Javier Risco.
El dicho
“prometer no empobrece” no aplica en esta época electoral, o no debería.
Prometer es la actividad cotidiana de los miles de candidatos en campaña, y
aunque lanzar apuestas, ideas, ocurrencias y planes de trabajo que no se
detallan es lo que existe en esta recta final hacia la contienda electoral, no
es lo que deberíamos permitirles que nos den.
Los millones de pesos que el INE y
los institutos locales le entregarán a los personajes que pretenden trabajar
para nosotros, es una de las varias razones por las que nuestro papel debe ser
activo en el proceso electoral y no la pasividad de sólo escucharlos en sus
repetitivos discursos de campaña.
Este fin de
semana las contiendas presidenciales arrancaron formalmente como campaña, a
pesar de los tres meses que llevamos oyendo diario de sus debates mediáticos.
Como era de esperarse, las primeras propuestas concretas comenzaron a fluir
ahora que legalmente pueden 'prometer' sin ton ni son para convencernos de
darles un voto.
Pero ¿qué
nos están vendiendo estos candidatos? ¿Y si nos detenemos a analizar y a
exigirles los cómo? Porque prometer sin fondo no empobrece a los candidatos,
pero sí la democracia a los votantes. Tomemos, como ejercicio de inicio de
campaña, tres de los discursos que escuchamos de los candidatos.
En la CDMX el único candidato con
partido que no perdió un solo minuto para prometer sin control es el
conservador de la contienda: Mikel Arriola. El priista que en precampaña e intercampaña aprovechó
para capitalizar el voto conservador que, a pesar de las alianzas electorales
entre cúpulas de partido, olvidaron los panistas –que no marcará en la boleta a
una perredista– y a los simpatizantes de Encuentro Social, que no se
identifican con 'el cambio verdadero'.
Y en nombre de ese voto conservador
lanzó dos promesas que no sólo no tienen vialidad financiera ni legal, sino que
además son violatorias de derechos humanos fundamentales.
1. “Desde el primer día de mi gobierno mandaré
iniciativa de reforma al Congreso para reducir la edad penal de 18 a 16 años
(sin descansar hasta que se haga realidad) y establecer que si algún menor de
16 años comete algún delito grave, como secuestro, sea juzgado como adulto”.
2. “Una vez que se les dicte sentencia a los
delincuentes, para garantizar que no reincidan en actividades delictivas, les
implantaremos un dispositivo geolocalizador para saber dónde se encuentran en
todo momento. De este modo, daremos tranquilidad y certeza a las familias
capitalinas”.
Alguien debería decirle a Mikel, pero
sobre todo al posible electorado que quiera votar por él con esa promesa hecha
aprovechándose del miedo de los capitalinos y la inseguridad creciente en la
capital, que son oportunidades laborales, educativas y de cultura las que
ayudarían a que los jóvenes se alejen de la delincuencia, y no la
criminalización. Y que una persona que sale de prisión, al haber cumplido su
sentencia, no se le puede monitorear con el prejuicio de una reincidencia,
porque en automático se violan sus derechos y se les quita la oportunidad de
que se reinstalen en la sociedad.
El sábado,
en el primer evento masivo de campaña de la también aspirante a la jefatura de
Gobierno, Alejandra Barrales, la
perredista-blanquiazul usó la misma técnica que la izquierda tanto criticó hace
un año en el Edomex: usar a las mujeres como botín político y prometerles su
versión del ‘salario rosa’ que Alfredo del Mazo utilizó para ganar votos.
“Cuando las mujeres tienen dinero,
éste se convierte en medicinas, en alimentos, en progreso para las familias.
Casi un millón de hogares están encabezados por mujeres y les vamos a dar dos
mil 500 pesos mensuales”, dijo en plena Arena Ciudad de México.
¿Ya le avisaron a Barrales sobre los
problemas urgentes de violencia y desaparición en la ciudad? ¿Sobre el fracaso
en las políticas de acoso contra ellas? ¿De eso nada para prometerles a las
“jefas”, como bautizó a las capitalinas?
Y qué tal esta promesa presidencial
emanada del candidato priista a la presidencia, José Antonio Meade: “Quien no
cree en las leyes y en las instituciones no podrá acabar nunca con la
corrupción. Frente a
la nación, encabezaré un gobierno de gente decente, como lo somos la mayoría de
los mexicanos, un gobierno en el que el único privilegio sea ser mexicano, no
habrá fuero para nadie, seré el primer presidente sin fuero”.
Quizás el abanderado del PRI no sepa
de los cinco estados, como el Estado de México, donde la petición de retirar el
fuero está congelada por la oposición tricolor. O de la iniciativa que el PRD
ingresó al Senado en 2016 precisamente para retirar el fuero a los funcionarios
y que ha sido rechazada por aquellos que hoy le aplauden 'la ocurrencia'.
¿Y si en vez
de sentarnos 90 días a escucharlos prometer lo que creen que queremos oír, les
exigimos que expliquen y los cuestionamos? Digo, nomás para variar.
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