Por Adela
Navarro Bello.
Hasta el
fatal accidente del helicóptero en el cual viajaban la gobernadora de Puebla,
Martha Erika Alonso y su esposo el senador Rafael Moreno Valle, la única
elección para renovar el gobierno estatal era la de Baja California.
La trascendencia de la elección BC
para el PAN está en el hecho que personas de ese partido han gobernador el
estado desde 1989. Este año se cumplirán 30 años de aquella vez que un político
de oposición, Ernesto Ruffo Appel, ganó la gubernatura de un estado al PRI, y
el triunfo le fue reconocido.
Desde entonces a la fecha en Baja
California han gobernado seis hombres emanados de Acción Nacional. A Ruffo
Appel le siguió don Héctor Terán Terán, quien falleció cuando cumplía tres años
en el cargo y fue sustituido por Alejandro González Alcocer. En 2001 ganó
Eugenio Elorduy Walther, y fue sucedido por José Guadalupe Osuna Millán hasta
llegar al actual mandatario Francisco Vega de Lamadrid.
Ninguno con tantas sospechas de
corrupción como el último, y ninguno con tan mal ejercicio del gobierno como el
último también. Francisco Vega de Lamadrid debe más de 800 millones de pesos a
la Universidad Autónoma de Baja California, dejó sin sueldo y sin aguinaldo el
último trimestre de 2018 y la primera quince de 2019, a maestros, trabajadores
del estado, así como a quienes colaboran en dependencias autónomas y
descentralizadas como la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, el Instituto
de Transparencia, el Instituto Estatal Electoral, las instituciones académicas
CECYTE y COBACH, por supuesto la UABC, y al Poder Judicial del Estado. Esto no
había sucedido en Baja California ni cuando el PRI gobernaba.
Vaya, que el ambiente no es el óptimo
para el PAN Nacional en su intención por retener la joya de la corona electoral
que significa este estado. Para Marko Cortez, perder lo que durante 30 años han
tenido, no solo sería una muestra de su falta de liderazgo en la selección de
candidatos y la evangelización política albiazul, sino que lo conformaría en la
derrota electoral, y marcaría el poderío político electoral del presidente
Andrés Manuel López Obrador en el principal bastión azul (desde 2018, después
de Guanajuato) lo cual confirmaría el desgaste social de Acción Nacional.
Tan importante es la elección del 1
de junio de 2019 en Baja California para Cortez, que durante su campaña por la
dirigencia nacional de su partido, prometió –en la dinámica lopezobradorista-
traer al Comité Ejecutivo Nacional del PAN a Baja California y también durante
la campaña, residir en este estado. Así el tamaño del anhelo, la necesidad y la
urgencia del dirigente azul por retener el Estado 29.
Sin embargo el escenario no le ha favorecido al joven
líder nacional. Los múltiples señalamientos de corrupción sobre el gobierno de
Kiko Vega y sus colaboradores, el endeudamiento por miles de millones de pesos
en una desalinizadora, en un C5i; la mala administración estatal que dejó sin
sueldo a miles de personas, y el alarmante crecimiento de la violencia en el
Estado (Con 196 al 28 de enero, ya se había superado la cifra de 192 ejecutados
reportados en enero de 2017) tienen al electorado bajacaliforniano, a 30 años
del cambio, ansiando otro cambio en el rumbo político.
Aunque el factor más fuerte es el
derrotismo de los partidos políticos en Baja California, pues consideran que el
tsunami electoral del 1 de julio de 2018 que encabezó López Obrador al ganar
con 30 millones de votos la presidencia de la República, y haber triunfado en
todos menos en un estado, sería un fenómeno que llegaría a las urnas
bajacalifornianas prácticamente un año después. De hecho en la mayoría de las
encuestas que a la fecha se han realizado para conocer la intención del voto en
BC, Morena se lleva arriba del 50 por ciento de las preferencias, contra un
promedio de 20-25 puntos para el PAN y escasos 16-18 para el PRI.
