El 25 de
enero de 2009 es una fecha especial en la historia del crimen en México. La
justicia tenía ante sí a un hombre en apariencia pacífico. Vivía en Tijuana, en
la frontera con Estados Unidos, donde se dedicaba a la albañilería.
En mundo criminal, sin embargo, era
conocido como Santiago Meza López, “El Pozolero”, un apodo que recibió por ser
quien se dedicaba a disolver los cuerpos de los enemigos del Cártel de los
Arellano Félix en tambos llenos de sosa cáustica a cambio de un pago de 600
dólares a la semana.
Durante años, la familia de los
Arellano Félix fueron los amos de Tijuana. Ellos controlaban la plaza.
En México,
el pozole es un platillo local altamente apreciado en la cultura nacional, que
se prepara con maíz, chile y carne de cerdo.
Meza López tenía una receta muy
peculiar: a una tina con capacidad para 200 litros, lo llenaba hasta la mitad
de agua, luego dos costales de soda caustica y al final los pedazos de cuerpos
descuartizados. Entonces dejaba hervir la mezcla en el fuego por ocho horas
para que se desintegraran casi por completo. Lo poco que no se quemaba, como
los dientes, las uñas y pedazos de huesos, los llevaba a un terreno baldío
donde los quemaba con gasolina y luego los enterraba.
En sus declaraciones consta que
durante nueve años disolvió más de 300 cuerpos. Algunas estimaciones señalan
que fueron 650, principalmente por órdenes de Teodoro García Simental, “El
Teo”, quien primero trabajó para el Cártel de los Arellano Félix y después se
separó.
“Yo prefiero
mi trabajo a que ustedes se mueran de hambre”, le decía el hombre a su familia,
según comentó su esposa Irma en una entrevista con la revista Proceso.
En 2011 empezaron a salir a la luz
narco fosas en el terreno conocido como La Gallera, en el Ejido Maclovio Rojas,
donde “El Pozolero” enterraba los restos de cuerpos que se resistían a
desaparecer.
El ejido está ubicado en la periferia
de la ciudad y durante meses encontraron entre 14 mil y 15 mil restos de
cuerpos en distintas fosas.
Ante la imposibilidad de identificar
los cuerpos, las fosas fueron selladas. Entonces los vecinos se unieron a
padres de desaparecidos que habían estado trabajando en las fosas y diseñaron
un proyecto para ayudarlos en su búsqueda.
EL HALLAZGO
QUE DA ESPERANZA.
El hallazgo más grande ocurrió en
agosto de este año en un terreno contiguo a La Gallera, gracias a que uno de
los sicarios de “El Teo” dijo a las autoridades que siguieran la búsqueda en la
zona.
Aquí se encontraron tres fosas de
aproximadamente un metro cada una que contenían al menos 7 mil fragmentos
humanos, algunos sin disolver, y aproximadamente 2 mil dientes que ya son
analizados por las autoridades en la capital de país para cotejarlas con
pruebas de ADN de familiares de desaparecidos y darles una identidad en la
medida de lo posible.
“Nunca imaginamos que en el lado
norte de ese terreno existiera lo que encontramos hace 9 días. Pasaron casi
cinco años y hemos estado continuamente encontrando fosas en ese lugar”, dice a
Infobae Fernando Ocegueda Flores, presidente de la Asociación Unidos por los
Desaparecidos en Baja California, el primer grupo civil que se dedicó a la
búsqueda de familiares perdidos.
“Es un lugar de mucho dolor. Nada más
de imaginar todo lo que pasó ahí”, agrega.
Oceguera
visitó la capital del país para reunirse con funcionarios de la Fiscalía
federal y pedir que los restos encontrados en las nuevas fosas sean
identificados lo más pronto posible para poder seguir con las excavaciones en
el nuevo terreno.
“La primera
fase fue de tres fosas, considerando que estaban en un radio de un metro
cuadrado y dos metros de profundidad y si el terreno tiene 50 metros cuadrados,
¿Se imagina la magnitud de lo que vamos a encontrar? Nos faltan 49 metros de
explorar”, dijo.
Para los grupos criminales, si no hay
cuerpo no hay delito, pero a pesar de que descuartizan, queman y disuelven en
distintas sustancias a sus rivales, en algunos casos queda algún tipo de resto
que puede ser identificable por técnicas modernas.
Cada pieza puede significar que un
padre encuentre a su hijo.
LOS SECRETOS
OCULTOS.
El terreno y lo que escondía “pudo
pasar desapercibido porque Tijuana es una ciudad extensa y los grupos
criminales tenían corrompidas a las autoridades locales. Es una zona que está
en la periferia y no es visible y el punto nodal nos lleva a la pregunta de
dónde estaban las autoridades gubernamentales. Cuando menos un 30 por ciento de
esos cuerpos ha sido reclamado por alguna asociación que ha estado al pendiente
de ese tipo de casos. No hay investigación, no hay seguimiento, hay impunidad y
son hechos preocupantes”, afirma a Infobae Jorge María Ramos, experto en
Seguridad del Colegio de la Frontera Norte.
Tijuana es
una ciudad atractiva para la operación del grupo criminal y de traficantes de
migrantes. Sólo una garita por la que cruzan 300 vehículos por hora la separa
de Estados Unidos.
“La mayor
parte de la comunidad anglosajona de San Diego no visita Tijuana porque le teme
a la inseguridad”, señala el académico.
En el
terreno de La Gallera permanecen fotos de cientos de desaparecidos, en el piso
o pegadas por los padres en paredes semiconstruidas por quienes en el pasado
disolvieron los cuerpos de quienes pudieron haber sido sus hijos.
“Mi hijo
pudiera haber quedado en este lugar y por eso lo hacemos, por amor, por
recuperar la memoria de quienes pudieron haber sido disueltos en este lugar”,
dice Fernando Ocegueda, quien busca su hijo desde el año 2007.
El “Pozolero”, quien todavía no ha
sido sentenciado, ha declarado que a él solo le llevaban las personas ya
muertas. Quienes lo hacían generalmente tenían escoltas tipo patrullas y
viajaban en camionetas de donde bajaban los cadáveres.
En sus
declaraciones ante la Fiscalía, aseguró que quienes llevaban los cuerpos
también los depositaban en las cazuelas y el sólo preparaba la sustancia, los
vigilaba y enterraba los restos.
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