Raymundo Riva Palacio.
Poca atención se le dio en la prensa al enroque dentro del
gabinete, donde Diana Álvarez Maury, fue transferida de la subsecretaría de
Gobernación, a la dirección del Banco de Bienestar. Su titular, Rabindranath
Salazar, fue movido al área que se encarga del desarrollo democrático, la
participación y los asuntos religiosos en Bucareli. El presidente Andrés Manuel
López Obrador hizo el cambio, que dijo extrañamente, era “obviamente
republicano”, sin explicar las razones. Entre menos palabras, mejor guardado el
secreto. El Banco del Bienestar está en el corazón de la estrategia electoral,
y Salazar se había convertido en un problema.
Salazar, militante de Morena desde hace casi seis años, fue
compensado con la titularidad del Banco del Bienestar por haber renunciado a la
candidatura por la gubernatura de Morelos y permitir que Cuauhtémoc Blanco se
quedara con ella, como parte de un acuerdo electoral en 2018 entre López
Obrador y el Partido Encuentro Social. Su llegada a esa institución fue
altamente criticada porque finanzas y administración se encuentran entre las
muchas cosas de las que no sabe nada. Pero por su experiencia política y haber
estado en varias campañas electorales, llenaba el perfil buscado por López
Obrador.
El Banco del Bienestar es el principal dispersor de recursos
de programas sociales del gobierno de López Obrador, y trabajaba directamente
con Palacio Nacional.
Junto al despacho presidencial se encuentra la oficina de
Gabriel García Hernández, coordinador general de Programas para el Desarrollo.
García Hernández trabaja estrechamente con Carlos Emiliano Calderón,
responsable de las encuestas en la Presidencia y coordinador de Estrategia
Digital Nacional. Calderón se formó con el respetado José Barberán, que fue
encuestador de López Obrador desde 1995, hasta que murió en 2002. Raymundo
Artiz Espriú, director de CFE Telecomunicaciones e Internet para Todos, es
quien completa la triada en la estrategia electoral.
García Hernández revisa sistemáticamente el mapa electoral
con López Obrador, para identificar municipios y comunidades y dispersar
estratégicamente los recursos de los programas sociales.
Calderón provee los insumos demoscópicos para conocer en
dónde hay que reforzar con cuáles programas sociales o en qué municipios es
suficiente con un mantenimiento político, mientras que Artiz Espriú, que
ocupaba el cargo de coordinador digital hasta finales del año pasado, se ocupa
de proveer la tecnología de la CFE para que opere la red del bienestar sin
problemas. Estos dos, que son invisibles ante la opinión pública, son vitales
para el funcionamiento de la estrategia electoral para 2021 y 2024.
Los parámetros que se utilizan no son la pobreza de las zonas
o sus habitantes, sino los réditos políticos de los electores. La dispersión de
los recursos se hace principalmente a través del Banco del Bienestar. Personas
que lo conocen, aseguran que Salazar acataba de manera servil las instrucciones
de García Hernández, quien desde Palacio Nacional le decía a quién contratar
para la construcción de las sucursales, o a cuáles proveedores tenía que
comprar los cajeros y el equipo y los programas digitales bancarios.
Aunque obedecía sin preguntar, Salazar se fue convirtiendo en
un problema, derivado por la relación muy personal con Yeidckol Polevnsky, la
secretaria general de Morena que fue denunciada por presuntos actos de
corrupción, que lo distraía. Una persona que lo conoce bien dice que en el
Banco del Bienestar pensaban que sus ausencias en la institución se debían a
que estaba haciendo trabajo político en Morelos, mientras que en el estado
creían que la razón por la cual no iba era por el trabajo en el Banco. La caída
del poder de Polevnsky no le ayudó, pese a que acataba todo lo que le pedía
García Hernández y el también muy poderoso Calderón. Sin embargo, la desidia
mostrada por Salazar estaba entorpeciendo los planes.
Su salida del Banco del Bienestar puede interpretarse como un
movimiento urgente –así pareció que se dio el enroque, a decir por la
vestimenta totalmente casual de Álvarez Maury en la ceremonia del cambio–, para
el proyecto electoral de López Obrador, que inició informalmente la campaña
2021 este mes al definir a sus adversarios y plantear la contienda en términos
excluyentes.
Salazar, pese a los antecedentes en el Banco, donde no cumplió
con los objetivos y las metas que se le habían establecido desde el primer día
de la administración, cayó para arriba porque era mejor tenerlo dentro y
controlarlo, que fuera y suelto. “No podían mandarlo a la calle porque conoce
todo el proyecto electoral”, confió una persona que está enterada de la
estrategia desarrollada por García Hernández y Calderón. “Se sabe todos los
secretitos del proyecto del 21”.
Su relevo, Álvarez Maury, que no tiene una carrera pública
notable, por lo cual fue criticada cuando llegó a la subsecretaría de
Gobernación para hacerse cargo de asuntos con los cuales no estaba
familiarizada, tampoco llena los requisitos que establece la Ley de
Instituciones de Crédito –como sus tres antecesores- para ocupar el cargo
dentro de la banca de desarrollo, pero se ha distinguido en lo que va del
sexenio por mantener un bajo perfil y no meterse en problemas. Para López
Obrador, asimismo, es una persona confiable al ser protegida del fiscal general
Alejandro Gertz Manero.
La vieja relación de Álvarez Maury con Gertz Manero es
funcional para las operaciones políticas que se hacen a través del Banco del
Bienestar. La Fiscalía Especializada en Delitos Electorales, que encabeza un
incondicional de López Obrador, José Agustín Pinchetti, también depende de él.
El diseño de García Hernández, Calderón y Artiz Espriú está blindado por todos
lados con el enroque. Salazar se queda adentro del gobierno y no se le maltrató
públicamente. Será muy difícil que hable lo que sabe. De cualquier forma, no
tenían de otra los estrategas, porque ya no había tiempo para hacer cambios en
la parte instrumental más importante del proyecto electoral del Presidente, que
es el Banco.
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