miércoles, 30 de enero de 2019

(No) es momento de dejar Twitter.


Javier Risco.

México es un espanto. El 19 de enero pasado, Giselle, una niña de 11 años, desapareció en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México. Tras una semana de búsqueda, sus padres reconocieron su cara después del hallazgo de un cadáver en un paraje del municipio de Ixtapaluca. Nos quebró a todos la historia. Como nos quiebra saber que nueve mujeres son asesinadas diario en este país, sin que nunca pase nada. Hay una periodista que, como nadie, ha visto el monstruo del feminicidio a los ojos los últimos diez años de su vida: hablo de Lydiette Carrion. De hecho, acaba de publicar un libro brutal titulado: La fosa de agua. Desapariciones y feminicidios en el río de los Remedios. Lydiette ha visto la historia de Giselle repetida hasta el cansancio en esa entidad que desprecia la vida de la mujer, y decidió poner desde su cuenta de Twitter un mensaje: 11 años. Salí al café internet y luego fui a buscar a mi papá. Días después fui hallada asesinada. Lo cuento yo porque Giselle ya no puede. A este mensaje le llegaron decenas de réplicas, una de la periodista Peniley Ramírez, convocando a varias mujeres a ser altavoz de la historia de Giselle. Se unieron la analista Denise Dresser, la periodista Gabriela Warkentin, la escritora Alma Delia Murillo y muchas más. Admiré el esfuerzo, el participar ante la tragedia, hacer algo desde una trinchera, les di RT.

Ayer, la exsecretaria de Cultura, Consuelo Sáizar, hizo que llegara a mi línea de tiempo en Twitter una de las entrevistas más hermosas que he leído; era la plática del periodista Bruno Pardo, del diario ABC, con el gran Fernando Savater, sobre su más reciente libro La peor parte. Memorias de amor, una despedida con tonos de eternidad a su esposa fallecida, en 2015, Sara Torres. El párrafo inicial es un espejo del tono del texto: “Lo peor es descubrir que nada se derrumba después de la hecatombe, que mañana habrá otro amanecer y sus ojos no estarán para gozarlo. Lo peor es ver que los días se dilatan en su ausencia, y que no hay dolor que pare el tiempo. Estamos condenados a vivir la pérdida. ‘El universo está acostumbrado a la muerte, los que no estamos acostumbrados somos nosotros”. Me conmovió hasta las lágrimas, le di RT.

Ayer también llegó a mí un interesante texto publicado en el New York Times, del periodista Farhad Manjoo. Me lo envió un querido amigo, y se titulaba: “Periodista, es momento de dejar Twitter”. El escritor sudafricano de 40 años sostenía con argumentos sólidos cómo esta red social ha dañado la labor periodística. Rescato un par de ideas del texto: “Twitter no sólo arruina la imagen de los medios. También sesga nuestro periodismo. Todos los elementos de la interfaz de Twitter fomentan una mentalidad que se opone a la indagación periodística: favorece la forma por encima del contenido, y los argumentos baratos por encima del debate razonado, mientras reduce el alcance temporal de la prensa (…) Esa red social ya no es un club desenfadado para el periodismo. En cambio, es el epicentro de una guerra imparable de información, un estadio de gladiadores con una gestión tan mala que casi es cómica, un lugar en el que los activistas, los artistas de la desinformación, los políticos y los publicistas se reúnen para dirigir e influenciar el mundo mediático más amplio”.

Yo pienso firmemente que no debemos de dejar de usar Twitter ni ninguna herramienta que amplifique las buenas historias, las injusticias y una que otra risa (o lágrima) en una tarde perdida. Tiene razón Manjoo al decir que esta red social se ha convertido en un “estadio de gladiadores” –creo incluso que se queda corto–, pero eso es porque, al menos en este país, hemos decidido transitar en este tono los últimos meses. En México vivimos una época de polarización y violencia verbal que nunca había visto; basta poner un video del tenista Roger Federer en Australia para caer en la discusión del plan contra el robo de hidrocarburos y la eficacia del Ejército en emergencias producidas por el huachicoleo. (https://twitter.com/jrisco/status/1086687769181806597) Vivimos en tiempos convulsos social e ideológicamente. Twitter sólo es un pequeño reflejo de lo que nos rodea. Creo firmemente que México ha vivido en los últimos años una época de oro en su periodismo de investigación; Animal Político, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, Quinto Elemento Lab, Aristegui Noticias, Proceso, Reforma, El Universal y decenas de periodistas freelance han hecho reportajes que han marcado el rumbo de este país…. todo lo han hecho en tiempos de Twitter.

Hace unos días me preguntaba un colega periodista, Primitivo Olvera, si Twitter servía para conversar: yo creo que no, en todo caso para contemplar ideas, informarse de gustos personales y ver gente que despierta y se va a dormir muy enojada; sin embargo, esta estridencia no es impuesta, el volumen lo modulamos nosotros, también en este espacio existe el silencio y a veces es sano y necesario.

Por último, y tal vez lo más importante, la vida no es Twitter, la vida es lo miserable del feminicidio; lo necesario de una investigación que descubre una casa blanca; lo terrible de la ignorancia trumpiana, y lo dulce del último adiós de un escritor enamorado.

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