Raymundo
Riva Palacio.
El general
brigadier Luis Rodríguez Bucio, contemporáneo del general secretario de la
Defensa, Luis Cresencio Sandoval, recibió dos noticias de su viejo amigo. La
mala es que no llegaría a general divisionario, y su carrera militar acabaría
después de 45 años en las Fuerzas Armadas, al iniciar su proceso de retiro. La
buena es que se haría cargo de la comandancia suprema de la Guardia Nacional,
el proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador de una nueva policía
civil nacional, con la que espera vencer la inseguridad y derrotar a la
delincuencia, así como ser la fundación del principio del fin del Ejército,
siguiendo el modelo latinoamericano de Costa Rica. El presidente nombró al recomendado
del general Sandoval, que ha establecido una relación de profunda cercanía
profesional con López Obrador, y ungió a un hombre educado en la Escuela de Las
Américas, de nefasta memoria.
El general
brigadier Rodríguez Bucio tenía siete años de haber ingresado al Ejército
cuando en 1980, el entonces teniente del 2º Batallón de Infantería del Cuerpo
de Guardias Presidenciales, parte del extinto Estado Mayor Presidencial, que
era el responsable directo de la seguridad del presidente, de Los Pinos y de
todas las instalaciones estratégicas que rodeaban la vieja residencia oficial,
fue despachado a Panamá. Fue a capacitarse a Fort Gullick, donde originalmente
había estado el muy desconocido 8vo Grupo de Fuerzas Especiales de Estados
Unidos, que realizaba intervenciones en América Latina, y que albergó y entrenó
a la unidad militar boliviana que cazó y mató a Ernesto Che Guevara, en 1967.
Cuando llegó
a Fort Gullick el teniente Rodríguez Bucio, ese grupo de Fuerzas Especiales ya
había sido desactivado, y sus instalaciones –hoy convertidas en un Hotel
Meliá–, albergaban al 3er Batallón Aerotransportado del 7º Grupo de Fuerzas
Especiales, y a la Escuela de Las Américas, por donde pasaron 11 dictadores de
América Latina, entre los que figuraron Jorge Rafael Videla, el jefe de la
junta militar que desapareció a 35 mil argentinos, el guatemalteco Efraín Gómez
Montt, clasificado como “genocida” por una comisión de la ONU, y el panameño
Manuel Antonio Noriega, que trabajaba con el Cártel de Medellín y la CIA, así
como Manuel Contreras, el jefe de inteligencia de los primeros años del régimen
de Augusto Pinochet, el jefe de los escuadrones de la muerte salvadoreños,
Roberto D’Aubuisson, y Vladimiro Montesinos, el asesor criminal del presidente
peruano Alberto Fujimori. Esa escuela estaba especializada en operaciones de
contrainteligencia y técnicas de tortura.
Su paso por
la Escuela de Las Américas no se encuentra mencionado en el currículum del
general brigadier, que difundió la Presidencia, pero no es la única omisión.
Hay lagunas en su carrera militar, admitidas como momentos no relevantes, pero
sí hay otros puntos en su hoja de servicios difundida, que tiene imprecisiones
o, definitivamente, ocultamientos. Una imprecisión es donde la Presidencia
señala que fue director del área de Operaciones Especiales de la Policía
Federal de 1990 a 2000, aunque este cuerpo no existió hasta 2009. En realidad,
como dice la hoja de servicios sin precisar fechas, de 1994 a 1999 coordinó los
grupos interinstitucionales del Cisen. Sin embargo, la Presidencia dice que el
cargo era en el ámbito de la seguridad pública, cuando en realidad era de
seguridad nacional.
Rodríguez
Bucio se especializó en grupos armados –legado de sus enseñanzas en Fort
Gullick– y narcotráfico. Antes de llegar al Cisen fue subjefe del Estado Mayor
de la Fuerza de Tarea Marte, que combatía el narcotráfico y erradicaba plantíos
de enervantes en el Triángulo Dorado –donde se juntan Sinaloa, Durango y
Chihuahua–, cuyos detalles se mantienen secretos porque la Secretaría de la
Defensa se ha negado a darlos a conocer pese a la instrucción del INAI de que
entregue información sobre la estrategia de combate al narcotráfico en esa zona
desde 1967.
Ese mismo
tipo de tareas realizó en la 4ª Región Militar, con sede en Monterrey, de 2001
a 2013, donde estaba a cargo de operaciones contra el narcotráfico en Nuevo
León, Tamaulipas y San Luis Potosí. En esos años rompió el Cártel del Golfo y
Los Zetas, que se extendieron hacia el sur de Tamaulipas y San Luis Potosí, y
los hermanos Beltrán Leyva, primero como parte del Cártel del Pacífico y luego
como una organización independiente, controlaban Monterrey. Años después, en
esa región militar también estuvo comisionado el actual secretario de la
Defensa, el general Sandoval.
Durante ese
periodo, como sucedió antes con el Cisen, el general brigadier tuvo otras
tareas no aclaradas en el currículum de la Presidencia. De agosto de 2003 a
septiembre de 2004 fue comandante del 2º Batallón de Fuerzas Especiales al
mando de las operaciones contra el narcotráfico en el Triángulo Dorado, y en
2006 fue trasladado al Estado Mayor de la Defensa Nacional como jefe fundador
del Grupo de Análisis e Información de Narcotráfico, que sustituyó al Centro de
Inteligencia Antinarcóticos, al desaparecerlo por la infiltración del
narcotráfico. Ahí remplazó al entonces coronel Roberto Aguilera Olivera, de
quien era subalterno, y que solicitó su retiro tras una investigación interna
–nunca judicializada– donde presumían vínculos con el Cártel del Pacífico, luego
de que una serie de fugas de información impidió la captura de Joaquín El Chapo
Guzmán, en la Sierra de Durango. Aguilera Olivera fue enviado como agravado
militar a Argentina y Rodriguez Bucio salió de ese organismo en medio de una
sorda controversia hacia la entonces República Federal Alemana como agregado
militar.
Rodríguez
Bucio tenía una carrera que lo llevaba al cargo de secretario, que su amigo el
general Sandoval cortó. Pero le entregó al presidente López Obrador un militar
experimentado, con mando de tropa, y entrenado para cualquier eventualidad,
como los fantasmas y puntos negros en su hoja de servicios lo demuestran.
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