Javier Risco.
¿Qué hacía
usted en 1994? México vivió entonces uno de los años más complejos política y
económicamente de la época moderna. En 1994 entró en vigor el TLC –que hoy ya
se transformó en T-MEC– y el EZLN hizo su aparición pública con el rostro del
subcomandante Marcos, que presentó al movimiento como una lucha por los
derechos indígenas. La tan mentada palabra ‘neoliberalismo’ cambiaba el destino
de muchos mexicanos.
En ese mismo
1994, Ernesto Zedillo se convirtió en el último presidente priista antes de la
‘alternancia’ y fue el año de la crisis económica y el error de diciembre. Ese
año asesinaron al padre de la hoy dirigente priista Claudia Ruiz Massieu, José
Francisco Ruiz Massieu. Y sí, también fue hace 25 años que en Tijuana ocurrió
el magnicidio más famoso del que tenemos recuerdo: el asesinato del candidato
presidencial Luis Donaldo Colosio.
“Nosotros no
le tememos a la competencia política. Lo que sí rechazamos es la incompetencia
política”. Si usted era muy joven o ni siquiera había nacido no recordará que
esta es una cita del último discurso que pronunció el político que se convirtió
en leyenda, no sólo por su homicidio, sino por el mito que se generó del
político priista que pretendía cambiar al sistema desde adentro y al que los
poderes que están más allá de buenas voluntades quitaron del camino.
Pero
realmente no importa si para 1994 ya había nacido o era consciente de las
noticias, seguramente aun así sabe que a Luis Donaldo Colosio lo mataron entre
los versos de La culebra y que un supuesto asesino solitario llamado Mario
Aburto, ese joven que nos arrebató ‘la esperanza de cambio’, fue encarcelado
por el histórico homicidio.
Y, ¿se ha
preguntado qué hay más allá de la ‘verdad histórica’? ¿Qué información falta en
los huecos de la versión oficial escrita desde Los Pinos? Laura Sánchez Ley,
una reportera que en aquel 1994 apenas era una niña de seis años, no sólo se
preguntó qué había detrás de los misterios del famoso magnicidio, sino que usó
el periodismo para contarnos a todos los demás aquella parte del caso que cambió
la historia política de México y que nadie más nos había contado.
Durante
varios años, la joven tijuanense ha dedicado la profesión que hoy desempeña,
cobijada por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, para pelear por la
información a la que todos tenemos derecho y que explica parte de uno de los
capítulos más complejos de la política mexicana: ¿qué oculta el expediente del
caso Colosio?
Usando el
acceso a la información pública, desde la impugnación de resoluciones y el
logro de desclasificar archivos que estaban celosamente guardados, Sánchez Ley
abrió el expediente completo del juicio de Mario Aburto, el michoacano que pasó
de estar preso en penales de máxima seguridad, como Almoloya o Puente Grande, a
ser maestro de primaria en una cárcel de mediana seguridad en Tabasco, al menos
hasta 2018.
Más de nueve
mil hojas de la historia de un joven que fue señalado como el asesino de
Colosio y que cuentan las múltiples contradicciones en su proceso penal, videos
en los que él explica qué pasó aquella tarde en Lomas Taurinas, declaraciones
de testigos y hasta el señalamiento de una llamada que el expresidente Carlos
Salinas de Gortari le habría hecho a Aburto dos meses después de estar preso,
llamada que Mario Aburto nunca tomó. En el marco de los 25 años del magnicidio,
este trabajo periodístico cuenta una parte de la tenebrosa historia del poder
intentando borrar las huellas de un homicidio que permitió al PRI un sexenio
más del control económico y social de México. Una lucha por la libertad de
expresión y un logro de la transparencia que, tras un proceso de muchos meses
de pelea, finalmente nos deja asomarnos a una ventana que antes estaba tapizada
con los periódicos que tenían en primera plana las versiones oficiales.
Pruebas
periciales, recreaciones, declaraciones de las que nunca supimos… Sánchez Ley y
el expediente cuya reserva fue retirada el año pasado por el Consejo de la
Judicatura Federal, son una prueba más de la importancia del periodismo. ¿Ya
tenemos un gobierno transparente? No, pero lo que sí tenemos son herramientas
que han permitido a periodistas como ella luchar contra la corriente de una
versión oficial que nos dibujó una realidad a conveniencia y que llenó los
huecos con leyendas. No hay un gobierno transparente, pero, afortunadamente,
hay periodismo valiente que intenta e intenta hasta contarnos incluso uno de
los secretos mejor guardados. ¿Se va a resistir a leer el secreto que cinco
presidentes se negaron a contarnos?
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