Guadalupe
Correa-Cabrera.
Más allá de
los logros anticipados y de los buenos deseos esbozados por el Presidente de
México en su Primer Informe, así como de la crítica malintencionada y la gran
catástrofe vaticinada por los acérrimos enemigos de la 4T, existe una realidad
evidente en México que no se puede ocultar. No todo parece ser blanco ni negro;
no todo parece ser catastrófico en nuestro país, pero tampoco parece ser que
vamos avanzando incondicionalmente hacia el mundo feliz de la cuarta
transformación. Existen muchos retos a enfrentar, pero también existe una
relativa cohesión social en el país que, aunque puesta a prueba en ocasiones
diversas, deber ser capitalizada para dar solución a los problemas inmediatos
de México y avanzar en la construcción de una sociedad más justa, más segura y
más próspera.
En el
contexto que vive actualmente México, es posible identificar las problemáticas
clave y trazar líneas de acción concretas. Pero para ello, se requiere de un
verdadero compromiso social y férrea voluntad política por parte de la nueva
clase gobernante, así como de la participación y fiscalización responsable—más
no el boicot, ni la desinformación—por parte de la nueva oposición. Es
importante destacar que los poderes fácticos y los grupos de interés
continuarán operando en la manera que más les convenga; por lo tanto, se
necesita de una gran habilidad política, operada con transparencia y
honestidad, por el gobierno de la denominada 4T. Asimismo, se requiere de una oposición
que opere por México y para México, dejando de lado resentimientos u objetivos
mezquinos que no construyen ni generan cohesión social y mucho menos seguridad
o desarrollo, que es lo que realmente necesita nuestro país.
En este
texto, se identifican cinco temas prioritarios o problemas fundamentales que
enfrenta nuestra nación actualmente y que no pueden resolverse ni con
arrogancia o buenos deseos, ni con el afán de descalificar cualquier acción o
iniciativa que venga desde el actual gobierno. Estos cinco temas parecen tener
la misma importancia, por lo cual es necesario hacer de todos ellos una
prioridad y actuar de manera coordinada y efectiva.
La
corrupción es quizás uno de los mayores lastres para México, que no se ha
podido resolver de forma efectiva a pesar de los arrestos espectaculares que
resultan en liberaciones escandalosas y absoluta impunidad. En este tema, el
gobierno de la 4T no parece haber avanzado contundentemente, al menos durante
los primeros meses del sexenio. Más allá de las buenas intenciones y supuestos
logros, se requiere de acciones reales coordinadas y un plan concreto. Hasta
ahora, observamos una repetición de lo sucedido en administraciones anteriores:
arrestos espectaculares que no representan ni la mínima parte del total de
casos de corrupción pendientes; errores clave en la integración de los
expedientes e investigaciones deficientes que derivan en la liberación de
sujetos culpables a todas luces; así como aparentes pactos de impunidad con
algunos actores políticos y económicos clave. Es necesario comprender que la
ley debe ser aplicada a todos por igual, no sólo a los enemigos políticos.
Además, es preciso trabajar arduamente en la construcción de instituciones y
fortalecimiento del Estado de Derecho. A la fecha, y no obstante lo reportado
en el Primer Informe de Gobierno, la impunidad parece aún permear en el sistema
de impartición de justicia mexicano. En otras palabras, a la fecha se percibe:
“mucho ruido y pocas nueces”.
El
problema de la seguridad en todas sus dimensiones es un tema fundamental que
debe resolverse de manera integral y lo más pronto posible. La discusión del
papel y atribuciones de la Guardia Nacional debe continuar y el gobierno de la
4T deberá plantear de manera más clara sus lineamientos de política de
seguridad pública, seguridad interior y seguridad nacional. La procuración de
justicia y los derechos humanos deben integrarse de forma central a esta
discusión. Este tema es complejísimo y simplemente abrir la discusión, ocuparía
un espacio extensísimo. La realidad plantea un problema de grandes dimensiones
y la necesidad de una enorme voluntad de todos lados del espectro
político-ideológico.
La
violencia en México no cesa y el crimen organizado avanza en su control de
actividades y territorio; además, va mutando y se adapta en forma de células
complejas con acceso a armamento de alto calibre. El gobierno actual presume un
gran avance en torno a la reforma policial; sin embargo, aún no son claras las
acciones concretas y efectivas del gobierno de la 4T en este rubro. Se presume
mucho, y pareciera que se avanza muy poco. No obstante, lo anterior, es aún muy
pronto para calificar acciones del presente gobierno y vaticinar un desastre o
crisis de seguridad (como muchos en la oposición, incluyendo algunas ONGs con
agenda clara, vienen haciendo). Por último, es preciso recordar que el tema de
la amnistía no resuelve el problema, sino que promete agudizarlo. No se puede
pactar con criminales. Punto. Pero también debemos considerar las enormes
desigualdades sociales que atentan contra la efectiva impartición de justicia
en México.
