John M.
Ackerman.
Morena ha tomado la decisión
histórica de dedicar la mitad de su presupuesto a la formación política. A
partir del 1 de enero de 2019 entrará en acción un nuevo Instituto de Formación
Política (IFP) que será autónomo de la dirección política del partido y cuyo
propósito será fortalecer el movimiento a partir de procesos permanentes de
educación, debate, intercambio e información entre los militantes.
El IFP será dirigido por Rafael
Barajas, El Fisgón, y formaremos parte de su Consejo Directivo Paco Ignacio
Taibo II, Pedro Miguel y un servidor, entre otros.
Nunca antes en la historia de México
ha existido un partido que haya hecho una apuesta tan clara a favor de la
formación de sus militantes. Es probable incluso que jamás haya existido un
instituto político en el mundo entero que haya dado tan alta prioridad al tema
de la educación política.
Morena ya
conquistó electoralmente a los gobiernos federal, de la Ciudad de México, de
Veracruz, de Tabasco, de Morelos y de Chiapas, así como numerosas presidencias
municipales de gran importancia a lo largo y ancho del país. El partido también
controla tanto el Congreso de la Unión como la mayoría de los Congresos
locales.
Ya no es necesario utilizar los
recursos del movimiento para construir opciones de educación formal para los
jóvenes. El importante proyecto de las “escuelas universitarias”, que movilizó
la mitad de los recursos del partido para fundar y mantener 20 diferentes
institutos de educación superior, ahora será retomado por los gobiernos de
Morena. La coordinadora del proyecto, Raquel Sosa, ya trabaja en la expansión y
la consolidación del proyecto desde la SEP federal.
Pero el compromiso de Morena con la
educación no se acaba con la incorporación de su exitoso primer proyecto
educativo al nuevo gobierno democrático. Ahora se canalizará la mitad de los
recursos públicos del partido hacia un ambicioso programa de formación política
y social entre los militantes y con la ciudadanía en general.
El objetivo es facilitar una
transformación y una liberación de las conciencias dentro de la sociedad paralela
al cambio institucional que tendrá lugar dentro del Estado. Ello de ninguna
manera implica una “indoctrinación” (adoctrinamiento) de la población de
acuerdo con una sola ideología, sino lo contrario. Morena incluye y arropa una
multiplicidad de diferentes puntos de vista y todos deben ser incluidos.
Tampoco se buscará la formación de
ciudadanos pasivos que obedezcan al nuevo gobierno o al nuevo ocupante de
Palacio Nacional. Un auténtico proceso de formación política democrática no
tiene el objetivo de generar ciudadanos “borregos”, sino de estimular las
capacidades de pensamiento crítico y de acción organizativa autónoma.
Lo gobiernos neoliberales también
tenían su proyecto de educación política, aunque jamás lo formulaban como tal y
tampoco le invertían una gran cantidad de tiempo o recursos. Para el viejo
régimen, el objetivo era la creación de un sujeto social supuestamente más
“moderno”, consumista e individualizado, que “confiara” en el gobierno y
contara con una sólida “cultura de la legalidad”. Desde este enfoque se han
desarrollado una infinidad de cursos y de mensajes propagandísticas cuyo
objetivo central ha sido en realidad generar ciudadanos más obedientes y
pasivos frente al poder.
El trabajo
pedagógico del IFP partirá de un enfoque
radicalmente distinto. Sin desdeñar la importancia de la modernidad y la
legalidad como principios fundamentales, también hay que complementarlos con
los principios de la crítica y la resistencia, así como tener claro que ninguno
de estos ideales se puede lograr sin la activa participación crítica y
organizada de la ciudadanía. Las transformaciones culturales no se pueden
imponer desde arriba, sino que sólo son posibles a partir de una construcción
colectiva desde abajo.
Dicen que el poder corrompe, y que el
poder absoluto corrompe absolutamente. El mejor servicio que pueda hacer el IFP
a la causa de la Cuarta Transformación es apoyar con la generación de una
fuerte conciencia crítica y una contundente acción social capaz de recordar
constantemente a los funcionarios públicos su obligación de no robar, no
mentir, no traicionar y, en general, utilizar su poder para servir al pueblo en
lugar de servirse de él.
De la misma
manera, la ciudadanía también debe estar
preparada para cuestionar las mentiras y la desinformación propagadas por los
medios de comunicación y en las redes sociales. Cuando el poder mediático y las
noticias falsas dictan la agenda, se distorsiona la discusión pública a favor
de los intereses de los poderes fácticos y la sociedad se vuelve sumamente
vulnerable a la violación generalizada de sus derechos.
Tampoco se trata de que Morena se
convierta en una fuerza opositora al gobierno. No se busca obstaculizar el
trabajo de construcción de la Cuarta República, sino facilitar su rápida y
eficiente materialización. A lo largo de los próximos seis años habrá grandes
resistencias a los proyectos y las iniciativas de López Obrador, sobre todo a
los que impliquen la reducción de los privilegios de las élites políticas,
económicas y burocráticas.
El nuevo presidente necesitará un
contundente apoyo de la sociedad para contar con suficiente fuerza para poder
evitar los sabotajes y saltar los obstáculos al cambio que le colocarán en el
camino. Sólo el pueblo puede salvar al pueblo.
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