Salvador
Camarena.
Al acercarse
la fecha marcada por la Constitución para que el titular del Ejecutivo rinda un
informe anual del estado de la nación, Enrique Peña Nieto ha regresado al
centro de la atención mediática, y lo ha hecho por la vía que más le gusta, a
través de spots.
De cuantos mensajes grabados ha hecho
publicar, llama la atención uno donde se refiere al caso de la casa blanca,
iceberg donde este gobierno, para nada un Titanic, se partió.
El mensaje
dura dos minutos. En él, Peña Nieto
reconoce que el tema de la casa blanca fue uno de los que “sin duda” marcó su
administración. Pero no han transcurrido ni diez segundos del spot cuando el
mandatario abandona la raíz de ese escándalo –la denuncia de un conflicto de
interés de siete millones de dólares–, para intentar una nueva, y una
nuevamente fallida, defensa de la manera en que gobernó.
Para Peña Nieto el problema no fue su
proceder, ofensivo para muchos, en ese caso; ni en el origen del mismo (la
fastuosa casa aceptada), ni en las consecuencias de la revelación periodística
(escándalo público y posterior despido de Carmen Aristegui y su equipo).
Para él es “estrictamente legal”
(frase suya en el video) que un importante contratista de sus dos gobiernos le
haya prodigado favores, materializados en terreno y construcción de ese inmueble. Para
Peña Nieto, el problema en torno a la casa blanca es “la forma en que escaló
este asunto”. Lástima que no abunda al respecto. Pero queda claro que cuatro
años después claro él no ve problema en haber aceptado la casa blanca. Y luego
se preguntan por qué los barrieron al tercer lugar en las elecciones.
Más aún, Peña Nieto toma la ofensiva y sostiene que
su gobierno ha sido respetuoso de las instituciones, de la forma de pensar de
los mexicanos y “especialmente respetuoso de la libertad de prensa, de la
libertad de expresión”.
El
presidente concluye con un desafío: “Lo
que no se puede dejar de reconocer de este gobierno es que hemos sido un
gobierno democrático, un gobierno plural y, repito, un gobierno respetuoso de
la libertad de expresión, derecho que consagra nuestra Constitución”.
El gobierno que espió
sistemáticamente a defensores de derechos humanos y a periodistas, que
discrecionalmente prodigó miles de millones de pesos en publicidad a medios a
modo al tiempo que daba morusas a la prensa que no consideraba amigable, el
gobierno que lanzó al aire una campaña donde advertía que “ya chole” con las
críticas, el titular de ese gobierno demanda una medalla por “su respeto” a la
libertad de expresión.
El spot de
la casa blanca no es sobre la casa blanca, ni sobre un gobernante arrepentido
de sus errores, ni siquiera es el de un mandatario consciente del agravio
cometido a una sociedad harta de los abusos, y menos es un mensaje creíble de
quien se llevará consigo la estampa de censor de Aristegui y de varios más.
El spot de la casa blanca, es el
epitafio del sexenio de la corrupción, la ineficacia y la indolencia: ni
explico lo que hice mal, pero menos acepto que no reconozcan mi versión de los
hechos, mis verdades históricas.
Visto eso,
Peña Nieto podría ahorrarles a los mexicanos el mensaje que dará hoy. Al fin
que ya sabemos lo que no dirá.
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