Julio Astillero.
Un personaje
de proclividad altanera como es el abogado panista Diego Fernández de Cevallos
no tiene salida ante la evidencia de un comportamiento prolongadamente abusivo
que le ha permitido dejar de pagar impuesto predial durante décadas en una de
sus propiedades de gran valía económica (un rancho en el municipio Colón, de
Querétaro) para finalmente aprovechar los beneficios de una legalidad
discutible y cubrir una cantidad ínfima (más de 12 millones de pesos) en
comparación con el elevadísimo monto de adeudos, multas y recargos que un luego
doblegable presidente municipal también panista había anunciado con supuesto
aire justiciero (casi mil millones de pesos fue el adeudo inicialmente
anunciado por esa autoridad que hacía como que ya se imaginaba en cuántas obras
de interés social se gastaría el cúmulo de millones que el citado Fernández de
Cevallos habría de cubrir).
Lo sucedido
en el caso del rancho El Estanco, en el Querétaro gobernado por otro panista
(Pancho Domínguez), es un triunfo del cinismo pues, ciertamente, el leguleyo
experto Fernández de Cevallos aprovechó las posibilidades que ofrece la
normatividad vigente para reducir al máximo la cantidad a pagar. Pero no puede
sostenerse como presunto crítico político, fustigador de opositores y
declamador de presuntas virtudes de su bando partidista, alguien que durante
casi 30 años se ha abstenido conscientemente de contribuir como buen ciudadano
a la acumulación de recursos para que los gobiernos puedan cumplir con sus
obligaciones en cuanto a obras y servicios.
Aun cuando
pueda refugiarse en legalismos, el ciudadano Fernández de Cevallos ha sido un
mal ciudadano, incumplido y, luego, abusivo. Y, con esos antecedentes de
incumplimiento cívico, los estertores de sus discursos supuestamente flamígeros
quedan en mero recurso retórico para disfrazar y eludir sus obligaciones
primarias. Quede constancia (una más) de la demagogia de evasión que practica
el abogado tan ejemplar en cuanto a conflicto de intereses y tráfico de
influencias.
No fue una
frase afortunada la que pronunció ayer el presidente Andrés Manuel López
Obrador a la hora de presentar en una videograbación los avances que en 10 días
ha tenido la construcción del complemento aeroportuario metropolitano ubicado
en la base militar de Santa Lucía: tomen para que aprendan, dijo, en un manejo
de palabras que hace recordar la nada tranquilizadora fórmula que reza para que
aprendan a respetar.
Como sucede
por sistema, el emisor de esa frase buscó suavizarla antes de soltarla (tal ha
sido el recurso ya clásico que postula: con todo respeto): no con el ánimo de
confrontar, pero para decir suave, suave: tomen para que aprendan. También
mencionó que lo logrado está sobre piso firme, no sobre fango. Es explicable la
fogosidad verbal del Presidente de la República en relación con la intensa
batalla legal que le presentaron organizaciones adversas a la construcción en
Santa Lucía. A la cabeza de esa estrategia legal fue mencionado con insistencia
Claudio X. González Guajardo, impulsor de organizaciones como Mexicanos Primero
y Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad. Pero, teniendo esa
explicación, no tiene justificación que el jefe del gobierno mexicano se deje
llevar por tales sentimientos y pronuncie palabras de un calado como las dichas
ayer.
Astillas
Hoy, dos
comisiones unidas del Senado decidirán los nombres de los integrantes de la
terna a partir de la cual se designará al siguiente presidente de la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos. El nombre del sucesor de Luis Raúl González
Pérez estará definido a más tardar el último día del presente mes y entrará en
funciones el 16 de noviembre… Luego de una nunca creíble luna de miel, que tuvo
como antecedente el arrojo de gases lacrimógenos en su contra, los presidentes
municipales que solicitan más recursos federales fueron ignorados ayer por
funcionarios de las secretarías de Hacienda y de Gobernación que no asistieron
a una reunión de trabajo…
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