Raymundo
Riva Palacio.
El próximo
sábado el presidente Andrés Manuel López Obrador estará en Hermosillo, Sonora.
Como ha sido hasta ahora, viajará con un equipo de seguridad no mayor de 20
personas y se apoyará en las policías locales más los grupos de voluntarios que
se sumarán a la protección del presidente. Igualmente, carecerá de información
de inteligencia –que es parte de las tareas no vistas del desaparecido Estado
Mayor Presidencial–, donde se establecían los riesgos que podría enfrentar el
jefe del Ejecutivo para tomar la decisión final si iba o no al lugar previsto.
López Obrador no toma en cuenta esas consideraciones, y las únicas ocasiones en
las que ha optado por no ir a una ciudad o comunidad, es porque espera reclamos
políticos que no quiere enfrentar. El presidente dice que el que nada debe nada
teme, y que quien no hace daño, no es atacado. Pero lo que sucede en Sonora
debería preocuparlo sobremanera.
De acuerdo
con los últimos datos de incidencia delictiva del Secretariado Ejecutivo del
Sistema Nacional de Seguridad Pública, enero de este año fue el más violento en
la historia de México, con un incremento significativo en las cifras de
homicidio doloso. Sonora fue el tercer estado que registró el mayor aumento,
con 58.3 por ciento de homicidios dolosos más que en el mismo periodo en enero
de 2018, superado sólo por Quintana Roo y Jalisco. La violencia en Sonora ha
ido en aumento progresivo desde hace más de un año, derivado del choque entre
los cárteles Jalisco Nueva Generación, que encabeza Nemesio Oseguera, El
Mencho, y el Del Pacífico, que encabeza Ismael El Mayo Zambada, que durante el
juicio a Joaquín Guzmán Loera, en Brooklyn, quedó claro que es el jefe máximo
del narcotráfico, a través del brazo armado de los hijos de El Chapo, Iván
Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán, Los Salazar.
Una fractura
aparente en Los Salazar propició que un viejo enemigo de El Chapo Guzmán en Sonora
inyectara más violencia a la confrontación entre los cárteles. Se trata de
Fausto Isidro Meza Flores, apodado El ChapoIsidro, que fue aliado Del Pacífico,
pero rompió para vincularse con los remanentes del Cártel de los Beltrán Leyva,
que desde que se escindieron de la organización Del Pacífico, hace casi una
década, se asociaron con Los Zetas. La descomposición en las organizaciones
criminales es el contexto de la violencia en esa región que va a visitar López
Obrador, y que tiene como preámbulo la aparición de mantas en la vía pública de
la capital sonorense, con el mismo mensaje:
“COMIENZA LA
LIMPIEZA EN EL PAÍS VENIMOS CON TODO EL APOYO DEL GOBIERNO FEDERAL REGRESA LA
VIEJA ESCUELA BIENVENIDOS AL DIALOGO TODOS LOS CARTELEROS O SE ALINEAN O LOS
ALINEAMOS
ATTE MAYO
ZAMBADA”
Las mantas
fueron secundadas por una hoja volante que se comenzó a distribuir en las casas
de Hermosillo, el viernes pasado, que decía, entre otras cosas, lo siguiente:
“LLEGO LA
HORA DE LA LIMPIEZA SOCIAL
“Llegó el
momento de iniciar una nueva limpieza para todos los malparidos, tiradores de
droga, focoqueros, marihuaneros y demás consumidores de otras drogas, ladrones
callejeros, patinadores de carros, motos, prostitutas, violadores y
fanfarrones.
“LOS TENEMOS
EN LA MIRA
“Todos
aquellos que nos encontremos después de las 10:00 de la noche No respondemos si
caen inocentes compartan más tiempo con su familia, jóvenes. No los queremos
ver en la calle Robando, Drogándose, con el mofle modificado o fanfarroneando.
“A TODOS LOS
CIUDADANOS HAGAN ALGO PRODUCTIVO
“JUICIO Y
MUERTE LLEGARÁ A LA HORA DE NUESTRA CACERÍA INICIAL”.
El
presidente López Obrador quedará atrapado en ese ciclo de violencia expresado
por los mensajes. Altos funcionarios de su gabinete de seguridad desestimaron
estos mensajes entre criminales, pero no parece haber un análisis detrás de su
contenido para saber, por ejemplo, qué organización o qué miembros de qué
cártel los están colocando, que le permitan determinar el grado de riesgo que
implica, o descartarlo como tal. La respuesta de los funcionarios es empírica,
sin información de inteligencia que justifique soslayarlo. Nada puede tomarse
de manera automática, pero tampoco, nada puede descartarse mecánicamente en la
tierra de los cárteles.
Los mensajes
entre delincuentes siempre arrojan información. En este caso, en vísperas del
viaje de López Obrador, lo que se debería estar procesando en la Ciudad de
México es con qué finalidad se están afirmando algunas cosas, como la manta
donde se habla del “apoyo del gobierno federal” porque “regresa la vieja
escuela”, que sugiere el retorno al statu quo que se vivió con algunos
políticos priistas, donde había acuerdos tácitos con los cárteles de dejarles
hacer sus negocios a cambio de la pacificación nacional y dinero para sus
bolsillos.
Esas mantas
aparecieron después de que el presidente proclamara, desde Palacio Nacional, el
final de la guerra contra los cárteles y antes de que ofreciera a familiares de
El Chapo gestionar visas “humanitarias” ante el gobierno de Estados Unidos para
ver a su pariente, e instruir a la Cancillería para que estudiara repatriarlo.
La sinapsis que está apareciendo entre las acciones del presidente y el Cártel
del Pacífico no es positiva para la imagen de López Obrador, como tampoco ser
laxo y descuidado con lo que está sucediendo en Sonora. Cuidado con las cosas
que no son.
El contexto
de violencia y los mensajes de cercanía con Zambada y Guzmán, no lo ayudan en
sus esfuerzos por garantizar seguridad. Quizás él no lo vea, pero hay
gobiernos, expertos y narcotraficantes que sí están observando lo que hace y
deja de hacer.
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