Por Jorge
Javier Romero Vadillo.
¿Qué está
pasando en la UAM? Tres meses de huelga, 56 mil alumnos –la inmensa mayoría de
ellos de escasos recursos– sin clases, el proceso de admisión para el nuevo
ingreso suspendido, más de tres mil académicos y cuatro mil quinientos
trabajadores administrativos sin cobrar (aunque algunos habrán recibido
ingresos de las expropiaciones realizadas en las casetas de peaje en las
carreteras que han tomado por asalto), cientos de proyectos de investigación
arruinados, egresados que se quedarán sin entrar a posgrados y sin becas por no
poder hacer trámites administrativos, profesores a los que sus planes de
sabático se les han frustrado. Y todo por una demanda que el propio Sindicato
Independiente de Trabajadores de la UAM sabe que no está en manos de las
autoridades universitarias resolver: un aumento salarial del 20 por ciento,
además de otros litigios sobre el contrato colectivo, que según ha dicho la
propia representación sindical ya han sido acordados con las autoridades.
El SITUAM
está empeñado en no ceder en su demanda salarial, a pesar de que ni el monto ni
la distribución salarial del presupuesto dependen de las autoridades
universitarias, pues son la Secretaría de Hacienda y la Cámara de Diputados
quienes deciden en esta materia. Es evidente que la dirigencia sindical es
consciente de que su demanda no puede ser satisfecha y de que, en todo caso
está mal orientada. Si de lo que se trata es de romper el tope salarial
impuesto desde el Gobierno desde hace años a las universidades públicas, habría
que convocar una acción concertada con otros sindicatos universitarios para
demandarle a Hacienda el aumento presupuestal necesario. Las autoridades de la
UAM no pueden moverse del presupuesto asignado porque simplemente el Gobierno
no entregaría los recursos extras, pues a su vez está impedido por el
presupuesto aprobado por los diputados en diciembre pasado.
Los líderes
sindicales, sin embargo, insisten en una demanda que sabe condenada a
entramparse. Es ahí cuando asoma la punta de la agenda política oculta detrás
de la huelga y que lleva a construir conjeturas que ven al Gobierno federal
metiendo la mano para mantener el conflicto. En las negociaciones, los
representantes sindicales han sacado una y otra vez el tema de las altas
percepciones de los funcionarios universitarios y han insistido en que la
reasignación de esos dineros permitiría mejorar la oferta salarial ofrecida por
la Universidad. Esto es falso, pues si los funcionarios universitarios que
ganan altos sueldos se sometieran al criterio de la ley de remuneraciones
máximas de la administración pública federal, apenas contarían con recursos
para ofrecer algo así como en .01 por ciento de mejora.
El tema de
los ingresos de las autoridades universitarias puede ser una pista para
entender lo que en realidad está ocurriendo en la UAM. Se puede discutir si
estas debieran ser menores, si la política salarial para la burocracia
establecida por el Gobierno se debe aplicar también en las universidades
públicas, como ya lo ha hecho la UNAM, pero ese no es tema de la negociación
laboral entre el sindicato y las autoridades de la Universidad. Sólo desde la
contaminación política se puede comprender que ese asunto esté en el centro de
la agenda sindical: el SITUAM como ariete para ablandar a las autoridades de la
institución autónoma e imponerle los criterios gubernamentales. Sólo así se
explica la aparente pasividad de las autoridades laborales y educativas frente
a un conflicto que implica enormes pérdidas para una de las mayores
universidades públicas del país, y sobre todo para sus estudiantes.
La causa del
SITUAM no es justa ni legítima. Son muchas las razones para dudar de la
justicia de su causa, incluso en lo que se refiere a sus demandas
contractuales. El sindicato se ha negado a revisar las condiciones laborales
que dificultan la innovación y que impiden la evaluación efectiva del desempeño
laboral de unos trabajadores que hacen mal su trabajo o que mantienen puestos
que no se justifican ya por el cambio tecnológico o por las mejoras
administrativas. El SITUAM es una organización reaccionaria que no representa
con eficacia las demandas de los académicos quienes, empero, estamos atados al
contrato colectivo del que es dueño debido a lo arcaico de una legislación laboral
supuestamente diseñada, hace más de ochenta años, para resolver los problemas
de acción colectiva de los trabajadores, pero que en la práctica ha servido
para controlar sus demandas o para hacer que las dirigencias sindicales sean
las que se benefician del arreglo.
Los indicios
observables muestran que los objetivos sindicales ya no son laborales sino
políticos, lo que querría decir que el Gobierno, en lugar de contribuir a la
solución del conflicto, lo quiere llevar al límite. Tal vez lo que se busca es
ver rodar la cabeza del rector Peñaloza. Circulan todo tipo de especulaciones y
conjeturas, pero es evidente que el empantanamiento no se explica por
empecinamiento de las autoridades, sino por razones que van más allá del asunto
salarial o contractual. Intereses cruzados que involucran a la secretaria del
Trabajo, hija del asesor jurídico del SITUAM, en claro conflicto de intereses,
y al subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro, profesor de la
Unidad Xochimilco hasta antes de pasar al Gobierno, y quien intentó
infructuosamente ser rector de su campus, lo que levanta sospechas sobre su
triste papel en esta injusta huelga.
Mientras
tanto, el tiempo pasa y el derecho a la educación de más de 56 mil estudiantes
está siendo aplastado. El Presidente de la República clamó durante su campaña
electoral por la educación superior como un derecho universal. Al menos en lo
que se refiere a la UAM esta es una más de sus promesas incumplidas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.