En el
reportaje también se revela que Pelayo
Cárdenas usó un esquema similar y “traspasó al mismo instituto otro adeudo
bancario por 8 millones 500 mil pesos, con los mismos beneficios de 4% de tasa
anual ordinaria y 0% en interés moratorio”. En eso sí tiene razón, Presidente:
si lo hacen los de arriba, lo hacen los de abajo.
Aquí tiene la 4T otra maravillosa
oportunidad de mostrar que aquello del cambio verdadero y de barrer la escalera
de arriba hacia abajo no son sólo dichos para obtener votos, sino políticas y
acciones de gobierno. Ya está en su cancha, Presidente.
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