Javier Risco.
México es un
espanto. El 19 de enero pasado, Giselle, una niña de 11 años, desapareció en el
municipio de Chimalhuacán, Estado de México. Tras una semana de búsqueda, sus
padres reconocieron su cara después del hallazgo de un cadáver en un paraje del
municipio de Ixtapaluca. Nos quebró a todos la historia. Como nos quiebra saber
que nueve mujeres son asesinadas diario en este país, sin que nunca pase nada.
Hay una periodista que, como nadie, ha visto el monstruo del feminicidio a los
ojos los últimos diez años de su vida: hablo de Lydiette Carrion. De hecho,
acaba de publicar un libro brutal titulado: La fosa de agua. Desapariciones y
feminicidios en el río de los Remedios. Lydiette ha visto la historia de
Giselle repetida hasta el cansancio en esa entidad que desprecia la vida de la
mujer, y decidió poner desde su cuenta de Twitter un mensaje: 11 años. Salí al
café internet y luego fui a buscar a mi papá. Días después fui hallada
asesinada. Lo cuento yo porque Giselle ya no puede. A este mensaje le llegaron
decenas de réplicas, una de la periodista Peniley Ramírez, convocando a varias
mujeres a ser altavoz de la historia de Giselle. Se unieron la analista Denise
Dresser, la periodista Gabriela Warkentin, la escritora Alma Delia Murillo y
muchas más. Admiré el esfuerzo, el participar ante la tragedia, hacer algo
desde una trinchera, les di RT.
Ayer, la
exsecretaria de Cultura, Consuelo Sáizar, hizo que llegara a mi línea de tiempo
en Twitter una de las entrevistas más hermosas que he leído; era la plática del
periodista Bruno Pardo, del diario ABC, con el gran Fernando Savater, sobre su
más reciente libro La peor parte. Memorias de amor, una despedida con tonos de
eternidad a su esposa fallecida, en 2015, Sara Torres. El párrafo inicial es un
espejo del tono del texto: “Lo peor es descubrir que nada se derrumba después
de la hecatombe, que mañana habrá otro amanecer y sus ojos no estarán para
gozarlo. Lo peor es ver que los días se dilatan en su ausencia, y que no hay
dolor que pare el tiempo. Estamos condenados a vivir la pérdida. ‘El universo
está acostumbrado a la muerte, los que no estamos acostumbrados somos
nosotros”. Me conmovió hasta las lágrimas, le di RT.
Ayer también
llegó a mí un interesante texto publicado en el New York Times, del periodista
Farhad Manjoo. Me lo envió un querido amigo, y se titulaba: “Periodista, es
momento de dejar Twitter”. El escritor sudafricano de 40 años sostenía con
argumentos sólidos cómo esta red social ha dañado la labor periodística.
Rescato un par de ideas del texto: “Twitter no sólo arruina la imagen de los
medios. También sesga nuestro periodismo. Todos los elementos de la interfaz de
Twitter fomentan una mentalidad que se opone a la indagación periodística:
favorece la forma por encima del contenido, y los argumentos baratos por encima
del debate razonado, mientras reduce el alcance temporal de la prensa (…) Esa
red social ya no es un club desenfadado para el periodismo. En cambio, es el
epicentro de una guerra imparable de información, un estadio de gladiadores con
una gestión tan mala que casi es cómica, un lugar en el que los activistas, los
artistas de la desinformación, los políticos y los publicistas se reúnen para
dirigir e influenciar el mundo mediático más amplio”.
Yo pienso
firmemente que no debemos de dejar de usar Twitter ni ninguna herramienta que
amplifique las buenas historias, las injusticias y una que otra risa (o
lágrima) en una tarde perdida. Tiene razón Manjoo al decir que esta red social
se ha convertido en un “estadio de gladiadores” –creo incluso que se queda
corto–, pero eso es porque, al menos en este país, hemos decidido transitar en
este tono los últimos meses. En México vivimos una época de polarización y
violencia verbal que nunca había visto; basta poner un video del tenista Roger
Federer en Australia para caer en la discusión del plan contra el robo de
hidrocarburos y la eficacia del Ejército en emergencias producidas por el
huachicoleo. (https://twitter.com/jrisco/status/1086687769181806597) Vivimos en
tiempos convulsos social e ideológicamente. Twitter sólo es un pequeño reflejo
de lo que nos rodea. Creo firmemente que México ha vivido en los últimos años
una época de oro en su periodismo de investigación; Animal Político, Mexicanos
Contra la Corrupción y la Impunidad, Quinto Elemento Lab, Aristegui Noticias,
Proceso, Reforma, El Universal y decenas de periodistas freelance han hecho
reportajes que han marcado el rumbo de este país…. todo lo han hecho en tiempos
de Twitter.
Hace unos
días me preguntaba un colega periodista, Primitivo Olvera, si Twitter servía
para conversar: yo creo que no, en todo caso para contemplar ideas, informarse
de gustos personales y ver gente que despierta y se va a dormir muy enojada;
sin embargo, esta estridencia no es impuesta, el volumen lo modulamos nosotros,
también en este espacio existe el silencio y a veces es sano y necesario.
Por último,
y tal vez lo más importante, la vida no es Twitter, la vida es lo miserable del
feminicidio; lo necesario de una investigación que descubre una casa blanca; lo
terrible de la ignorancia trumpiana, y lo dulce del último adiós de un escritor
enamorado.
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