lunes, 29 de octubre de 2018

La exigencia.


Javier Risco.

“También han confirmado: Evo Morales Ayma, Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia; Nicolás Maduro Moros, Presidente de la República Bolivariana de Bolivia; Colville Young, Gobernador de Belice y Desiré Delano Bouterse, Presidente de la República de Surinam. 15 Jefes de Estado”. Este fue el tuit del próximo secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, que levantó una de las polémicas más intensas el fin de semana en la conversación pública: la invitación al presidente venezolano Nicolás Maduro, el próximo sábado 1 de diciembre a la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador.

Hay que aceptar que ya es una decisión tomada del nuevo gobierno y que seguramente no se cumplirá el llamado de miles de mexicanos que participaron en Facebook y Twitter bajo la consigna #MaduroNoEresBienvenidoAMéxico, el presidente venezolano estará presente y esto abre la discusión para distinguir entre un gesto protocolario y política exterior.

Ayer, el profesor del CIDE Carlos Bravo Regidor hacía un interesante apunte a través de su cuenta de Twitter, poniendo como ejemplo la relación política entre el presidente Francés, Emmanuel Macron, y el presiente ruso, Vladimir Putin; haciendo referencia a la visita en mayo de 2017 de Putin a Francia, donde el propio Macron exponía sus profundas diferencias por los conflictos en aquel entonces de Siria y Ucrania y la homofobia en Chechenia. Así lo decía Macron frente a la prensa rusa y francesa en aquella visita de Estado: “El uso de armas químicas en Siria será objeto de represalias y de una respuesta inmediata, al menos por parte de los franceses”.

No invitar a Nicolás Maduro tal vez era la aduana más sencilla para el nuevo gobierno, hacerse a un lado, creer que Venezuela no existe en la región. No, habrá que esperar a que el próximo gobierno en funciones se convierta en una voz que defienda los derechos humanos y que de frente exija la libertad de los presos políticos y la prensa. Ahí es donde, desde la sociedad civil, podemos levantar la voz, exigir una postura y una crítica ante la situación actual en Venezuela.

Que asista o no a una toma de protesta se convierte en un hecho intrascendente.

Lo que importará será la postura formal de Andrés Manuel López Obrador y también del próximo canciller, Marcelo Ebrard, una vez que sean gobierno y tengan la responsabilidad de asumir un lado de la discusión, sobre todo sabiendo que nuestro país es uno de los que más solicitudes de asilo ha recibido y admitido de quienes han abandonado Venezuela por la violación a sus derechos por parte del gobernante, que el 1 de diciembre pisará las mismas tierras mexicanas que hoy los protegen de él.

No será el único tema pendiente, con la llegada del fascista Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil también se empezarán a acumular las agresiones a minorías, el racismo, la represión a la oposición, y se apagará lentamente la libertad de prensa en aquel país, la voz de un país como México también será fundamental.

Ayer el presidente en funciones, Enrique Peña Nieto, escribía en su Twitter: “A nombre del pueblo y del Gobierno de México felicito a @jairbolsonaro por su elección como presidente de la República Federativa del Brasil, en una ejemplar jornada que refleja la fortaleza democrática de ese país”. Repito el mismo argumento: una felicitación protocolaria no marca la política exterior de un país, habrá también que esperar la voz que llega con el nuevo gobierno.

Por último, el impredecible Donald Trump pone la relación con Estados Unidos en una eterna terapia intensiva: le quedan poco más de dos años al republicano en la Casa Blanca. Hasta el momento el T-MEC y la caravana migrante le han tocado al gobierno de Peña Nieto; Ebrard y López Obrador han jugado el papel de invitados de primera fila, pero las comodidades de la transición los han dejado en el limbo de las relaciones, la cordialidad con Trump se acaba en dos tuitazos.

La exigencia es después del 1 de diciembre, México tiene la oportunidad de convertirse en una voz fundamental del continente, defensora de los derechos humanos, de la libertad de prensa y alzar la voz contra el abuso de poder y la discriminación, ojalá llegue esa voz.

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