Por
Francisco Ortiz Pinchetti.
Nadie podría
afirmar que el semanario Proceso haya tenido una actitud complaciente frente a
los gobiernos priistas y panistas de los últimos 40 años. Y no recuerdo en todo
ese tiempo que alguno de los presidentes de la República haya descalificado
públicamente a la revista fundada en 1976 por Julio Scherer García y un
centenar de periodistas expulsados de la cooperativa editora del diario Excélsior
por un golpe urdido desde Los Pinos por Luis Echeverría Álvarez ese mismo año.
No lo hizo
José López Portillo ni aquel 7 de junio de 1982 cuando trató de justificar el
retiro de la publicidad oficial a Proceso con aquella frase tan célebre como
cínica de “¿te pago para que me pegues?”. Tampoco Miguel de la Madrid Hurtado.
Ni Carlos Salinas de Gortari, cuyo Gobierno fue objeto de un seguimiento
crítico permanente, como ningún otro medio, por parte del semanario, sus
reporteros, articulistas y caricaturistas, en particular entre éstos Rogelio
Naranjo, que lo dibujó de entrada con una banda en el pecho que ponía
“usurpador”. Menos el mediocre Ernesto Zedillo Ponce de León, el último de los
priistas antes de la transición del año 2000.
Tampoco lo
descalificaron, pese a informaciones en ocasiones poco sustentadas, siempre
feroces, los mandatarios panistas Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón
Hinojosa, ya retirado Scherer García de la dirección del semanario. Ni el
nefasto Enrique Peña Nieto a pesar de su fama de vengativo.
Antes de
tomar posesión, el 5 de noviembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador (según
informó textual la propia publicación en su portal web), calificó a la más
reciente edición de la revista Proceso de “amarillista y sensacionalista”, se
dolió de dos imágenes incorporadas por la publicación que a su juicio lo hacen
ver “decrépito y chocheando” y luego reivindicó su respeto a la libertad de
expresión.
En un
mensaje difundido a través de sus redes sociales, el entonces Presidente electo
aludió, sin invocar el nombre del semanario, a la “polémica” desatada el fin de
semana por la portada de la edición 2192 del semanario, donde aparece su rostro
con el antetítulo “AMLO se aísla” y el título “El fantasma del fracaso”. “Una
revista sacó una foto, no sólo la de la portada, sino también al interior,
donde aparezco así, decrépito, chocheando, y el título de la portada, dice que
estoy sólo y que se avizora el fracaso. Muy sensacionalista, amarillista la
revista, pero es normal… Así es la libertad, así es la democracia, es
pluralidad, es libertad de expresión, no es pensamiento único y yo no aspiro a
ser un dictador. Yo aspiro a representar una república democrática”, dijo. Fue
un pésimo síntoma.
Desde
entonces sus agresiones a la prensa han sido constantes, casi siempre en un
tono bromista y coloquial. Ante cualquier información que le es adversa,
independientemente de su veracidad, alude al mote de “prensa fifí” para
descalificarla o satanizarla. Considera a los medios que la publican como
“adversarios” y “conservadores”, enemigos de México y por ende del pueblo, que
él representa.
Andrés
esgrime siempre en sus confrontaciones con los medios a los que considera
instrumentos de los enemigos del cambio que él postula su derecho de réplica,
que nadie le niega. No lo usa sin embargo para desmentir o corregir una
información falsa o inexacta y exhibir pruebas, sino para el epíteto
intolerante y la descalificación.
Ante la
solicitud de un reportero de que evitara tales manifestaciones contra los
medios y los informadores, para poner fin a confrontaciones incluso peligrosas,
respondió con una nueva agresión. Calificó –e insultó– a los que considera
integrantes de la prensa fifí como “fantoches, conservadores, hipócritas, doble
cara”.
López
Obrador aseguró que su autoridad moral y política [sic] le permite usar su
derecho de réplica ante los dichos de la prensa lo que antes, dijo, no sucedía.
“Entonces, yo tengo autoridad moral, entonces, por eso cuando estoy viendo que
hay una actitud tendenciosa de la prensa, porque eso no tiene nada que ver con
la polarización, siempre ha existido una prensa conservadora, una prensa fifí.
Yo no inventé lo de fifí”, expresó.
Al colmo
llega ahora el tabasqueño al pedirle al diario Reforma, –de nuevo entre bromas,
con ambigüedades y evasivas, pero de manera reiterada— que en aras de la
transparencia revele sus fuentes y diga quién le entregó el borrador de la
carta que él envió al rey de España y que el periódico publicó.
Alega de
manera equivocada –o mañosa—que “todos estamos obligados, la vida pública tiene
que ser cada vez más pública, es un buen debate eso, la transparencia nada más.
¿La obligación de transparencia es del Gobierno o de todos? Y en particular los
medios, los medios, es interesante el tema porque para mí los medios son
organismos de interés público, o sea y se tiene también que cumplir con una
ética, no debe de haber privilegios, es distinto, con respeto, la libertad de
expresión, la libertad de manifestación de ideas, la libertad de prensa, pero
cuando se trata de asuntos así, ¿por qué no revelar la fuente? Sería
interesantísimo, o sea, es un buen tema de investigación”.
Me parece
que la sola petición del Presidente es un atentado grave a la libertad de
prensa, como lo advirtió Ana Cristina Ruelas, directora de la agrupación
Artículo 19. “La protección de fuentes es un principio internacional. Solicitar
revelar las fuentes es preocupante porque puede generar un efecto inhibidor de
las mismas fuentes y, por lo tanto, truncar el ciclo informativo”, puntualizó
la especialista.
El
mandatario parece ignorar que quienes están obligados por la Ley a la
transparencia son los funcionarios públicos, no los particulares, porque
manejan recursos públicos, como le replicó María Marván Laborde, ex presidenta
del IFAI: “Una cosa es un medio de opinión pública, un medio de comunicación y
otra cosa es un ente gubernamental u organismo de Estado que vive de recursos
públicos y que rinde cuentas por recibir recursos públicos, “La Ley de
Transparencia y Acceso a la Información Pública no tiene, absolutamente, nada
que ver con la información que manejan los periódicos y la revelación de
fuentes”.
En alud
cayeron sobre Andrés Manuel los cuestionamientos y las críticas de organismos
defensores de la libertad de expresión, especialistas y legisladores. No
obstante, al día siguiente reiteró su petición a Reforma. Se pasa, por Dios. El
tema debiera ser no sólo motivo de muy seria preocupación, sino de una
respuesta contundente del gremio. Son avisos.
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