José Gil
Olmos.
Las redes
sociales se han convertido en la caja de Pandora que, una vez abierta, dio paso
a lo peor y, en menor medida, a lo mejor de la ciudadanía. Y la encuesta sobre
la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) es el más
reciente ejemplo.
El odio y el
rencor, el clasismo y el racismo, la cerrazón y la imposición de ideas, la
descalificación y la estigmatización irracional han sido algunas de las
expresiones más recurrentes que ciudadanos, opinadores y miembros de grupos
políticos y sociales difundieron en las redes de una manera tan brutal como
peligrosa desde que se anunció la realización de la encuesta para definir la
sede del nuevo aeropuerto.
En este mundo de la sinrazón, la
descalificación va por delante. Los epítetos contra el que piensa diferente
corren en cascada sin que nadie se pare a razonar. Van desde el “pinche indio”
y el “naco” hasta el “fifi” o el ignorante, pasando por nuevas
descalificaciones, como el “chairo”, que son utilizadas ad nauseam para
agraviar al otro, al que apoya una idea o un proyecto distinto al de uno.
Algunos opinadores se han distinguido
claramente como precursores de este proceso de descalificación vomitando sus
ideas bajo el argumento de la libertad de expresión, atizando más el odio y el
rencor que ya ha formado quistes que supuran una enfermedad en la sociedad,
manchando todo lo que hay a su alrededor.
Opinadores y ciudadanía se han
enfrentado en las redes sociales sin mediar ningún razonamiento. Cada uno cree
tener la verdad y en ese individualismo pernicioso quieren imponerla sin
ofrecer ideas claras ni bases concretas en sus argumentaciones.
Se trata de una guerra de agravios en
la cual el que insulta más es el que mejor se siente. Es la dopamina del odio.
En el caso
de la encuesta aplicada para determinar dónde se construye el NAIM, al final de
las discusiones bizarras ya no
importaban los impactos económicos, sociales y políticos que traerían las dos
opciones, sino resaltar los errores y la desorganización para descalificarla.
Muchos de los que rechazaron el
ejercicio, sobre todo los opinadores, olvidaron que el gobierno de Enrique Peña
Nieto es el responsable de haber tomado la decisión de hacerlo en Texcoco sin
tomar en cuenta el impacto ecológico para el Valle de México, la corrupción en
los contratos y el incumplimiento en los tiempos de culminación, lo cual elevó
los costos.
Solo miraron los graves errores de
los organizadores de la encuesta y emitieron opiniones catastróficas y
apocalípticas para la economía, pronosticando un desastre para el gobierno
entrante encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
Para estos
opinadores, la decisión de cambiar la
sede del nuevo aeropuerto afectará a los contratistas más ricos de México sin
decir que a estos lo que menos les importa son los beneficios sociales, sino la
riqueza que pueda generar para sus bolsillos.
Mientras que del otro lado, del
equipo lopezobradorista, se ufanaron de haber conseguido una victoria con la
encuesta minimizando los graves errores que se cometieron, blandiendo la idea
de que esto es la democracia, pero cerrando los ojos, los oídos y la razón a la
crítica o a las llamadas de atención de que a veces “el pueblo se equivoca”
como ya se demostró con “El Brexit” en el Reino Unido, el arribo de Donald
Trump en Estados Unidos o la reciente elección de Jair Bolsonaro en Brasil.
Lo ocurrido el pasado fin de semana
es quizá la muestra o la señal de lo que vendrá en el próximo gobierno, una
etapa de encono y sinrazón en la sociedad que tiene acceso a las redes sociales
y que contaminará al resto del cuerpo ciudadano con el grave riesgo del enfrentamiento.
Por cierto… En los últimos años, las redes sociales en
México han cobrado gran relevancia. Hacia el 2016, su uso alcanzó una
penetración de 93.6% del total de usuarios, es decir, 64.7 millones de
personas, debido a la expansión en el uso de los teléfonos inteligentes. La
mayoría de los internautas son menores de 40 años, es decir, la población joven
que vota. El alcance se expande día a día y con esto también los escenarios de
una polarización social que no ayuda en tiempos de crisis.
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