Por Rubén
Martín.
Como todos los políticos que
ambicionan ascender en la pirámide del poder, Enrique Alfaro Ramírez siempre ha
buscado los reflectores que promocionen su imagen. Ahora los reflectores de
medios informativos de la Ciudad de México y del resto del país están centrados
en la figura del Gobernador de Jalisco, pero no por los motivos que él hubiera
querido.
Su plan era aparecer en los medios
nacionales como contrapunto del Gobierno de la Cuarta Transformación, una
especie de líder opositor a las políticas de Andrés Manuel López Obrador. En lugar de eso, Enrique Alfaro aparece ahora en medios nacionales como un Gobernador
bajo sospecha de asignar jugosos contratos a empresarios amigos. Y eso no lo
tiene nada contento.
Todo comenzó con una simple foto que
circuló en redes sociales la noche del 27 de febrero de este año. En esa foto
aparece Enrique Alfaro acompañado de la Diputada local de Movimiento Ciudadano,
Mirza Flores, y otros acompañantes, entre ellos el empresario Guillermo Romo
Romero, en la primera fila de un partido de basquetbol de los Lakers, en Los
Ángeles, California. La legisladora Flores dijo, al regresar a Guadalajara, que
los boletos los había pagado “un empresario tequilero”.
La trama fue
develada por la gran periodista Sonia Serrano en el diario NTR Guadalajara en
un reportaje de tres entregas (29 marzo, 1 y 2 de abril 2019). La foto del Gobernador y acompañantes en
ese partido de los Lakers sería intrascendente si apenas quince días antes el
Gobierno de Jalisco no hubiera asignado un jugoso contrato al empresario amigo
del Gobernador.
En efecto, el martes 12 de febrero el Comité de
Adquisiciones del poder Ejecutivo del estado asignó un contrato por 3 mil 634
millones de pesos al Grupo Mega, de Guillermo Romo Romero. El contrato
contempla la renta y compra de maquinaria agrícola para el programa “A toda
máquina”, mediante el cual el Ejecutivo estatal entregará equipo agrícola a los
ayuntamientos a largo del sexenio.
El Gobernador de Jalisco reaccionó molesto
y con descalificaciones a los reportajes publicados en el diario NTR
Guadalajara. Calificó de mentiras las evidencias develadas en los reportajes y
dijo que “ningún periodiquito va a inventarme una historia de corrupción”.
Pero la solidez de las evidencias
obligó a la Contraloría del Estado a abrir una investigación a partir de dos
denuncias ciudadanas, y a la Fiscalía Anticorrupción del Estado a hacer los
propio, luego de una semana de indefinición.
Todavía es pronto para saber si el escándalo de la
asignación del contrato de 3 mil 634 mdp al empresario amigo, será equivalente
al caso de la Casa Blanca de Peña Nieto, es decir, un gobernante y una
administración marcada por la corrupción.
Lo que sí es evidente es que la imagen de Alfaro se ha cuestionado y
manchado. Este caso socava su discurso de honestidad y de una trayectoria
distinta a la de los políticos tradicionales, pilares del discurso de Enrique
Alfaro.
Enrique Alfaro (nacido en Guadalajara en 1973) es un sagas y ambicioso político que en
apenas una década pasó de ser Presidente de Tlajomulco y Alcalde de Guadalajara
a ocupar la gubernatura del estado, luego de competir por el cargo en dos
elecciones.
En cierto
sentido, su historia política y la de
Andrés Manuel López Obrador se asemejan:
ambos se formaron en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego se
labraron carrera como opositores en el Partido de la Revolución Democrática
(PRD) y enseguida construyeron sus propias maquinarias políticas. López Obrador
en Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y Alfaro en Movimiento
Ciudadano (MC). Si bien este partido no lo fundó él sino Dante Delgado, la
aportación de Alfaro a la votación nacional de MC lo han hecho una especie de
co-dueño de ese partido. En Jalisco no se toman decisiones importantes en el
movimiento naranja sin el consentimiento de Alfaro.
La llegada de Alfaro a la gubernatura
de Jalisco el pasado 6 de diciembre significaba para él y su grupo político el
arranque de una carrera por una eventual candidatura presidencial, a pesar de
que ha dicho que no buscaría otro cargo público después de ser Gobernador.
Pero el inicio de su Gobierno ha
tenido varios tropezones, además del #MaquinariaGate. Primero tuvo desencuentros con el Gobierno de López Obrador por el reparto presupuestal,
luego otra controversia por el desabasto de gasolina que hubo en Jalisco y en
la zona metropolitana de Guadalajara durante el operativo de combate al
huachicol. Uno de los desencuentros más ríspidos lo tuvo con colectivos y
personalidades feministas de Jalisco y del país por su decisión de desaparecer
el Instituto Jalisciense de las Mujeres; fue tan caldeado el debate que la
semana pasada Enrique Alfaro ofreció disculpas a las feministas y
organizaciones a quienes descalificó dos meses antes. El actual Gobernador de
Jalisco también ha sido cuestionado por representantes de movimientos y luchas
sociales en el estado, tanto por megaproyectos como la presa El Zapotillo o el
proyecto turístico de Chalacatepec en la costa, como por proyectos de reordenación
urbana en Guadalajara.
Uno de los desencuentros que merecen
destacarse es el que Alfaro mantiene con la prensa de Jalisco. Además de decir
que el reportaje sobre el #MaquinariaGate, Alfaro llamó “periodiquito” al diario NTR Guadalajara; antes ha dicho de
algunos periódicos que son medios “basura” o ha respondido a la pregunta de una
reportera diciendo que “no respondo estupideces”. El tono de insulto y la
imagen de un Gobernador irritado en sus confrontaciones con los medios provocan
que la imagen de Alfaro se afecte ante la opinión pública, mientras hay
muestras de solidaridad hacia los medios o colegas insultados.
Internamente el equipo del Gobernador
se percibe entre anodino y descoordinado. Los conflictos externos y el desorden
interno se juntan con su extraviada capacidad para comunicar su mensaje con
claridad y sencillez. Un ejemplo es su apuesta central de la llamada
Refundación política del estado, que tiene muchas deficiencias de mensaje: la
idea no se comprende en términos sencillos y claros, y no entusiasma a nadie
más allá del entorno de Gobierno.
Esto ha mermado la imagen de Enrique
Alfaro en el estado y por consiguiente en su estrategia de proyectarse como un
líder opositor frente a López Obrador. Su estrategia parece empantanada. El proyecto
de la Refundación de Alfaro y de Movimiento Ciudadano está a poco de
convertirse para los jaliscienses en otro ensayo fallido de los mismos
políticos de siempre. Está a un tris de ser más de lo mismo: igual que el PRI,
que el PAN, que el PRD, es decir que toda la partidocracia tradicional que ha
traicionado a la sociedad y de la que supuestamente Alfaro se pretende
distanciar.
El conjunto de cosas muestra una
imagen personal y una maquinaria política dañadas y enlodadas: tanto por el
modo turbio en cómo se asignó el contrato de maquinaria agrícola, por cómo su
proyecto político no demuestra ser distinto a los que han gobernado Jalisco en
el pasado.
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