Con esa
carga sobre el PAN en la frontera norte, la
idea de Marko Cortez fue apostarle a un candidato ciudadano para suceder a Francisco
Vega. Pero… nadie le aceptó. Se la ofreció a Gustavo de Hoyos Walther,
dirigente nacional de Coparmex, y dijo no. Entonces se la quiso dar a Juan
Manuel Hernández Niebla, presidente del Comité Ciudadano de Seguridad Pública
de BC, y dijo no. Intentaron con un empresario tradicional de Mexicali, Mario
Hernández Maytonera, y tampoco aceptó. Luego voltearon a ver a la Universidad
Autónoma de Baja California e intentaron convencer a un ex Rector, pero no se
dejó. Vaya, en su desesperación incluso se acercaron a quien fue suplente de
Jorge Hank en la alcaldía de Tijuana, el dirigente del Consejo Coordinador
Empresarial de Tijuana, Kurt Honold, y tampoco les aceptó.
Apestados por la corrupción en BC,
los panistas se quedaron solos.
El único que “alcanzó” a registrarse
por ese partido, y a quien de hecho mantuvieron en vilo en lo que intentaban
convencer a un ciudadano de cargar con la candidatura, fue un ex diputado
federal, ex coordinador de relaciones públicas con Kiko Vega, y más famoso por
supuestamente exhibir a Gerardo Fernández Noroña a quien grabó e intentó
denostar saliendo de una sala ejecutiva en el aeropuerto. Se trata de Óscar
Vega, quien cuando el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa tituló el
Secretariado Ejecutivo Nacional de Seguridad Pública, más por compadrazgos que
por otra cosa.
Vega, el único registrado y aspirante
a la candidatura al gobierno de BC por el PAN, finalmente fue aceptado por el
gobernador, por Cortez, y por todos los grupos de Acción Nacional locales y
nacionales. No representa este otro Vega, ni de lejos, lo que aspiraba lograr
Marko Cortez, pero evidentemente es lo que hay.
En Morena la candidatura al gobierno del Estado será
para el hombre del presidente en esta región: Jaime Bonilla Valdez. Primero lo
designó dirigente estatal de Morena, después lo hizo delegado electoral del
noroeste del país. Ya entrados lo hizo candidato al Senado de la República en
2018 en el primer ligar de la fórmula, pero los primeros días de diciembre del
año pasado solicitó licencia cuando fue nombrado, otra vez por AMLO, súper
delegado federal, o coordinador presidencial en el Estado. A menos de dos meses
de tal encargo, lo dejará para ser nominado candidato al gobierno del Estado de
Baja California.
Es evidente que el presidente de la
República quiere ganar Baja California, de otra forma no habría llevado a esa
posición a su “hombre fuerte”, con todo y que sin nombres, tan solo por
partido, su movimiento concentra el 50 por ciento de las preferencias.
El derrotismo también alcanzó al
Partido Revolucionario Institucional. Del tercer lugar nacional en la justa
político electoral de 2018, terminaron divididos, apocados, opacados,
avasallados. Bueno, en BC, con todo respeto para quienes fueron gobierno del
PRI en este estado, pero hasta en la corrupción les ha rebasado el actual
gobierno. Pero ni así tienen esperanzas. De considerar no presentar –por
primera vez en su historia- candidato a gobernador del estado, hace unos días
se anotaron por lo menos dos, la ex diputada federal y ex dirigente estatal de
su partido, Nancy Sánchez, y el ex delegado federal Enrique Acosta Fregoso.
Fuera de ellos dos, nadie más quiso la candidatura en la elección que ya ven
perdida, y mejor hacen amarres para asegurar las migajas políticas en que se
han convertido para los partidos menores las diputaciones de lista, las
regidurías.
En esas
condiciones, la elección por el gobierno
de Baja California se medirá entre la desesperación del PAN y la seguridad del
Presidente. O los intentos desesperados de Marko Cortez por darle la vuelta a
la corrupción local (a la que no se enfrenta) y retener un sexenio más el
estado, y la seguridad de un presidente que a pesar de muchos alcanza una
popularidad del 90 por ciento, y se enfrenta a su primera elección en Baja
California y lo que busca es el refrendo para él, para su partido y su
candidato.
De las
posiciones y el resto, luego hablamos…
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