Sanjuana
Martínez.
Acostumbrados
a la democracia dirigida y a las
“consultas” al pueblo que los últimos gobiernos han hecho al pueblo a base de
golpes y represión, hay periodistas, empresarios, políticos y ciudadanos que se
han manifestado efusivamente en contra la consulta nacional ciudadana para
resolver la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM)
con un costo de más de 13 mil millones de dólares.
La iniciativa de la consulta fue
buena, aunque para un primer ejercicio ciertamente tuvo serios fallos: la gente
podía votar varias veces en la misma ciudad o diferentes estados, hubo urnas
que no llegaron a instalarse, no hubo suficiente información de donde estaban
ubicadas las casillas, la tinta no era indeleble, las boletas no estaban
foliadas y una desorganización llamativa.
Pero creo
que como primer ejercicio ciudadano es
digno de reconocerse. La consulta ciudadana, el referéndum, el plebiscito o la
iniciativa popular constituyen un ejercicio democrático excelente para tomar el
termómetro de la opinión pública. Ser consultado, es un derecho ciudadano.
Pero lo que más sorprende de este primer
ejercicio de consulta, son las ganas de los detractores por hacerla fracasar.
Particularmente la forma que eligieron es haciendo ellos mismos las trampas
para demostrar que la consulta tenía serios fallos.
El objetivo más importante de los
detractores era deslegitimar esta consulta. Demostraron hasta el cansancio que
podían votar dos, tres, cuatro o más veces; señalaron irregularidades en la
asignación de más boletas en zonas como Atenco, para favorecer el resultado y
ofrecieron de manera pormenorizada el sin fin de problemas generados.
Algunos periodistas que se han
autonombrado “fifís”, usando orgullosamente camisetas con dicho lema, fueron
los más beligerantes, algunos con tono de indignación personal, hicieron
crónicas muy poco equilibradas, sin tomar en cuenta a quienes estuvieron a
favor de la consulta.
Lo más interesante de todo es que, la
consulta va y los resultados obviamente no serán del agrado de todos,
particularmente de quienes prefieren el aeropuerto por encima de cualquier
argumento: social, ecológico o financiero.
Y es que en la construcción del nuevo aeropuerto se
ha exhibido que los “ganones” son los mismos señores mexicanos del dinero, los
dueños de México, pues, los que siempre salen beneficiados por encima de los
intereses ciudadanos.
Aquí lo que importa para algunos es
la “inversión”, el dinero, la acumulación de riqueza y la explotación de los
recursos del erario para satisfacer sus proyectos.
¿Quiénes son los beneficiados de este
mega-negocio? Pues las familias de siempre: la de Carlos Slim, la del
innombrable Carlos Salinas de Gortari, Armando Hinojosa, Hank Rhon o Bernardo
Quintana. Todos han firmado la mayoría de los contratos de esta mega-obra.
El más interesado es uno de los
hombres más ricos del mundo, Carlos Slim, su obscena riqueza en un país con 70
millones de pobres no le ruboriza, diariamente gana cientos de millones más con
su telefonía de alto costo y el resto de sus negocios.
En el caso del NAIM, ya tenía
preparado a su yerno, el arquitecto Fernando Romero Havaux, esposo de su hija
Soumaya Slim Domit. El muchacho, junto con el británico Norman Foster, cobró la
pequeña cantidad de 2 mil 62 millones 364 mil 464 pesos por los “proyectos
ejecutivos” para la construcción de la terminal, el estacionamiento, los
accesos y la torre de control del nuevo aeropuerto. El yerno de Slim ya ganó,
se construya o no el aeropuerto.
La construcción del edificio terminal
corre a cargo del señor Slim y será por 84 mil 828 millones 377 mil 320 pesos,
planeada del 13 de febrero de 2017 al 20 de octubre de 2020.
A Slim lo
acompaña otro gran inversionista, Hipólito
Gerard Rivero, cuñado de Carlos Salinas de Gortari, quien le vendió a precio de
ganga Teléfonos de México. El hombre más rico de América Latina quiere además
otro contrato por 7 mil 35 millones 204 mil 570 pesos para la construcción del
sistema de recarga e instrumentación geotécnica, de infraestructura y
pavimentos. Este contrato ya está en marcha desde el 11 de noviembre del año
pasado.
Al señor
Slim, lo acompaña otro “honorable”
empresario. Se trata del priista Carlos Hank Rhon, dueño del banco
Interacciones con noventa y dos mil 200 millones de pesos, lo que representa el
51 por ciento de la inversión total para la primera fase del nuevo aeropuerto.
A Slim, Salinas de Gortari y Hank Rhon,
se une el “honorable” empresario Bernardo Quintana con su empresa ICA y a quien
le entregaron dos contratos, uno por 16 millones y otro por 7 mil 571 millones
741 mil 821 pesos.
A estos ganones, hay que añadirle las
empresas del Grupo Atlacomulco con su empresa Coconal. Y por si no era
suficiente en la indiscutible “honorabilidad” de los inversionistas, hay que
añadirle a la empresa Aldesem, que junto a Epccor construyó el paso exprés de
la autopista México-Cuernavaca que terminó en un horrible socavón, provocando
la muerte de dos personas.
Los procesos de adjudicación de
contratos han sido obviamente discrecionales, no se ven muchos concursos
alrededor, pero lo peor es que quieren que el 58 por ciento
de la inversión la paguemos los mexicanos y ellos sólo el 42; luego corrigieron
y dijeron que estaban dispuestos a inyectarle el 70 por ciento.
¿Cómo estará el mega-negocio del NAIM
y la distribución de sus ganancias, que los incondicionales de esta obra
trabajan día y noche para generar opinión pública a favor?
En fin, anoche se dieron a conocer
los resultados, para saber si sigue la obra de Texcoco o se opta por Santa
Lucía. Finalmente, ganó la mejor opción, la que eligieron los ciudadanos,
aunque a algunos no les guste.
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