Por su
parte, el tema migratorio debe atenderse de forma mucho más efectiva, y
quizás estemos aún a tiempo de cambiar el rumbo. En primer lugar, la política
migratoria de México no debería estar determinada por las agendas de Estados
Unidos. Al mismo tiempo, es necesario apelar al interés nacional, por lo cual
tampoco es posible sucumbir a la presión de organizaciones supranacionales ni
de ONGs internacionales con agendas específicas que afecten nuestra soberanía y
capacidad para atender de manera efectiva la problemática nacional y aquella de
las personas migrantes que transitan por territorio mexicano.
Recordemos
que los derechos humanos a nivel internacional se defienden a través de
acuerdos en los que las partes responsables deben absorber la mayor parte de
los costos y en donde no hay lugar para la manipulación o desestabilización
para lograr objetivos político-electorales o geopolíticos. Reconocemos la
complejidad del fenómeno migratorio actual en México (y en el hemisferio en
general), y también el papel fundamental que juega nuestro país por su
ubicación geográfica. Esta es una discusión complejísima que requiere de mucho
más espacio, de una gran planeación, de voluntad por parte de todos los países
involucrados, y de cohesión social al interior de cada una de estas naciones
(lo que claramente no existe ahora mismo).
En mi
opinión, este tema será incluso de mayor importancia en los meses venideros
derivado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos en el 2020. Cabe
destacar que mucho de lo que observamos ahora con respecto al tema
migratorio—tanto los flujos migratorios masivos provenientes de dentro y fuera
del continente, como las presiones a México por parte del gobierno
estadounidense y la sociedad civil transnacional, parecen responder, en gran
medida, a procesos político-electorales y a cuestiones complejas de
geopolítica. El tema migratorio se debe atender con ética, justicia y un
enfoque en derechos humanos, sin olvidar que son los países más desarrollados
(y muchas veces los responsables de guerras y tragedias humanitarias) los que
deben absorber la mayor parte de los costos. Hay todo un sistema que pone a
México en el frente del problema y lo obliga a responder sin contar con los
recursos materiales ni humanos adecuados. Al mismo tiempo, el gobierno mexicano
debe recordar que también es preciso enfocar acciones en la lucha por los
derechos de nuestros connacionales en Estados Unidos y atender las necesidades
de los miles de deportados que han llegado al país en los últimos años. La
negociación con Estados Unidos en el tema migratorio debe también considerar a
nuestros “migrantes olvidados”.
Los
principales retos que enfrenta el país, incluyendo el tema migratorio, sólo
pueden resolverse con políticas de desarrollo efectivas. El gobierno de la 4T
propuso, desde un inicio, un mayor enfoque hacia los mercados nacionales y el
fomento a la inversión nacional y extranjera a través de sus muy publicitados
megaproyectos como la construcción de la refinería Dos Bocas, el aeropuerto de
Santa Lucía y el Tren Maya. El éxito de dichos proyectos, y de la política de
desarrollo mexicana en general, dependen de una buena planeación y ejecución,
así como del combate efectivo a la corrupción. Asimismo, el gobierno mexicano
debería recordar, en todo momento, que nos encontramos ya en el medio de un
mundo multipolar. Es necesaria la diversificación de riesgos y es posible una
mejor negociación con nuestro vecino del norte si miramos hacia otros países
(que prometen ser potencias) en vez de enfocarnos únicamente en quedar bien con
los Estados Unidos.
El
desarrollo adecuado de los temas mencionados anteriormente necesita de mucho
más espacio y reflexión, por lo cual, en entregas posteriores, se delinearán
mayores detalles y se realizará un análisis más profundo de todos los temas y
todos los puntos. Los retos que enfrenta nuestro país son enormes y para una
efectiva resolución de los principales problemas que aquejan a nuestro país
debemos empezar por una mejor planeación, mejor coordinación y mayor cohesión
social. Es verdad que nuestro país se encuentra dividido y lograr la unidad
nacional es el quinto reto fundamental para lograr una verdadera transformación
del país.
La izquierda
y la derecha mexicanas, en lugar de gravitar hacia el centro parecen dirigirse,
en algunos temas, hacia los extremos. Es innegable que la oposición al
actual gobierno es fuerte y podría ser efectiva para continuar boicoteando
proyectos y dividiendo a la sociedad. Se requiere de críticos constructivos, no
de promotores de la fragmentación y menos aún de la balcanización de México.
Sin embargo, se registra aún un enorme apoyo al gobierno de la 4T y,
principalmente, al Presidente de México. El nivel de aprobación al actual
gobierno no se ha desplomado y se mantiene en niveles bastante elevados. Ésta,
representa una gran oportunidad para México que no puede ser desaprovechada. Al
mismo tiempo, se empiezan a apreciar ya algunos riesgos claros y limitaciones
concretas del nuevo gobierno de México. Incapacidad, corrupción y división se
asoman a distintos niveles en el gobierno de la 4T.
Los retos
son enormes, así como la agenda negativa y el boicoteo de algunos
malintencionados y poderosos miembros de la oposición. Hacemos un llamado a
expresidentes y algunos empresarios y organizaciones—bien identificados, pero
no mencionados aquí por nombre—a que luchemos por México. Si le va mal al
gobierno de la 4T, le irá mal a todo el país. Por su parte, es la
responsabilidad del Presidente, de su partido y su gabinete, dirigirse a la
nación con todo respeto, profesionalismo y sin arrogancia, contribuyendo
también a la unión y no a la división de México.
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